Esta vez, no se trata de la historia de un CEO con su mascota. Sino de una pareja que decidió dedicarle su vida al cuidado y el mimo a los perros. Sus vidas profesionales transcurrían, por así decirlo, sobre las patas de la rutina. La ingeniera comercial Johanna Morales combinaba su trabajo en una constructora los estudios en una maestría en Relaciones Públicas. Mientras, él también ingeniero comercial, y con un masterado en Gerencia Empresarial, Rodrigo Ponce, prestaba sus servicios a una farmacéutica. Todo iba relativamente encaminado hasta que, como a todos nos ha sucedido en algún punto de nuestras vidas, les picó el deseo de emprender.
Escribieron en un papel todas las ideas que se les venía a la cabeza. Cada quien tenía algo diferente en mente. En un momento pensaron en un spa de uñas, pero analizaron el mercado y se dieron cuenta que estaba saturado. Morales insistía que quería algo relacionado con mascotas, porque adora a los perros. Se plantearon la siguiente pregunta: “¿Qué es lo que más te molesta cuando le llevas a tu perro a la peluquería?”. Y las respuestas fueron:
- Los tienen encerrados y no los podemos ver.
- Se demoran, a veces, hasta siete horas para devolvértelos.
- Los tienen en jaulas...
Entre otras. “Nos dijimos 'hagamos algo totalmente distinto, que sea visible, que los dueños puedan ver todo el servicio, que la atención sea solo por citas, que máximo permanezcan tres horas en el local para que no se estresen, que esperen en corrales con cama en lugar de jaulas'. Una vez tomada la decisión, en 2021 nos pusimos a trabajar para concretar la idea. Era ahora o nunca. Semanas antes de plantearnos esto, Rodrigo había salido de la farmacéutica, estaba con tiempo suficiente para sacar adelante el negocio y dedicarse al 100 %. Estamos seguros que el ojo del amo engorda al caballo, en este caso a los peluditos”.
El primer paso era encontrar un espacio físico. Según el feng shui, (antigua práctica tradicional china que armoniza a la persona con el entorno), en lo que ambos creen, el sector del Quito Tenis, en el norte de Quito, les ofrecía energía y riqueza. Una vez encontrado el sitio, empezaron las adecuaciones. La inversión inicial fue de US$ 16.000. Las puertas de Bubbles Pet Spa se abrieron el 5 de febrero de 2022, en el cumpleaños número 32 de Morales.
Morales sabía que su sexto sentido le daría resultados. Para ella, los tratamientos de belleza para las mascotas no son solo cuestión de estética, sino también de salud. “No somos una peluquería común, entre nuestros servicios tenemos masajes relajantes, baños en tina con burbujas, aromaterapia -principalmente de lavanda y naranja para que estén relajados-, corte, cepillado, limado de uñas, limpieza de dientes y orejas. El servicio completo para los caninos de tamaño mediano y grande está en US$ 35 y para los pequeños en US$ 20. Arreglar a un perro puede tomar dos horas. Todos los días se vive una historia distinta, porque cada cliente tiene su personalidad. Lo más importante es que los dueños y sus mascotas se sientan como en casa y vuelvan”.
Una estrategia que les ha dado resultado son los helados de hígado o yogurt que les ofrecen a los peluditos cuando están listos y guapos para volver con sus propietarios. Para estos dos emprendedores es vital que sus clientes de cuatro patas se sientan cómodos, queridos y considerados, que la experiencia no sea un martirio, sino que se refleje en felicidad cuando regresan cada mes a una nueva sesión.
Los primeros clientes fueron Rafa y Beto, dos recogidos de propiedad de Morales. Ahora, un año más tarde, cuentan con una cartera de 800 clientes peludos y cuatro empleados. Facturan entre US$ 6.000 y US$ 8.000 mensuales. A mediados de este año abrirán otro spa en el sector de Monteserrín y en 2024 en el valle de Cumbayá. (I)
