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¿Por qué somos tan propensos a creer en mentiras?

Esteban Ortiz

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Las elecciones y los políticos son un lugar común a la hora de mentir. No solo en Ecuador, sino a nivel mundial. Otto von Bismarck decía que “nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería”.

18 Enero de 2023 15.06

El ser humano tiene un talento natural para engañar. Sin duda, es un rasgo humano tremendamente arraigado y en este espectro caemos todos. Tanto para mentir como para creer en mentiras. Y cuando digo todos es todos (inclusive algún despistado y cándido candidato, en ese entonces, a la presidencia que dijo que no mentía siendo esa, de por sí, una mentira). Este rasgo es de la esencia del hombre, así como la honestidad y la honradez que es lo recomendable. 

Es un hecho que la historia de la humanidad ha estado plagada de mentirosos profesionales y otros no tanto. Pero podría decirse que mentir es humano. ¿Por qué lo hacemos? Quizás como un mecanismo de defensa, como el camuflaje en los animales, como un mecanismo para sobrevivir. Desde luego que existen tantos motivos como mentirosos, pero básicamente, los más trascendentes por su afectación social van de la mano de los estafadores, los impostores y, por su puesto, de los políticos fanfarrones. No voy a entrar en detalles y minuciosidades que no nos importan, no soy Shakira, claramente, sino que existe un hecho relevante como es la campaña electoral que vale la pena tomar en cuenta.

Las elecciones y los políticos son un lugar común a la hora de mentir. No solo en Ecuador, sino a nivel mundial. Otto von Bismarck decía que “nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería”. Se ha vuelto costumbre que políticos farsantes mientan descaradamente solo para desprestigiar a su opositor o candidatos cuentistas que quieren falsear la realidad, a pesar de que llevan un grillete en el talón

Parecería que todo vale para desprestigiar a un adversario. Se ha vuelto común que a través de ataques se desestabilice al candidato con el fin de influir en el electorado a través de noticias que vuelan gracias a las redes sociales, que es un mecanismo que amplifica en cuestión de segundos ideas o verdades sospechosas que buscan confundir a un público ávido de noticias. Antes, cuando existían las revistas del corazón, el fenómeno de la venta de marcas como Hola o Cosas se daba para ver quién había salido en la página central de sociales. No como las revistas Playboy o Soho, que se vendían ¡por el contenido de sus artículos! Si bien se difundía la información que contenía, pero el impacto de las revistas o periódicos era otro. Hoy, el nivel de contaminación es inmediato y las redes sociales pueden traer mucha desinformación.

Por eso, el uso y la construcción de un nuevo sistema desinformativo genera un culto a la mentira. Hay que tener cuidado de lo que miramos (o miran nuestros hijos), las noticias que recibimos, la información que absorbemos, lo que replicamos, los likes que ponemos. ¿Por qué somos tan propensos a creer en mentiras? Porque es más fácil sospechar y aceptar una afirmación extravagante que profundizar en entender las causas que lo crean. Porque buscamos el escándalo, la farándula, el amarillismo, el populismo, el sensacionalismo, el chisme. 

Existe un nuevo culto a la mentira, por eso hay que tener cuidado. Los políticos embusteros o las fuerzas detrás de agendas poderosas intentan imponer una verdad. La época de la post verdad viene así, con mentiras que hay que intentar identificar, aunque sea una tarea difícil. El que controla el discurso y lo posiciona, no importa a qué precio, es el que domina la verdad (aunque sea una mentira). Este truco muchas veces es usado por partidos políticos mafiosos para imponer sus tesis, algunas autoridades para defender sus políticas, periodistas inescrupulosos para captar clientes. En fin.

El gran Barack Obama decía que “aunque para muchos de nosotros la búsqueda de noticias en las redes sociales es una ventana que se abre sobre el océano infinito de internet, nadie nos dice que esa ventana tiene ahora los cristales empañados y sucios, y ofrece una visión deformada de una realidad saturada de engaños y de sutiles manipulaciones. La mayoría de las personas aún confían en los buscadores de internet y en las redes sociales como fuentes principales de novedades primarias y de informaciones. Pero esas plataformas sociales ahora están debilitando las democracias a pasos agigantados porque, en realidad, difunden en forma masiva teorías de la conspiración, discursos de odio y mensajes extremistas”.

El objetivo de las fake news es manipular nuestros sentimientos e incidir socialmente a través de la desinformación. Seamos más inteligentes que eso y no nos dejemos engañar. Más en época de elecciones. (O)

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