Pues sí. Tal cosa existía. En la Roma antigua, en la época de togas, gladiadores y grandes imperios, existió un derecho muy particular: el llamado ius osculi. En latín suena importante, pomposo, para los mal pensados incluso morboso u obscuro. Sin embargo, el ius osculi era algo mucho más simple y, a la vez, más complicado: era el derecho a besar. O, mejor dicho, el derecho de un hombre a besar en la boca a las mujeres de familia. No necesariamente a la esposa, sino que daba derecho a cualquier hombre a besar a la esposa, hija, prima, cuñada o cualquier mujer de la familia para asegurarse de que no habían tomado vino a escondidas. Pues sí, en eso consistía.
Para ponerlo de una manera sencilla, el ius osculi era la prueba de alcoholemia que tenían los hombres sobre las mujeres en Roma. Este derecho de beso daba la posibilidad al hombre de corroborar si las mujeres habían ingerido alcohol, algo prohibido para las mujeres decentes de aquella época.
Este derecho, impuesto por hombres, hay que entender que se enmarcaba en el contexto de una sociedad machista en Roma, donde todos los hombres podían beber todo el vino que quisieran, pero las mujeres no. El otorgar este derecho a los hombres tenía como intención la de proteger el honor de la familia ya que, si la mujer bebía, se pensaba que podía excederse en los placeres del cuerpo y la carne y mancillar el honor patriarcal. ¡Toda una locura! Según los patriarcas, ellas eran más propensas a cometer adulterio por la desinhibición causada por el alcohol. Si, ¡eso pensaban! Sin lugar a duda esto es sumamente curioso ya que es evidente que el mismo efecto que tenía el vino en los hombres, tenía en las mujeres. Sin embargo, los hombres alegaban en su defensa que tenían más control sobre ellos mismos. Algo que hoy en día es bastante cuestionable.
Por eso, en la antigua Roma los hombres se emborrachaban y las mujeres no podían ni oler vino. Para esto se creó el ius osculi. Así, cualquier pariente podía comprobar que las mujeres de la casa no habían probado el vino y tenían el derecho de besar para verificar si habían bebido.
Sin embargo, había excepciones. La prohibición era para las matronas, las señoras de casa, para las mujeres respetables, pero no para las que trabajaban en tabernas, prostitutas, bailarinas, actrices, cantantes. Esas sí podían beber vino porque siempre viene bien que esas mujeres se desinhibieran.
Otro de os motivos para la creación de este derecho es que se consideraba que tenía relación con los abortos (o como método abortivo) y eso era indigno, sobre todo en una época que era necesario procrear para continuar con el legado familiar. Aunque existía esta creencia, el motivo más importante era el adulterio. No se permitía la promiscuidad que podía generar en de la mujer el consumo del vino, por eso este tipo de controles.
Si se descubría que había bebido, el hombre de la casa llamaba a un tercero para corroborar si la mujer tenía aliento a vino. O para descartar. Esto quiere decir que el tercero también tenía derecho a besar a la mujer, si le autorizaba el hombre de la casa. Las mujeres no tenían la posibilidad de resistirse. Si la prueba de alcoholemia daba positivo, el marido tenía libre albedrío para ejercer un castigo. Es decir, el castigo lo elegía el marido. Podría ser desde encerrarla en un cuarto hasta asesinarla, sin juicio público. Tomemos en cuenta que el derecho que tenía el hombre era sobre todas las mujeres de la casa. Si bien se ha documentado casos de muertes por inanición o a palazos, no era lo frecuente. Lo común era encerrarlas durante un rato.
La restricción a tomar vino duró durante buena parte del Imperio Romano, sin embargo, el derecho de beso lo relajaron un poco. Duró, al parecer, desde 200 AC, hasta 30DC. Es decir, durante la República y primeros años del Imperio. Sin embargo, existió y, hasta donde conozco, no se ha repetido.
Este tipo de prácticas y controles que a veces tiene el derecho, como el derecho de pernada de la Edad Media, no caben. El ius osculi no fue más que otra excusa legal para controlar cuerpos ajenos en nombre del honor propio. Hoy parece ridículo, pero conviene recordarlo para aprender a respetar. El derecho al beso murió hace dos mil años, pero el deseo de legislar sobre la libertad del otro puede seguir vigente. Tal vez el verdadero avance no está en derogar o imponer leyes absurdas, sino en no permitir que se disfracen de nuevas formas. (O)