Nos guste o no, las casas personalizadas hablan de quienes las habitan. No lo hacen con palabras, pero el mensaje se entiende sin esfuerzo. Una biblioteca que ocupa toda una pared revela que ahí vive alguien que lee mucho. Un putting green en el jardín deja claro que hay alguien obsesionado con bajar el hándicap. Y después están las rarezas. ¿Luces de discoteca en la ducha? Que esa persona se quede con sus secretos.
Cuando el dueño es una celebridad, el mensaje se vuelve todavía más evidente. En la mansión hecha a medida en Orlando del gigante del básquet Shaquille O'Neal, las puertas miden, naturalmente, dos metros de alto. En Toronto, no llama la atención que la casa de Drake tenga un estudio de grabación profesional.
Siguiendo esa lógica, ¿qué se espera encontrar en la casa personalizada de Chris Pratt y Katherine Schwarzenegger, en Pacific Palisades? Para los fans de la pareja, las respuestas son bastante obvias. Pratt, protagonista de megafranquicias, sin duda necesitaría una sala de proyección. Y la tiene. Está al lado del living, lo suficientemente cerca como para repasar una película con atención. Schwarzenegger, autora superventas del New York Times, necesita un lugar tranquilo para escribir. Y lo tiene. Una oficina rodeada de muebles empotrados y rincones de lectura en el patio trasero la espera para leer, investigar y trabajar.
Como casa de una de las estrellas de cine más taquilleras del mundo, era de esperar que no faltaran las comodidades. Y no faltan. Una bodega vidriada se conecta con el comedor principal. La piscina, de agua salada, incluye una plataforma Baja, chorros de agua y un jacuzzi para disfrutar de baños más cálidos. También hay una media cancha de básquet lista para jugar en cualquier momento. La cabaña junto a la pileta funciona como una casa en miniatura, con cocina completa, horno para pizza y una parrilla al lado.
Otros espacios reflejan las prioridades conocidas de la pareja. La planta alta responde a la rutina de entrenamiento, muy documentada, de Pratt: tiene un gimnasio y un sector completo dedicado a la recuperación. Hay un spa, piletas de agua fría y caliente, baño de vapor y sauna. La distribución de la casa —con seis dormitorios y amplias áreas comunes— acompaña la imagen familiar que ambos proyectan.
Una última pista disipa cualquier duda: la privacidad. La propiedad está ubicada en un exclusivo barrio cerrado, en lo alto de las colinas, y además cuenta con portones propios. Altos setos rodean la parcela de casi una hectárea, dispuestos en capas que bloquean las miradas curiosas sin tapar la vista. En los días despejados, el horizonte llega hasta el Pacífico y el Collar de la Reina. Por la noche, un arco de luces costeras recorre la bahía.
Ahora que la propiedad está a la venta, ya no hace falta imaginar.
Terminada en 2021, la casa toma elementos del estilo californiano informal, pero les da un giro propio. La paleta de colores es cálida y transmite una sensación táctil: piedra y madera en tonos neutros y serenos. Los grandes paneles de vidrio se retraen por completo, permitiendo que el interior fluya hacia el exterior sin interrupciones.
También hay detalles que rompen con lo previsible. Los pasillos de entrada se elevan hacia bóvedas de arista, que le dan cierta solemnidad al paso diario. En la cocina, estructuras metálicas sostienen paneles de vidrio que forman alacenas espaciosas sobre las mesadas. El living principal se abre hacia un techo de quince metros, coronado por una claraboya central. La luz solar se desliza por las paredes durante todo el día. En las tardes despejadas, las aves proyectan sombras fugaces sobre el piso.
Es en esa calma donde la casa empieza a contar su propia historia. El cine remite al mundo en la pantalla, pero también funciona como escenario de una noche de películas en familia. El gimnasio, ubicado sobre el garaje, podría parecer sacado de una tapa de Men's Health, aunque también podría recibir con la misma naturalidad un par de zapatillas de ballet. Los espacios comunes, tanto adentro como afuera, están pensados para llenarse seguido y con facilidad. No hacen falta premios ni fama. Porque, por más legendarias que hayan sido sus últimas dueñas, la próxima historia que se escriba entre estas paredes será de quien venga después.
Con un precio de venta de US$ 19,99 millones, la propiedad ubicada en 1362 Bella Oceana Vista está representada por Shana Tavangarian y Zac Mostame, de Carolwood Estates. La firma forma parte de Forbes Global Properties, una red internacional de inmobiliarias de primer nivel que opera solo por invitación y es el socio exclusivo de Forbes en el rubro.