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Cuando el populismo de corte socialista va ganando cancha, también se gesta en el mundo un populismo de extrema derecha con rasgos de totalitarismo "nazi-fascista" igual de peligroso. No nos dejemos engañar por ninguno de los dos.

29 Mayo de 2024 09.55

Nos aventuramos hoy hacia un tema en extremo escabroso. Interesa el enfoque filosófico tras los acontecimientos más horrendos del siglo XX, y fatídicos en la historia de la humanidad, como fueron los generados por el nazismo. Concebido y ejecutado por A. Hitler y su camarilla en un país en que a lo largo de su historia ha primado el pensamiento racional. Paradójicamente, sin embargo, son pocos los filósofos que han emprendido en el análisis ontológico de un régimen que pretendió la aniquilación de todo un pueblo. No estamos ante ideología alguna, pues el nazismo no lo es, pero frente a medidas y prácticas amalgamadas en forma maligna tendientes a un resultado diabólico. Sus cimientes están en el fascismo italiano, que también lo son para la falange española. Tres vergüenzas del hombre.

¿Cómo pudo darse el fenómeno en una nación que, como la alemana, ha sustentado históricamente su desarrollo humano en la razón? En la tradición racionalista alemana, lo primordial es no abstraerse de la realidad. Esta impone la necesidad de reflexionar al amparo de ideas lógicas. La respuesta viene dada por la habilidad del régimen para “despersonalizar” al hombre. Los “pensadores” del nazismo elaboraron en conceptos destinados a despojar a las personas de sus atributos de cordura, dignidad, identidad y autonomía moral. No solo en representación metafísica mas también antropológica. 

Ello nos lleva a H. Arendt (1906 – 1975), filósofa alemana de ascendencia judía que al huir del nazismo se nacionaliza estadounidense. Refiere que los nazis no pensaban que los alemanes eran una “raza de señores” a la que pertenecía el mundo. Sostenían, más bien los nazis, que los alemanes eran una nación “llamada a ser dirigida por una raza de señores”. Esta es una clara manifestación del proceso de desracionalización del actuar humano hasta convertirlo en nada humano, funde filosófico primario del nazismo. Al partir de esta “consideración” los nazis despreciaron todo lo que no personificaba “su” raza, no solo al pueblo judío. Racismo no es necesariamente el orgullo de la raza propia pero la descalificación de otras.

La despersonalización filosófica del ser humano se concretó en un esquema jurídico – Derecho Positivo – que violentó básicos principios del Derecho Natural. Los ideales de justicia fueron acomodados a aquellos de la “doctrina” nazi. La conciencia como elemento esencial de la Filosofía del Derecho fue sustituida por la conveniencia coyuntural. Los juicios de Nuremberg dieron origen a una nueva aproximación a la problemática. Como estudiosos del derecho, ciertamente nos inclinamos más hacia el primero que al segundo, pero no podemos dejar de reconocer que el iusnaturalismo fue imprescindible para juzgar a los dirigentes nazis. 

Algunos filósofos denominan “razón instrumental” a la “racionalización” nazi orientada a sus indignos fines. Es decir, emprendieron en un proyecto de concepción de la razón como instrumento de dominio. Todo régimen tiránico busca subyugar a los pueblos con el propósito de imponer su imperio, normalmente identificado con una ideología. Si bien el nazismo, según lo asentado, no es una ideología, sí que persiguió la imposición de una nueva noción de poder político tanto al interior de Alemania como al de toda Europa. Franco aplicó la lección. En palabras de T. Jefferson, uno de los padres de la nación estadounidense, tiranía es cualquier modalidad de opresión ejercida sobre el cuerpo y la mente de los hombres.

La instrumentalización de la razón por los nazis fue llevada al extremo. Lo hicieron partiendo de la fundamentación más desquiciada que pueda elaborarse, como fue desconocer la cualidad de personas de todo el pueblo judío. El nazismo no reclamó apremio sobre los judíos pero su absoluto aniquilamiento. La “solución final al problema judío” se plasmó en una serie de “instrumentos” de orden legal, político, social y económico… los cuales giraban en torno a la “razón filosófica” del régimen nazi.

Se imputa a M. Heidegger, tal vez el mayor filósofo del siglo XX, de ser uno de los pensadores de cuyas ideas Hitler, al menos, se aprovechó. Entre estas sus teorías sobre la fenomenología y la falsedad. Para el catedrático de la Universidad de Friburgo, la falsedad y el ocultamiento son inherentes a la naturaleza misma de la verdad. Por tanto, concluye en que el “desocultamiento” que revela, también oculta. Interpolando ello, se adhiere al totalitarismo para emprender en contra del comunismo, y por ende parece justificar al nazismo.

Cuando el populismo de corte socialista va ganando cancha, también se gesta en el mundo un populismo de extrema derecha con rasgos de totalitarismo “nazi-fascista” igual de peligroso. No nos dejemos engañar por ninguno de los dos. (O)

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