Nostalgia de las cosas
La nostalgia, al final, es lo único que no se actualiza con una app. Sigue siendo analógica, imperfecta y eterna. Porque el recuerdo, es lo único que nos queda.
La nostalgia, al final, es lo único que no se actualiza con una app. Sigue siendo analógica, imperfecta y eterna. Porque el recuerdo, es lo único que nos queda.
Cuando nos reunimos sacamos lo mejor de nuestras vidas, porque nos traslada al mejor colegio del mundo, al de cada uno, a aquel momento en el que, sin saberlo, éramos muy felices.
Cuando llegamos, me di cuenta de que ese hijo (puede ser su hijo también) se convierte en una masa de quince mil histéricos iguales, que gritan todos al mismo tiempo, la mayoría de las veces sin motivo aparente. La ansiedad se vuelve contagiosa y se siente el nerviosismo en el ambiente.
En la práctica, "hasta la victoria siempre" ha significado todo menos victoria. Ha sido la excusa perfecta para normalizar la pobreza, para aceptar la falta de oportunidades como un sacrificio heroico, para aplaudir la resignación disfrazada de resistencia. Se pide aguantar hoy para ganar mañana, pero ese mañana nunca llega.
Los cumpleaños son una trampa. Porque te atrapan entre la expectativa y el recuerdo, entre el deber y la culpa, entre el pastel y la obligatoriedad. Pero claro, es difícil dejar de festejar. Porque entonces no sería cumpleaños.
El derecho al beso murió hace dos mil años, pero el deseo de legislar sobre la libertad del otro puede seguir vigente. Tal vez el verdadero avance no está en derogar o imponer leyes absurdas, sino en no permitir que se disfracen de nuevas formas.
El tiempo no es una línea continua, sino una sucesión de instantes que se desvanecen. El presente es todo lo que tenemos, pero es también lo que más se nos escapa. En un mundo saturado de distracciones, deberíamos detenernos a mirar, a sentir.
Los niños son lo que son y hay que disfrutarles, pero, sobre todo, que ellos la disfruten a plenitud. Dejemos a los niños ser niños para que sigan contribuyendo con su inocente sabiduría. Ese es el reto.
Si pretendemos cambiar al perro y volverle gato, no solo que nada va a funcionar, sino que terminamos desnaturalizando a cada ser. Es importante conocerse a uno mismo y conocer con quien queremos estar
Lo que más me preocupa no es que estemos en la pecera. Es que nos estamos olvidando de que hay un mundo afuera. Un mundo donde no hace falta un filtro para verte lindo, ni un hashtag para sentirte vivo. Un mundo donde puedes equivocarte sin que te cancelen, donde puedes estar triste, donde puedas ser tu sin que un algoritmo te diga quién eres.
La vida tiene esa forma extraña de sorprendernos. Cuando crees que estás en el fondo, de repente encuentras una fuerza que ni sabías que tenías. Esa fuerza es la que te ha traído hasta aquí, y es la misma que te va a ayudar a salir adelante.
En los clásicos se juegan también los sentimientos que rigen la vida: hay coraje, hay solidaridad, hay vergüenza, hay revancha, hay nobleza. Hay goles y ojalá sean azulgranas.
Es un Carnaval que nos enseña a competir, a que nada es amistoso en esta vida, ni siquiera cuando estás de fiesta, pero con límites y reglas. Nos enseña de campañas electorales, de respeto y de democracia. De tolerancia, libertad y trabajo en equipo para conseguir una meta.
"Cuando te regalan un reloj", escribió Julio Cortázar, "te regalan un pequeño infierno florido [...] Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo. Algo que es tuyo, pero no es cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo [...]".
Cuando alguien se toque sutilmente piense que es algo natural, es como respirar. No nos insulte, entiéndanos, pero, sobre todo, ¡déjenos vivir!
Lo que intento plantear es que las palabras, en su mayoría, deberían intentar describir las cosas que representan. Hay palabras como correveidile, tan útil para ir de chisme en chisme y que se entiende por sí sola. No hace falta explicación para saber de qué se trata. ¡Bellísima palabra!
Son ciclos que se cierran con la sensación de que otros mejores se abran, por eso, a veces es bueno recargar el alma de esperanza y pensar en nuevos propósitos para que no sea tan pesado el paso del tiempo. Es legítimo tener ilusiones, aunque lo único ridículo que encontremos sea a nosotros mismos en el espejo.
El café es un líquido en forma de recuerdo. Nos empeñamos siempre en crear historias alrededor de una taza de café. No es el café que ingresa al cuerpo, es lo que pasó en el café lo que nos genera toda clase de memorias.
Fontanarrosa lo dijo mejor que nadie: "Qué me importa lo que hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía". Creo que no hay nada más que decir sino ponernos a rezar al héroe de los domingos, al héroe de los que no tienen nada.