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Quizás la importancia del feminismo no radica en la palabra en sí, sino en la defensa de los derechos de las mujeres y las acciones para promoverlos. Pero tampoco debe haber temor ni rechazo, sino comprensión y cambio para las mujeres.

24 Mayo de 2023 11.58

En el Women20 Summit de 2017 en Berlín, la moderadora del panel de mujeres lideres, como Christine Lagarde y la Reina Máxima, cambió el rumbo de la discusión sobre mujeres y emprendimiento al hacer una pregunta sencilla a la Canciller alemana, Angela Merkel": ¿Usted se considera feminista?" Notable fue la reacción de incomodidad y búsqueda de palabras de la líder de Alemania. Después de que la Reina Máxima interviniera para ofrecer una definición del feminismo como libertad de elección y oportunidades para las mujeres, Merkel se agarró de esas palabras y afirmó que también es feminista. 

Aquel momento transmitió la reticencia y el temor que rodea al feminismo y ser feminista. Para muchas personas, es el temor a una etiqueta o un estigma. Hay una desconfianza y negatividad asociada al feminismo y la identificación como feminista por la percepción de que es algo excluyente, radical, odioso del hombre y la feminidad, y que es equivalente a una batalla y concurso de cero suma entre el hombre y la mujer, en la cual el avance de la mujer viene a costa del hombre. Lo que gana la mujer lo tiene que perder el hombre. 

El temor y el rechazo al feminismo están relacionados con la falta de comprensión de qué es, del análisis de las muchas perspectivas y experiencias de la mujer que lo constituyen y de una valoración constructiva de las contribuciones importantes y transformativas del feminismo. Como teoría, el feminismo es de naturaleza crítica: presenta una postura y reflexiones críticas sobre las estructuras y dinámicas de poder, socialmente construidas en base al género, que dan forma a las ubicaciones sociales y las experiencias de la mujer y la producción de conocimiento dentro de una sociedad, lo que se entiende por verdadero y cierto y, por tanto, se le otorga legitimidad. Esta “legitimidad” se refleja en las normas y roles de género, en la imposición de restricciones, en culturas machistas que sancionan los estereotipos, la discriminación y violencia contra la mujer, y en la normas jurídicas y leyes que confieren derechos para prescribir el comportamiento de una sociedad a favor de relaciones de poder históricamente desiguales. Sin crítica y cuestionamiento, la desigualdad permanece intacta en perjuicio del progreso de una sociedad y en contra de la variable constante que es el cambio. 

Alineado con la importancia del progreso, el feminismo presenta un proyecto político y social que plantea acciones para lograr la igualdad y equidad de condiciones para la mujer. Desde su lente crítico, el feminismo interrumpe el statu quo y se encamina hacia el activismo social para generar cambio y transformación. La historia del feminismo son las luchas de sus movimientos sociales para lograr derechos básicos, históricamente juzgados como extravagantes y extremos, como el derecho al voto, el acceso a la educación, el derecho a la propiedad, a practicar una profesión y gestionar su propio salario. El feminismo cuenta una historia de liberación de la opresión, que impide la participación abierta y libre, el desarrollo profesional y personal de la mujer en una sociedad y dentro de sus hogares.

Y para aquellas personas que todavía cuestionan los principios del feminismo pensando en lo indigeriblemente radical que es, es útil analizar algunos principios de esta corriente ideológica del feminismo. El feminismo radical argumenta que la sociedad y las relaciones entre hombres y mujeres se basan en el patriarcado, el poder desigual que oprime a las mujeres y beneficia a los hombres con más poder y privilegio tanto en el ámbito público como en el privado. El feminismo radical ha puesto un mirada crítica y muy necesaria en la esfera privada, en el espacio una vez santificado e invisible que es la familia. A través de la reflexividad que apunta a la causa raíz, las feministas radicales han visibilizado la violencia doméstica, el abuso por parte de la pareja en el espacio donde las mujeres deberían sentirse más seguras. También cuestionan si el trabajo fuera del hogar ha sido liberador, por el hecho de que las mujeres tienen la doble y triple carga de trabajo: el remunerado y el doméstico no remunerado, no reconocido, más la carga emocional del cuidado de la familia. 

Con qué argumentos se puede mentir las realidades y estadísticas de la violencia contra la mujer, el lado oscuro del hogar que convierte a la mujer en vulnerable y víctima, la carga desigual del trabajo doméstico y el cuidado de los niños, la discriminación y acoso laboral, la desigualdad salarial, los bajos números de mujeres en roles de liderazgo. Por todas estas realidades, el feminismo es pertinente y necesario. 

Quizás la importancia del feminismo no radica en la palabra en sí, sino en la defensa de los derechos de las mujeres y las acciones para promoverlos. Pero tampoco debe haber temor ni rechazo, sino comprensión y cambio para las mujeres. (O)

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