David Paredes Periodista
La oficina de Klever Sáenz está llena de reconocimientos, un diploma de la Facultad de Medicina de la Universidad Central del Ecuador y un vidrio rayado con marcador verde que sirve de pared para separar su espacio del resto de colaboradores.
En ese ventanal, convertido en pizarrón, apunta datos que considera importantes para sus investigaciones o explicaciones a su equipo de Synlab, en donde es director médico y gerente de Gestión de Calidad hace 20 años.
Desde su escritorio tiene una vista privilegiada, no por el paisaje, sino por la memoria. Justo al frente está el edificio donde comenzó su historia junto a su maestro y amigo Luis Narváez. Ambos trabajaron en Netlab, el laboratorio clínico que pasó a ser parte de Synlab, una red internacional de diagnóstico médico que opera en Ecuador desde 2019 y ofrece análisis clínicos con tecnología de punta. En aquel entonces compartían un subsuelo modesto; hoy, ese mismo espacio alberga las maquinarias de última generación de la compañía de origen alemán.
Ahí se procesó el 50 % de las pruebas PCR del país durante la pandemia, y se desarrollaron algoritmos y estudios que permitieron a las diversas industrias un retorno seguro a sus actividades.
Sáenz y su equipo de trabajo lideraron esta batalla contra el virus del Covid-19, que cambió la historia de los laboratorios clínicos del país.
A finales de 2019, cuando se escuchaba de un virus que afectaba a los chinos, en esta empresa hacían cálculos y proyecciones. Ya preveían que el SARS-CoV-2 iba a llegar al Ecuador. Como empresa se arriesgaron y adquirieron las primeras 5.000 pruebas PCR. Pensaban que estaban abastecidos para la crisis sanitaria. Hasta ese momento no dimensionaban la gravedad de la pandemia.
Durante 2020 Synlab fue el laboratorio referente. Sáenz integró el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) para trabajar en conjunto con las autoridades nacionales.
“Éramos el único laboratorio que tenía la capacidad instalada para procesar las pruebas. Solo necesitábamos que nos autorizaran a movilizar las muestras”, recuerda.
Estuvieron en primera línea de esta guerra sanitaria. Se metieron a las bananeras, camaroneras, petroleras. En casi todas las industrias, incluyendo la LigaPro. Junto a su equipo, Sáenz diseñó el protocolo Retorno Seguro, que consistió en un algoritmo entre pruebas de anticuerpos y pruebas serológicas.
Sáenz se convirtió en una voz confiable y autorizada durante la pandemia. Su opinión era escuchada por las autoridades. Su participación fue destacada a escala internacional. Recibió reconocimientos de la matriz en Alemania, y por las autoridades nacionales.
Su historia en este laboratorio clínico arrancó hace 22 años. Era 2003 y funcionaba bajo la marca de Netlab. El día de su graduación como patólogo, su amigo y mentor Luis Narváez llegó a su presentación de tesis y le hizo una oferta. “Ya deje de hablar tanto de calidad y haga. ¿Quiere venir conmigo o no?”.
Narváez fue su maestro en la Universidad Central y su guía en la vida profesional. Entre ambos revolucionaron una industria que era incipiente en el país y que poco regresaba a ver a la gestión de calidad en los laboratorios clínicos.
Cuando empezaron a trabajar juntos, el laboratorio tenía 10 colaboradores. Eran tres patólogos, los operadores y los mensajeros. Procesaban entre 150 y 200 muestras por día. Actualmente Synlab procesa alrededor de 6 millones de pruebas al año, tiene presencia a escala nacional y una facturación de US$ 20,92 millones. @@FIGURE@@
ASÍ SE INTERESÓ EN LA PATOLOGÍA
En 1995, al culminar sus estudios de pregrado, se ganó una beca para estudiar Biología Molecular en el Instituto de Medicina y Biología Celular, en La Plata, Argentina. Era un programa que lo ilusionaba, porque lo dirigía el doctor Néstor Bianchi, considerado por la comunidad médica latinoamericana como una eminencia en el campo de la genética.
Cuando se aproximaba su viaje a Argentina estalló la guerra del Cenepa. El dinero que la Universidad Central había destinado para sus estudios fue asignado al presupuesto del conflicto bélico.
“La guerra lo cambió todo. Me quedé y opté por especializarme en patología”. Realizar su tesis le tomó tres años y medio. Su objeto de estudio se enfocó en la gestión de calidad en el sector de salud.
Sáenz se interesó en la gestión de calidad gracias a un libro que llegó a sus manos por casualidad. Un vendedor ambulante se lo enseñó cuando aún hacía el internado en el Hospital Militar. Desde entonces quedó obsesionado con el tema.
“Mi tesis fue una locura. Hice un estudio con células de eritrocitos de pollo, que tienen núcleos y son igualitos a los leucocitos de la sangre humana”, recuerda.
Los resultados “fueron un desastre”. Su objetivo era verificar la gestión de calidad de los laboratorios públicos y semipúblicos durante el proceso. Las muestras fueron procesadas en varios momentos y no hubo variaciones.
“Entendí que la gestión de la calidad dependía de las decisiones administrativas y en esa época no existía eso en el sector médico del país”, recuerda Sáenz.
Se graduó y arrancó su carrera. Sáenz inauguró el Área de Gestión de Calidad de Netlab. Su primer objetivo fue certificar a la compañía con la ISO 9.001. En 2004 se transformó en la primera empresa certificada con alcance en servicio de medicina de laboratorio.
“Fue un hito para el país. Nos decían locos por aplicar procesos y tener una gestión de calidad en temas médicos”, afirma Sáenz.
Ese mismo año aplicaron buenas prácticas que repercutieron en los procesos de sus proveedores. “Cuando venían a dejarnos los reactivos, los proveedores los traían en la cajuela de los vendedores. Yo recibía los reactivos y les metía un termómetro para ver si funcionaban, si estaban a la temperatura ideal antes de que los recibieran en bodega”, asegura.
Para tener un mayor control, perforaba las cajas y marcaba los reactivos con un rotulador, “para que no regresaran los mismos, ya más fríos”. Esta práctica impulsó a que una de estas compañías obtuviera, dos años después, la certificación de su sistema logístico.
Los estándares de calidad fueron su carta de presentación ante los clientes. Implementó algunas prácticas que aprendió en España. “Me traje protocolos de verificación instrumental y comencé con las pipetas. Montamos todo un protocolo de control”.
Luis Narváez le impregnó una visión estratégica. Se apoyó en Sáenz para que Netlab, ahora Synlab, pasara a ser un business to business. Es decir, los resultados ya no se entregaban directamente al paciente.
“Nos convertimos en un laboratorio para los laboratorios”. Los clientes eran los hospitales, las clínicas e incluso la competencia. En el 2012 crecieron a 120 empleados y procesaban entre 2.000 y 3.000 muestras diarias. “En esa época nos sentábamos con el ‘Lucho’ Narváez a ver las cifras y no podíamos creer la locura que hicimos”.
Su modelo de negocio y de gestión de calidad fue ejemplo para la competencia, a escala nacional y regional. Así lo certifica un documento enmarcado que reposa frente al escritorio de Sáenz, en el tercer piso del edificio Netlab, donde funcionan las oficinas administrativas y de operaciones del hub de producción principal de Synlab Ecuador.
Con 54 años de edad y 22 de experiencia, Sáenz entendió que su trabajo no entrega resultados numéricos, sino información para que sus colegas tomen mejores decisiones.
“Se estima que el 70 % de decisiones médicas se toman a partir de exámenes de laboratorio. Nuestro rol no es entregar resultados, sino información de uso clínico. Cuando al resultado le pongo nombre, apellido, una cara y un comentario clínico, todo cambia”, afirma. (I)