En Ambato, una empresa familiar convierte el cuero en arte y legado. Hoy, bajo el liderazgo de Ricardo Callejas, se honra el oficio que inició su abuelo entre herramientas, moldes y tintes naturales. Él y sus primos son herederos de una pasión que nace con esfuerzo y jornadas interminables en la planta.
En 2024, las exportaciones ecuatorianas de manufacturas de cuero, plástico y caucho superaron los US$ 198 millones y solo el calzado impermeable hasta el tobillo representó US$ 16,6 millones, según cifras del Ministerio de Producción. Parte de estas cifras corresponde a Curtiduría Tungurahua, una compañía que lleva años transformando pieles en cuero de alta calidad para la industria nacional e internacional.
Nuestra primera parada en la "ciudad de los tres Juanes" fue en su planta. El olor característico del curtido impregna el aire y las pieles ya tratadas cuelgan en alto para secarse, tras haber pasado por un complejo proceso de lavado, curtido, teñido y ablandamiento. Estar en una curtiduría es una experiencia intensa, casi coreográfica, que revela el nivel de tecnificación y rigurosidad que requiere esta industria. Pero, ¿cómo llegó esta empresa ambateña a formar parte del mapa exportador del país?
Curtiduría Tungurahua tiene sus raíces en 1939, cuando Ricardo Callejas Vásconez, un visionario ambateño, adquirió una fábrica que ya funcionaba con este giro de negocio y la convirtió en el punto de partida de un legado industrial que hoy suma 86 años. En aquel entonces estaba ubicada en la avenida Bolivariana. Tuvo el respaldo de sus nueve hijos y familiares, que conformaron una base accionaria. En 2008, Curtiduría Tungurahua se trasladó a un parque industrial. Adquirieron un terreno de 7.000 metros cuadrados —con 5.000 metros cuadrados de construcción— y entre 2010 y 2012 invirtieron más de US$ 10 millones en infraestructura y maquinaria, sin detener nunca su producción.
En la actualidad, importa un 90 % del cuero ya curtido en estado wet blue, que luego pasa por las etapas de recurtido, teñido, engrase y acabado. El 10 % restante se procesa desde cero, lo que incluye el pelambre y remojo. Sus subproductos, como el pelo bovino, se destinan a industrias de colágeno y juguetes para mascotas. Nada se desperdicia.
A mediados de los años sesenta, la segunda generación tomó la posta con una mirada más técnica. Ricardo Callejas Chiriboga, hijo del fundador y padre del actual presidente, viajó a Alemania para especializarse en química aplicada a este proceso. A su regreso, en 1965, se integró a la planta junto a su hermano Gonzalo y su padre; dieron inicio a una etapa de modernización e innovación con la tercera generación a la cabeza. Cuenta con 136 colaboradores directos y decenas de familias que dependen del ecosistema productivo que construyeron.
Una curtiembre es el lugar donde se transforma una materia orgánica y perecible, como la piel de res, en un material resistente, durable e inorgánico. Según Callejas, si no existieran curtiembres, el mundo tendría que lidiar con toneladas de residuos provenientes de la industria alimentaria. Por eso, esta actividad además de tener un peso económico, tiene una dimensión ambiental. Hace más de dos años, la organización forma parte del Leather Working Group (LWG), una de las certificaciones internacionales más exigentes en sostenibilidad, calidad y responsabilidad social. Más de 2.200 proveedores del mundo tienen este aval, están presentes en más de 60 países y cubren el 30 % de la producción global de cuero acabado.
Para lograrlo, esta familia implementó procesos con químicos biodegradables, normas estrictas de manejo ambiental y una planta de tratamiento que garantiza que cada etapa de producción minimice su huella. Esta certificación elevó su estándar operativo y abrió las puertas para exportar a más de 25 países que se alinean con las exigencias globales de trazabilidad y consumo responsable.
En esta compañía las pieles son una pasión de familia. Esa convicción guió cada decisión durante décadas e impulsó una evolución técnica que permite exportar entre uno y dos contenedores mensuales a mercados como Alemania, Italia, España, Portugal, Estados Unidos, Israel y hasta Rusia. Produce alrededor de 25.000 lados de cuero al mes (más de 12.000 vacas) y tiene una capacidad instalada de 35.000. Cerca del 70 % se destina a la exportación, principalmente para calzado. En 2024, esta firma tuvo ingresos por US$ 10,2 millones; este 2025 proyectan alcanzar los US$ 12 millones. Además, compite de tú a tú con curtiembres de gran escala. Una muestra de ese alcance es el nubuck color trigo que producen —un cuero suave y arenoso— es el mismo que usan marcas reconocidas como Panamá Jack o Westland para sus icónicas botas.

Para quienes dirigen Curtiduría Tungurahua, "el cuero es salud", dice Callejas. Afirma que todos sus zapatos son de este material y defiende su uso frente a alternativas sintéticas que —según explica— no permiten la respiración del pie y pueden causar afecciones.
Aunque el Ecuador es productor de carne, solo el 10 % de las pieles se faenan y cumplen con los estándares de la curtiduría, dice el ejecutivo. La razón está en el origen, el mal cuidado del ganado, la falta de desparasitación, las cicatrices por alambres de púas o marcas de fuego deterioran la piel antes de llegar a la fábrica. Por eso, actualmente importan entre seis y siete contenedores mensuales de cuero crudo desde Brasil —su principal proveedor—, así como desde Uruguay, Chile, Colombia y ocasionalmente Estados Unidos.
Esta tercera generación asumió el liderazgo con una mezcla de orgullo y responsabilidad por aquellos que levantaron este negocio. En un país donde más del 90 % de las empresas son familiares, lograr continuidad no es sencillo, según Ricardo. Para ellos, la honestidad, respeto, confianza ganada y una distribución de roles es clave. "El apoyo incondicional de todos los accionistas, mis tíos, nos han dado la responsabilidad y gracias a eso hemos salido adelante".
El futuro de Curtiduría Tungurahua se sigue escribiendo. Será el resultado de decisiones aún por tomarse, quizá con nuevas generaciones al mando y con nuevos caminos por explorar. Lo cierto es que esta empresa ambateña seguirá dejando huella. "Es un oficio difícil, exigente, pero noble". (I)