Desde hace ya un buen tiempo escribo sobre temas coyunturales. El asunto es que cada vez aparecen más y eso, aunque me ayuda a tener un mayor repertorio y seguir escribiendo, creo que refleja una realidad que muchas veces impacta e indigna, pero también puede convocarnos a la reflexión.
Hace unos días vi una escena en redes: un camión que transportaba cerveza se volcó y, de manera inmediata, varios carros que transitaban alrededor pararon. Pero no fue precisamente para ayudar, sino para robar.
Sí, para robar. Porque tomar objetos que no nos pertenecen es robar.
Si buscamos cuántas veces han ocurrido hechos así en Ecuador, notamos que son incontables. Un titular de un diario reconocido de la ciudad cita: "Decenas de personas se sustrajeron botellas plásticas de camión volcado en la avenida Simón Bolívar"; "El camión volcado sufrió el hurto de las botellas azucaradas que transportaba. En el lugar hubo cinco heridos". Esto ocurrió en 2023.
Otro titular más reciente menciona: "Indignante: en la vía Yaguachi-Durán, un camión de cervezas sufrió un accidente y, lejos de ayudar, varias personas aprovecharon para robar". Esto ocurrió el 19 de junio de este año, para ser exactos. En los videos en redes sociales se observa cómo, sin ningún temor a salir en cámara o ser filmados, corren y agarran las jabas de cerveza —todas las que puedan meter o alcanzar en sus vehículos—, y aunque no lo crean, se ve como si estuvieran realizando una "gran hazaña". Es decir, sin ninguna vergüenza.
Me pregunto: ¿cuántas de las personas que se detuvieron pensaron, por un momento, en ayudar a quienes estaban involucrados en los accidentes? ¿O llamaron al 911? Seguro hubo alguien que sí lo hizo. Sin embargo, la noticia que más resalta es la negativa, la que nos vuelve a sepultar como sociedad. Aunque no seamos todos —y quizás sea una minoría—, robar es un acto bajo, en el que me aprovecho del otro para beneficiarme, y en el que el egoísmo prima.
Esto, pienso, es el resultado de algo más profundo y triste: la falta de solidaridad, respeto, honestidad y empatía.
Nuevamente, la empatía y la compasión se ven opacadas por actos así, que son vistos por quienes los cometen como algo que "no está mal". Creo que desde niños nos enseñan a diferenciar lo que es correcto de lo que no lo es. Al menos eso pasaba cuando era niña. Recuerdo que una vez llegué con un lápiz que no era mío —la verdad, no recuerdo si me lo regalaron—, pero mi mamá hizo que lo llevara de vuelta a la escuela y lo devolviera. Solo así se impregnaba en la memoria que eso que no era mío debía devolverlo, y que aquello que es propiedad del otro se respeta. En fin, cosas que hoy creo que se omiten en la crianza. O al menos eso parece.
Y esto sucede en todo entorno social y nivel económico. Pero lo más grave es que nos cuesta reconocer que lo que se hace está mal. Y los mismos que lo hacen hablan de honestidad, se quejan de quienes roban en el país... y así. Quizá nos está haciendo falta mirar más la paja en nuestro propio ojo que en el ajeno.
Lamento escribir de temas así, pero es necesario. Creo que empezaré a realizar campañas en las que los valores se vuelvan a nombrar y a vivir. La escuela puede ser un buen espacio para ello. Porque es necesario que, aunque parezca exagerado, el niño devuelva el lápiz o borrador que cogió —con o sin querer— de alguien, pero que no le pertenece.
Y si vamos más allá, hay que hablar de lo que vale y lo que no. De tener reglas claras en la convivencia. Y esto, además de que debería empezar en casa, debería reforzarse en la escuela.
¿En qué momento dejamos de respetarnos? ¿De sentir compasión por el otro?
Creo que hay una ceguera, y se llama la pérdida de visión de lo bueno y lo malo. (O)