Mucho antes de que la palabra "sostenibilidad" se colara en nuestro vocabulario diario, Antoine de Saint Exupéry dejó un manifiesto poético y sereno sobre cómo cuidar el mundo. En El Principito —la obra francesa más traducida del mundo, con más de 600 versiones oficiales y más de 300 millones de ejemplares vendidos—, el joven príncipe de cabellos dorados cuida con esmero el asteroide B-612, rastrilla los volcanes para que no estallen, arranca los baobabs antes de que destruyan su planeta y protege a su amada rosa del viento y el frío.
Escribió la novela en 1942, en Long Island, y apareció publicada un año después. Con el paso del tiempo, esa historia breve cobró aún más sentido. Saint Exupéry, además de escritor, fue piloto pionero y héroe de la Segunda Guerra Mundial. Ya en aquel momento se hacía una pregunta que todavía nos incomoda: ¿cómo habitamos la Tierra?
Su ficción propone detenernos a pensar en el tiempo, en el espacio, en la responsabilidad y en la belleza frágil de eso que llamamos hogar. Para Saint Exupéry, la ecología no se limitaba a los árboles o al cielo. Incluía también a las personas. Entendía el medio ambiente como un espacio común donde conviven ciudades, economías, sociedades y almas.
El Principito, símbolo persistente de la cultura francesa y de valores humanistas, se transformó en un embajador que cruza generaciones y fronteras. Un defensor inesperado, pero necesario, de este mundo que habitamos.
Las advertencias de Saint Exupéry fueron claras: las catástrofes del futuro solo podrían evitarse si aprendíamos a vivir de otro modo, a consumir con moderación y a valorar lo que heredamos. En su libro Sauvons la Planète du Petit Prince (Salvemos el planeta del Principito), el escritor e historiador francés Jean-Pierre Guéno analiza cómo la obra de Saint Exupéry transmitió un mensaje ambiental que dialoga con nuestro presente. Habla de una "ecología total" que exige dejar de lado los impulsos egoístas para preservar el futuro de la humanidad.
Esa filosofía sigue viva a través de la Fundación para la Juventud Antoine de Saint Exupéry, que encabeza su delegado general, Nicolas Delsalle. La fundaron en 2009 los herederos del autor y su tarea apunta a darle herramientas a jóvenes en situación de vulnerabilidad de distintos lugares del mundo. El objetivo es que puedan transformarse en ciudadanos activos el día de mañana. Pero también hay una dimensión ambiental en su misión.
François d'Agay, sobrino de Saint Exupéry y expresidente de la Fundación, explicó en una entrevista el sentido del accidente aéreo que vivió el escritor en 1935 en el Desierto de Libia, junto a su mecánico y navegante André Prévot: "Esta dura prueba del Sahara es importante. Revela una realidad: la importancia de las contingencias materiales necesarias para nuestra existencia en el planeta. Somos muy dependientes de la tierra. Pero nuestra libertad siempre está presente. La Fundación tiene como objetivo ayudar a los jóvenes moralmente a adquirir una cierta cultura general, que es una apertura al mundo, y materialmente proporcionando asistencia financiera a organizaciones caritativas en el campo de la educación".
La Fundación sostiene esa doble misión: ofrecer apoyo material para la educación y, al mismo tiempo, fortalecer la conciencia moral y cultural. "Los jóvenes deben tomar conciencia de lo que sucede a su alrededor, de la existencia, de la ecología, a la manera de Saint-Exupéry, que es quizás una forma más humana de comprender y tomar conciencia de nuestro entorno", afirmó d'Agay.
Con un comité de mecenazgo encabezado por Claudie Haigneré —exministra francesa y primera astronauta europea—, la Fundación reúne voces de la ciencia, la aeronáutica y la cultura. Los legendarios navegantes franceses Thomas Coville y François Gabart suman su espíritu aventurero, mientras que Bertrand Piccard, pionero de los vuelos solares, colabora frecuentemente en iniciativas que acercan a los jóvenes a la acción ambiental. Todo, bajo el mismo espíritu que dejó El Principito.
Este año, para celebrar el 125° aniversario del nacimiento de Saint Exupéry, el centro de arte digital Atelier des Lumières, en París, abrió una experiencia inmersiva dedicada a El Principito, en colaboración con Antoine de Saint Exupéry-d'Agay Estate. Creado por Culturespaces, el espacio invita a visitantes de todas las edades a un viaje de ensueño entre las estrellas.
La muestra da vida a las acuarelas delicadas y a las palabras poéticas del autor. Las ilustraciones y reflexiones de Saint Exupéry se proyectan sobre paredes y suelos, envolviendo a los espectadores en un universo donde la imaginación manda. Rosas parlantes florecen, zorros susurran sus secretos, serpientes se deslizan con misterio y los asistentes atraviesan dunas de desierto y campos de hierba, saltando de planeta en planeta como si el tiempo y el espacio no existieran.
Sumergidos en esa atmósfera lírica, los visitantes caminan junto al Principito en su búsqueda de comprender y conectar con el mundo que lo rodea. Como le recuerda al narrador: "Es una cuestión de disciplina... Cuando termines de lavarte y vestirte cada mañana, debes cuidar tu planeta". Y quizás ahora, más que nunca, el mundo necesite seguir ese consejo.
Nota publicada por Forbes US