La identidad digital de tus hijos, les pertenece
Sebastián Stranieri Fundador y CEO de VU
Sebastián Stranieri Fundador y CEO de VU
Como padres tenemos claro que somos los responsables de cuidar a nuestros hijos en el mundo físico. Sin embargo, a la hora de resguardarlos en el plano digital, no solo debemos estar atentos a los peligros externos, como el grooming. Se sorprenderían al descubrir que a veces somos nosotros mismos quienes los ponemos en peligro. Incluso podemos llegar a comprometer la seguridad de toda nuestra familia.
Cuando publicamos una foto o un video de nuestro hijo, en ocasiones incluso antes de que nazca, al compartir una imagen de su primera ecografía, estamos exponiendo su intimidad sin detenernos a pensar en el impacto que va a tener en el futuro toda esa información personal online.
¿Qué creen que va a pasar cuando, por ejemplo, vaya a una entrevista de trabajo o entable alguna relación sentimental y la otra persona encuentre en línea una foto que debería pertenecer al ámbito de la intimidad familiar?
La identidad digital en la niñez
La identidad e imagen de nuestros hijos no nos pertenecen. Y mientras ellos no tengan conciencia para tomar la decisión de qué hacer con esos datos personales, nosotros debemos ser los adultos que los resguarden. De hecho, UNICEF remarca la necesidad de proteger la privacidad y la identidad de los niños en línea.
“Ningún niño será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia ni de ataques ilegales a su honra y a su reputación. El niño tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o ataques”, afirma el Artículo 16 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño.
En la misma sintonía, el Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea (GDPR) expresa: “Los niños merecen una protección específica de sus datos personales, ya que pueden ser menos conscientes de los riesgos, consecuencias, garantías y derechos concernientes al tratamiento de datos personales.”
El fenómeno de exponer información privada de los hijos en Internet recibe el nombre de "sharenting", que deriva de las palabras en inglés sharing (compartir) y parenting (criar). También existe el "oversharing", en los casos donde nos encontramos con que hay una sobreexposición de los menores.
Al menos el 42% de los menores que han sido “ridiculizados” en internet pueden llegar a sentirse avergonzados por las publicaciones en las que se convirtieron en protagonistas sin haber brindado su consentimiento, de acuerdo con una encuesta llevada a cabo por Microsoft.
Muchas veces tuve conversaciones sobre este tema con amigos, familiares e incluso con contactos de Instagram. A la mayoría no le gusta nada lo que tengo para decir, porque le parece genial mostrarle sus hijos a todo el universo digital.
Imagínense que me ven dándole una medida de whisky a mi hijo de 5 años. Enseguida todos me dirían que está muy mal, ¿no? Bueno, acá pasa lo mismo. Estas líneas son para advertirles que podrían estar poniendo en riesgo el futuro de sus hijos y la seguridad de su familia al compartir esas fotos en Facebook, Instagram, TikTok o la red social del momento.
La privacidad, el registro histórico y el ejemplo
Publicar fotos de niños en las redes sociales tiene que ser una decisión muy pensada y consiente. En este sentido, debemos tener en cuenta tres aspectos. En primer lugar, la privacidad del niño. Incluso cuando ya tiene capacidad para entender la situación, muchas veces tomamos la decisión de publicar la foto en la que aparece sin su consentimiento, sin preguntarle si está de acuerdo para tener su autorización.
El segundo factor a considerar es el registro histórico que estamos generando, muchas veces desde el momento de su nacimiento, con información de todo lo que hizo y de todo lo que no hizo. Cada uno de esos datos online les permiten a las empresas optimizar la toma de decisiones y generar mejores “ofertas”.
Cuantos más datos hay sobre nosotros, más probabilidades existen de que la próxima canción o la próxima película esté basada en esa información. Y si alguna vez sintieron que su celular los escucha, imagínense lo que van a experimentar sus hijos luego de 15 años de fotos y posteos online que fueron alimentando a las fieras de los algoritmos direccionadores de productos.
Por último, ¿qué ejemplo les estamos dando a los niños con respecto al respeto por la privacidad? Hay que aprender y conversar sobre el manejo de la privacidad. La educación siempre empieza en casa y se demuestra con hechos, no solo con palabras.
A un clic de perder el control
Si somos extremadamente rigurosos con la configuración de los permisos en nuestras redes sociales para que únicamente nuestros contactos puedan ver lo que publicamos y que no puedan compartirlo con sus propios seguidores, igual debemos tener en cuenta que siempre estamos a un solo clic de perder el control sobre el nivel de privacidad del material que posteamos.
La mayoría de nosotros alguna vez aceptó en las redes a alguien sin estar 100% seguro de que era quien decía ser. En el momento en el que le abrimos la puerta a nuestra información privada, ese probable impostor accede a todas nuestras fotos y puede almacenarlas. Entonces, podría usar las fotos de mi hijo para crear un perfil falso, agregar como amigo al resto de la familia y tener acceso a toda la información de mis parientes, desde fotos y videos, hasta hábitos y todo el registro histórico.
Si a pesar de todo lo que señalé en estas líneas igual queremos subir fotos de los chicos en Internet, al menos procuremos tener la cuenta privada y extremo cuidado con quiénes son las personas que pueden tener acceso a ese grupo controlado y cerrado, además de bloquear la posibilidad de que nuestros contactos compartan estas publicaciones.
De nuevo, no estamos hablando de lo que hacemos nosotros como adultos con nuestros datos personales en línea, con nuestra identidad. Solo es una invitación a que reflexionemos sobre el impacto, aún no medido, que puede generar el “sharenting” en nuestros hijos. (O)