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amigos de la infancia
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Cuando nos reunimos sacamos lo mejor de nuestras vidas, porque nos traslada al mejor colegio del mundo, al de cada uno, a aquel momento en el que, sin saberlo, éramos muy felices.

24 Septiembre de 2025 12.08

Hay cierto tipo de encuentros que superan cualquier clase de sacrificio. Uno de ellos es reunirse con los amigos de la infancia. Este tipo de encuentros tienen la particularidad de la voluntariedad. La gente se reúne porque quiere y no porque le obligan. Son reuniones donde la única sorpresa es, probablemente, el paso del tiempo.

El que quiere estar ahí es porque verdaderamente necesita volver a disfrutar de lo que es la amistad. No son encuentros para conocerse. Quizás para reconocerse y volver a actualizar las caras, las panzas, las calvicies, el deterioro o, en otros casos, el buen trabajo del cirujano plástico. ¡Hasta las anécdotas son las mismas!: "te acuerdas cuando pasó tal cosa". Nadie quiere impresionar a nadie porque, aunque el tiempo pasa, es una amistad atemporal, incondicional y verdadera. Jamás se discute ni se reniega. Casi nunca da vergüenza y genera una sensación de confianza, de sentirse bien porque no hay que fingir. La amistad verdadera tiene olor a primera vez, a valentía, a inocencia y alegría de infancia. La única amistad que genera vínculos indestructibles es la que hacemos en el colegio. Eso es lo que vuelve especial a este tipo de encuentros. 

No sé si nos pasa a todos, pero no creo en el tipo de amistad que ocurre después de los siete años. Pueden ser conocidos, pueden ser compañeros de trabajo, pueden ser socios, pueden ser colegas. Pero no amigos de la infancia. Podemos tener grandes amigos en la vida, qué duda cabe, pero carecerán de la esencia de las amistades que se construyen mientras jugamos.

Esta amistad absoluta tiene mucho que ver con otras cosas: la casa del otro que es como la tuya, la familiaridad de abrir la refrigeradora como si fuera tu casa. Te tiras en una cama ajena como si fuera tu propia cama. Abres los cajones y usas ropa que te queda antes de ir de fiesta. Son excesos que se dan en espacios de extrema confianza, intimidad, inocencia y amistad sin horario. 

Por eso los amigos del colegio son únicos. Es algo que no se da en otros lugares ni en otros mundos. Es algo mucho más completo que sentarse en la banca de a lado, porque la amistad no necesita frecuencia, como decía Borges. Tengo íntimos amigos a los que veo tres veces al año... y a otros que veo luego de treinta. Pero siguen siendo amigos. Miren ustedes lo milagroso de este tipo de amistades. Nunca piden nada a cambio, porque al final siempre están.

Por eso tengo un respeto irracional a los amigos de la primera infancia. Hay gente con la que tengo recuerdos lúcidos, limpios, que tienen más de 35 o 40 años. Con esta gente no hay posibilidad de aburrimiento, es como hablar con uno mismo, pero en voz alta. Al día siguiente no sabemos si alguien lo dijo o lo pensó. Pero es tanta la compenetración que ni siquiera importa. Y esa, precisamente, es la clase de amistad que a mí me encanta. Al final del día, ese es otra razón que provoca los encuentros entre amigos de la infancia.

Caetano Veloso dice que "nadie de cerca es normal". Por supuesto que no. La complejidad de la identidad humana es tal que, si nos ven de cerca, terminamos siendo todo lo que no somos en apariencia. Y ahí es donde se descubren trocitos de amigos de la infancia. Porque esa cercanía también se construye alrededor nuestro. Repetimos palabras, gestos, ideas producto de la influencia de amigos que también nos fueron educando y con quien aprendimos a vivir. Por eso estoy convencido de que no soy solo yo, llevamos por nuestras vidas un poco de todas aquellas personas con las que crecimos. Y somos lo que somos gracias a lo que vivimos juntos. Fueron nuestras circunstancias y eso es justamente lo que nos hace mejores personas. Fueron los que nos vieron de cerca y no huyeron.

Años después, debemos declarar nuestra victoria sobre la constancia de estar aquí a pesar de las circunstancias de cada uno (y también sobre las espinillas). Cuando nos juntamos, descubrimos que esta es una hermandad, que es gente que nos acompaña todo el tiempo, aunque a veces no estemos juntos, porque cuando estábamos en el colegio, creábamos, como diría Fito Páez, "recuerdos que no voy a borrar. Personas que no voy a olvidar...". Que nos sacan una sonrisa, que nos llenan de nostalgia y de alegría pero que representan la verdadera esencia de una amistad. 

Sigamos creando recuerdos con la misma gente y con la necesidad de seguir juntos (aunque no haya continuidad), porque de eso se trata la amistad. Porque cuando nos reunimos sacamos lo mejor de nuestras vidas, porque nos traslada al mejor colegio del mundo, al de cada uno, a aquel momento en el que, sin saberlo, éramos muy felices. (O)

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