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La caída del Muro de Berlín nos debe recordar lo que no debemos repetir. Es un símbolo del colapso de un sistema fracasado. Francis Fukuyama dice que "los conjuros mágicos del marxismo-leninismo no tenían sentido y que el socialismo soviético no sólo no era superior a Occidente en nada, sino que en realidad era un fracaso monumental". 

04 Noviembre de 2022 11.50

La caída del Muro de Berlín es el desenlace de un sistema que demostró ser un fracaso. El 9 de noviembre de 1989, hace 33 años, se derrumbaba un muro. Sin embargo, no era cualquier muro ni es cualquier fecha. Fue el colapso de un sistema represivo que coartaba las libertades de los ciudadanos que vivían dentro de este esquema perverso.

Al terminar la Guerra Mundial, una parte de Alemania era controlada por el mando soviético. En vista de las diferencias que se empezaban a dar entre los sistemas, además de una serie de razones que no vienen al caso analizar en este artículo, la Alemania Oriental decidió construir lo que denominó el "muro de protección antifascista". Sin embargo, no servía para protegerse de nada. Fue levantado para encerrar a su gente, coartar más las libertades, ocultar la verdad del fracaso del sistema y evitar la salida de ciudadanos hacia el lado del capitalismo. 

La historia nos ha demostrado que este es un sistema tremendamente injusto y empobrecedor, en cambio el capitalismo, que ha acogido siempre al socialismo, se basa en otorgar a sus ciudadanos libertad y oportunidades, lo que mejora las condiciones de vida de sus habitantes. Cifras indican que el socialismo es una máquina de crear injusticias, pobreza y corrupción. En cambio, el capitalismo es una máquina de sacar gente de la pobreza. Los datos están a la vista: según informes del Banco Mundial y del Fraser Institute, los países con mayor liberad económica tienden a crecer más rápido. Los países más libres tienen un PIB casi ocho veces más grande que el de los países reprimidos y en los países que son libres, la pobreza es 25 veces menor que en otros que no brindan condiciones adecuadas a sus ciudadanos. Estas cifras son contundentes. Es decir, las condiciones de vida en un país libre es infinitamente mejor que los de un sistema represivo y socialista, donde los pobres son más pobres. 

El socialista promete unidad, pero en realidad promueve el odio y la discordia. Crea enemigos (la prensa, los ricos, el imperio) para justificar sus patrañas y en vez de unir, separa. No existe la unidad si hay una verdad única. Es una ideología arraigada en la total ignoración de la historia y se va en contra de la naturaleza propia del ser humano, que busca ser libre. Así, el socialismo termina siempre en una tiranía, única forma de controlar a través de la violencia y el sometimiento a la sociedad. Por eso crearon muros que la historia se encargó de derribar. 

Los socialistas supuestamente profesan la inclusión, pero solo buscan el pensamiento único y la falta de cuestionamiento a su régimen antinatural de sometimiento y represión. No hay diversidad ni aceptación a lo diferente sino imposición de un discurso que no se puede cuestionar ni discutir. La existencia de un discurso único que gira alrededor de la figura del caudillo es lo que imperará en un régimen sin libertades. Todos tenemos que pensar lo mismo. El adoctrinamiento. El borreguismo. 

La historia ha demostrado que el socialismo no se trata de justicia, ni de igualdad ni de mejorar las condiciones de vida de los pobres. El socialismo solo se trata de una cosa: poder para la clase gobernante. El poder por el poder, sin importar las condiciones de vida de la población. Porque la consolidación en el poder implica controlar todo, decidir quién gana y quien pierde, quien tiene la razón, quién está arriba y quién abajo, qué es verdad y qué es falso, quien vive y quien muere.

Es un régimen perverso y antidemocrático. Su bandera es el progreso, pero es solo la utilización de un discurso para hacerse con el poder. La estruendosa caída del Muro de Berlín fue el mejor ejemplo que nos dio el mundo para demostrar que es un sistema opresor, corrupto, decadente y lo único que genera es atraso. Como decía Margaret Thatcher, "el problema del socialismo es que no soporta la libertad. A los socialistas no les gusta que la gente pueda escoger, porque saben que no escogerían el socialismo".

La caída del Muro de Berlín nos debe recordar lo que no debemos repetir. Es un símbolo del colapso de un sistema fracasado. Francis Fukuyama dice que "los conjuros mágicos del marxismo-leninismo no tenían sentido y que el socialismo soviético no sólo no era superior a Occidente en nada, sino que en realidad era un fracaso monumental". El Muro, por suerte, ya no está, pero siempre debe servir para recordar porque fue derribado y que el socialismo, sin duda, es un fracaso monumental. (O)

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