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De Instagram a facturar US$ 1,1 millones

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Lo que empezó con un pequeño lote de cremas coreanas se transformó en una empresa con cinco puntos de venta, un portafolio de 90 productos, una marca propia y presencia regional. Lavuu es el resultado de decisiones en un mercado que no deja espacio para improvisaciones.

A Dayana Fernández siempre la acompañó una certeza silenciosa, que la vida, incluso cuando se quiebra, encuentra la forma de empujar a quienes están dispuestos a escuchar y saber entender sus señales. "Cuando tienes un sueño, no lo opaques. Las señales están ahí. Solo hay que verlas", afirma mientras repasa los últimos años de su vida con Forbes.

Desde niña, su carácter dejaba pistas del camino que vendría. Le gustaba organizarlo todo, fue presidenta de curso, secretaria, estaba en todos los bailes y eventos. "Siempre fui mandona". En cuarto grado, las visitas a un orfanato en el centro histórico con las monjitas de su colegio le marcaron. "Entendí lo importante que es ser solidaria. Ahí nació mi sentido de propósito".

Ese propósito, años después se convirtió en Lavuu, un negocio que factura más de US$ 1 millón de al año. Pero llegar allí, costó algunas lágrimas, tropiezos y decisiones que cambiaron el rumbo de su vida.

El origen inesperado de Lavuu

Todo empezó de forma casual. Sus amigas comenzaron a preguntarle sobre cremas coreanas. Sorprendida por la curiosidad, decidió grabar videos tutoriales en redes sociales para explicar las rutinas de skincare. Sus compañeros coreanos le enviaron un pequeño lote de US$ 400 de cremas, que se vendió en días. 

El gran salto llegó cuando decidió viajar a la K-Beauty Expo en Seúl. "Mi mamá me veía tan deprimida, que me prestó su tarjeta de crédito. En la feria conseguí proveedores, hice contactos y regresé a Quito con una deuda de US$ 7.000". Ese viaje le abrió los ojos a un mundo gigante, del que, sin darse cuenta era ya era parte.  Así fue el origen de Lavuu que significa Love yourself more.

En semanas pagó la deuda y realizó una nueva compra, esta vez de US$ 15.000 y 15 marcas. Las ventas eran por Instagram y la sala de su casa se convirtió en bodega. Pese a la pandemia, cerró 2020 con ventas de US$ 200.000.

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Esta quiteña de 42 años encontró su rumbo. En 2021 estaba lista para dar otro salto. Necesitaba un punto de venta físico. "Una tarde caminaba por el Quicentro, alguien dejó abierta la puerta de las oficinas administrativas, literalmente me metí, pedí información y el resto fluyó solo".  Tres meses después inauguró su primera isla con una inversión de US$ 10.000. En aquel momento, tenía una base de datos de 20.000 clientes en su sistema contable. Seis meses después abrió en Guayaquil.

Hoy cuenta con cinco puntos de venta y en 2026 abrirá en Cuenca. Importa alrededor de US$ 300.000 al año, maneja ocho marcas coreanas, con un portafolio de 90 SKU con nueve proveedores. En 2024 los ingresos fueron de US$ 1,1 millones. Su filosofía fue clara desde el inicio. "Si quería entrar a cadenas, sabía que debía fijar precios que soportaran un 40% de margen. No he variado casi nada mis valores en cinco años".

La historia de Dayana Fernández no es la de un crecimiento explosivo, sino inteligente. Un camino tejido con intuición, disciplina, riesgo, sensibilidad y visión.

Pero no todo fue aciertos. "Fui estafada en US$ 30.000 por una empresa coreana que nunca me envió el producto. Me quebré y lloré de rabia, me sentí tonta por confiar".

Luego un proveedor clave de sus serums estrella puso trabas y condiciones. "Era el momento de sacar mi propia marca, elaborada en Corea del Sur".

Dayana no dudo. Se mudó por dos meses a Seúl. Trabajó más de 10 horas diarias en pruebas, errores y ajustes con los expertos.  Con US$ 100.000 y mucho esfuerzo nació 'Be My Glow by Lavuu'.

Su marca propia ya se vende en República Dominicana, El Salvador y Colombia. Además, abrió operaciones en México con una socia. Por ahora venden en línea y con distribuidores locales. Este año proyecta una facturación de US$ 1,5 millones.

Fuera del trabajo, su fortaleza está en el océano. "Tres o cuatro veces al año voy a las Galápagos y a la Isla de la Plata. El mar me limpia y me refresca, sobre todo cuando tengo que tomar decisiones importantes".

Dayana estudió Administración de Empresas en la Pontificia Universidad Católica de Quito. Su primer trabajo fue de cajera medio tiempo en Servipagos. En 2007 ingresó Banco de Guayaquil, como gestora financiera. "Manejaba portafolios de US$ 10 millones y a los 26 años fui jefa de agencia.  En 2012 se abrió una oportunidad en Citi. "Al ser Banca corporativa internacional descubrí que el mundo era más grande que mi oficina. Negociaba en inglés, bajo presión, una experiencia retadora y muy competitiva". 

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Soñaba con estudiar un MBA en Australia. Aunque fue aceptada en la universidad, el Senescyt le negó la financiación para programas de negocio. "Sentí morirme, lloré muchas noches. Un día un amigo me dijo: 'Aplica a Corea del Sur', mi carpeta estaba lista y fui aceptada".

Dayana afirma con seguridad, que a veces la vida te marca el destino, sin que te lo imagines. "Corea me rompió y me reconstruyó". El shock cultural fue inmediato. 

Vivía en un dormitorio con tres coreanas que hablaban entre ellas, en un idioma que no comprendía. La comida, los olores, el clima, las reglas sociales se convirtieron en pruebas diarias.

Mientras estudiaba, trabajaba en la biblioteca y como tutora de pregrado. En cada feriado agarraba su mochila y se lanzó a explorar Asia. "Lo único que me faltó conocer fue India". En esos viajes descubrió su conexión con el agua y entendió que el mar siempre sería su refugio interno.

Hizo pasantías en la embajada de Ecuador en Seúl y luego trabajó para Robert Walters, una consultora británica. Para entonces, Corea del Sur ya la había deslumbrado y estaba decidida a quedarse a miles de kilómetros de Quito. "Me defendía con el coreano lo suficiente para movilizarme y pedir un café".  El camino no era sencillo. "Es una sociedad cerrada, machista, viví bullyng". Terminó su contrato, volvió a viajar, buscó trabajo, se comió sus ahorros. La ansiedad la golpeó con fuerza. Entró en crisis, regresó a Ecuador con la idea que sería solo por unos meses. El resto es parte de esta historia... (I)

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