Forbes Ecuador
Karl Egloff Quito - Ecuador
Lifestyle
Share

El ecuatoriano-suizo Karl Egloff, a sus 41 años, es el Lionel Messi, el LeBron James, del speed climbing. Sus logros son extraterrestres. Sube y baja coronando montañas a toda velocidad. ¡A pie!, por si no queda claro. Le faltan dos cumbres para vencer a las Seven Summits, las más altas del mundo. En 2023 irá por el resto, incluida el Everest. ¿Don o trabajo exigente? Este 'monstruo' nos cuenta sus secretos y cómo pueden aplicarse a cada aspecto de la vida de cualquier persona para conseguir sueños.

19 Septiembre de 2022 05.55

Siempre quise conversar con Karl Egloff y saber cómo hace para correr tan rápido de arriba a abajo en las montañas y que parezca un juego de niños. Yo alguna vez también hice algo de trail running y por eso tengo una idea muy remota de lo durísimo que es esta actividad. Así que cada vez que leía sobre algún nuevo logro de este superatleta, me convencía aún más de que en mi próxima vida me gustaría reencarnar como Karl Egloff. Cuando aceptó reunirnos, con una sencillez y amabilidad que me dejó boquiabierto (uno siempre cree que estas estrellas jamás descienden del Olimpo), traté de mentalizarme para no hacer preguntas cliché. Creo que cometí un par de errores, pero él, sin dejar su amabilidad y sonrisa, me las contestó igual. A una de ellas: “Sí, como 30 huevos a la semana, amo los mariscos. Y nunca salgo de farra”.

Si te llamaras José o Manuel quizás hoy todos los ecuatorianos tendríamos camisetas, jarros, adhesivos, estampitas tuyas. Eres uno de los ecuatorianos que más ha dejado en alto el nombre del país y, sin embargo, no mucha gente sabe de ti. Contémosles.

En Suiza, mi nombre es como llamarse Juan Pérez, es muy común. Soy el cuarto Karl Egloff en la descendencia de mi familia. Mi padre es helvético, nació en un pueblo de cinco vacas, realmente metido en las montañas. Y mi madre nació en Ambato, pero tuvo un padre suizo y, por ende, obtuvo esa nacionalidad. Cuando era jovencita, antes de los 18 años, se subió en un barco bananero y navegó por dos meses para llegar a un pueblito suizo, también de cinco vacas, que, curiosamente, estaba al lado del de mi padre. Se conocieron, se flecharon y vinieron, ambos guambritos, de 18 años, de vacaciones a Ecuador. Mi papá, obviamente, al llegar a Quito, se enamoró inmediatamente de las montañas. Y se quedaron, viviendo con lo mínimo y produciendo juguetes y muebles en general. Además, en temporada alta, mi padre llevaba suizos y austríacos a la montaña. Soy el tercero, tras mis dos hermanas. Mi madre falleció de cáncer, a los 39 años. Después de eso, nos fuimos a vivir a Suiza, en 1997. Yo tenía 16 años. Me tocó dar un salto enorme en la adolescencia. Tuve que ser autosuficiente, empezar a trabajar, golpear puertas para que me dieran trabajo y poder pagar el arriendo y los estudios. Tuve que volverme un adulto. Viví nueve años en Zúrich, haciendo de todo, como guía, en cocinas, en heladerías, en lo que me diera la vida. Y me vinculé muy fuerte al deporte, era mi paño de lágrimas, mi antidepresivo. Pero tenía ese gran anhelo de volver al Ecuador. Regresé a los 26 años, luego de haber servido en la Armada suiza y haber jugado fútbol semiprofesional. Mi sueño era tener una agencia de turismo. Y, sin querer queriendo, empecé a vincularme en carreras, a competir en ciclismo.

¿Y cuándo se despertaron las ganas de correr? ¿Fue de repente como Forrest Gump? 

Cuando volví a Ecuador, las tardes me iba al gimnasio. Yo montaba bicicleta y, por casualidad, una vez un amigo me invitó a correr la Vuelta al Cotopaxi. Empresarios se sorprendieron por mi capacidad y me ofrecieron auspicios; me empezaron a llegar bicicletas, uniformes para competir para Ecuador. En Suiza, la bicicleta era mi medio de transporte, pero nunca la usé competitivamente. Allá pedaleaba cinco o seis horas diarias, a veces me iba a Alemania y regresaba. Me apasionaba mucho. Entonces, compito, comienzo a ganar y me doy cuenta de que quizás tengo un tercer pulmón, tenía muchas ganas de competir, entrenar, sacrificar muchas cosas. De hobby pasé a ser número 1 del Ecuador en siete de los ochos años que competí. Estuve rankeado entre los 80 mejores del mundo, gané 150 medallas de oro para el Ecuador en ciclismo. Competí en mundiales, panamericanos, etc. Hasta ese momento, a mis 31 años, el mundo del trote era ajeno para mí. Nunca había dejado la montaña, guiaba turistas, pero jamás lo vi como un lugar para correr, sino para trabajar. Un día me invitan al Kilimanjaro a guiar a un grupo y ahí, en las tardes, me subía corriendo a las montañas y luego regresaba a ver a los turistas y les decía que estuve en la cumbre y había bajado. Me decían que eso no era posible. Se corrió la voz y una agencia de Suiza me patrocinó para lograr el récord del mundo en el Kilimanjaro. Normalmente se sube en seis o siete días. Yo, en subir y bajar, hice 06:40 horas; el récord había estado en 07:14, logrado por Kilian Jornet, que es una eminencia en las carreras de montaña, es como hablar de Lionel Messi en el fútbol o LeBron James en el basquetbol. Eso tuvo una repercusión enorme en el mundo y así empecé este capítulo de formarme en speed climbing. Dejé el ciclismo y me enfoqué en competir. En 2012, subí el Cotopaxi en 01:37, desde el refugio, ida y vuelta.

Eso es extraterrestre…

La verdad me parece divertido. Hay mucha ciencia detrás de esto, en cómo ser rápido y ágil en la montaña, en cómo moverte en ese tipo de terreno. Hoy me dedico profesionalmente a romper récords en todo el mundo. Hace algunos meses me fui al Makalu, a mi primer 8.000. Soy guía de montaña, soy empresario, padre de familia. Es un desafío, pero es un sueño de vida poder vivir de todo esto.

¿Y después?

Mi objetivo primordial es convertirme en el primer ser humano en hacer las seven summits, rompiendo la plusmarca mundial de velocidad en cada uno de ellos. Ya tengo cinco; algo que nadie ha hecho. Me faltan dos para lograr este objetivo tan fuerte y duro. Quiero dejar un legado a las nuevas generaciones, dejar un conocimiento de lo que es el speed climbing. Quiero que el mundo vea lo que es el Ecuador, lo impresionante que es. Este año, después del Makalu haré el Carstenz. En enero de 2023, el Vinson, y en mayo, el Everest.

¿Cuándo se traspasa el límite de la pasión a la obsesión?

Igual que en la vida empresarial, el balance es el eje. Para que funcionen un matrimonio, una empresa, la vida en general, necesitas un balance. Una persona que está 24 horas detrás de la computadora es posible que no tenga ni siquiera una vida familiar. El malabarismo del éxito es tener claro cuánto balance le das a cada cosa. Cuando tenía 20 años era mucho más fácil porque no tenía familia, nada que arriesgar, nada que perder. Ahora, con 41 años, tengo mucha presión en todos los frentes, presión de ser exitoso, de ganar todas las carreras, presión con los auspiciantes. Y al final dentro de toda esta presión debes apuntar a ser feliz. La felicidad se construye con base en este balance, de levantarte todos los días y decir 'soy feliz con mi vida, no cambiaría nada'. Obviamente, el día tiene 24 horas y no 40 como todos quisiéramos; sin embargo, al final del día siempre estoy contento con lo que he alcanzado y con lo que he hecho.

Claro, pero no todos somos Karl Egloff, no todos tenemos tres pulmones, no todos tenemos ese don físico. ¿Cómo considerar el éxito cuando uno no es un superhombre como tú?

Mucha gente me idolatra, pero no soy más que nadie. Lo único que hago es hacer bien las cosas; trato de sacar provecho de lo que puedo hacer bien y de lo que tengo. Sin embargo, como ser humano, tengo sueños. Un ser humano que no tiene sueños y metas está perdido. Puede ser una cumbre, un trabajo, un viaje, hay que trabajar día a día por alcanzarlas. Si a los 15 años me hubieras dicho que voy a subir al Everest corriendo, me habría reído a carcajadas porque era suprarreal. Pero he ido trabajando paso a paso, no tenía que pensar de aquí a 20 años, sino de aquí a mañana, de mañana a fin de mes. Es importante trabajar metódicamente. Nadie te va a regalar nada, tienes que trabajar para que las cosas te salgan bien. 

Por cierto, ¿de más guambrito sospechabas que tenías un tercer pulmón? ¿Ahora lo sabes?

No tengo un tercer pulmón. Ahora me doy cuenta de que era un mito. La suerte de haberme criado con un padre que me llevó desde muy temprana edad a las montañas me dio una capacidad enorme de resistencia. Amo a la naturaleza, la montaña es mi templo. Cuando te das cuenta de que eres bueno para algo, tienes que aprovecharlo. Si bien era un buen futbolista y ciclista, dejé ambas cosas porque sé que en el speed climbing puedo hacer historia. En una empresa es igual, si te encanta el marketing, pero te pusieron en contabilidad, y eres un genio con los números, entonces dedícate más, porque tienes una oportunidad de crecimiento. Antes no me gustaba correr, hoy mi vida es correr. Aprender a amar lo que haces es clave para tener éxito.

En la vida hay que buscar un equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu. ¿Cómo trabajas para que tu cuerpo sea eficiente?

En mi caso, el cuerpo es mi motor, lo cuido mucho, le doy el tiempo suficiente para la adaptación, para estar al nivel.
En la vida no hay coincidencias, no hay talentos, es netamente preparación, perseverancia, disciplina. Muchas veces discutimos con la familia cuando me dicen 'ya basta, bájale un poco'. Y les digo que ese es mi trabajo, estar en forma y estar listo para los retos que voy a asumir. Lo más duro como deportista de élite es levantarte después de días y días de entrenar duro y sentir a tu cuerpo agotado, golpeado, adolorido. Lo más fácil sería quedarme en la cama, pero cuando me levanto me digo qué no daría mucha gente por vivir del deporte, así que doy mi primer paso. Es lo mismo cuando vemos un banquero, por ejemplo, decimos qué no daríamos por tener un puesto como el de él, pero él no llegó gratis ahí, pasó años de educación, de preparación. En el deporte, quizás el 2 % llega a ser profesional. El margen de éxito es corto. Me veo como una persona afortunada de tener físico para entrenarme y competir.

¿Un deportista de élite farrea?

Nunca fue parte de mí, nunca fue un pasatiempo. Si algo tuve en la vida fue disciplina, descansar temprano para levantarme lleno de energía. Si llegas a las 04:00 de una fiesta, seguro no vas a rendir.

Pero ¿estuviste chuchaqui alguna vez?

Por supuesto, un par de veces.

¿Cómo preparas la mente?

Es importante tener claro que tu mente te puede llevar muy lejos, como también te puede matar. Tienes que ser sincero contigo mismo, hasta dónde puedes empujar. El 90 % del deporte que hago es mental. Al correr en la altura, puedes llegar a un estado de susto porque fisiológicamente te falta el oxígeno, te suben las pulsaciones fácilmente, ves un mar de grietas donde dicen que allí se murió alguien. Debes estar muy concentrado y dominar el miedo, la ansiedad. Así mismo pasa en la vida, no debes ponerte tanta presión, sino ser eficiente. En el montañismo tenerle miedo a la montaña es malo, tenerle respeto es lo mínimo que se necesita para practicar exitosamente el deporte. En el trabajo del día a día nunca debes olvidarte de los procesos, porque los errores más grandes se producen porque te confías de lo que haces. Soy feliz de ya no tener 20 sino 40, porque ahora soy más consciente de que tengo que volver, porque tengo una familia. Trato de tenerlo todo bajo control.

¿Cómo enfrentas el miedo?

La primera vez que me puse clips para montar la bicicleta me rompí la clavícula. A los dos días me fui al mismo lugar a probar los clips. Esa es la manera como tienes que enfrentar los miedos. Si te lanzas a la piscina sin saber nadar es muy diferente que si te lanzas sabiendo nadar. Uno no aprende de un día a otro a nadar. Con el miedo es lo mismo. Si yo tengo miedo, trato de entrenar ese miedo. Hay que enfrentarlo, no puedes simplemente tomar otro camino, porque el miedo es parte de nuestra vida.

Alguna vez perdiste, fracasaste, ¿qué haces para retomar el entusiasmo?

Son los momentos más importantes de la vida, porque a partir de eso es cuando más aprendes. Cuando no cumples con tu objetivo ves qué hiciste mal, qué pasó. Hace poco iba corriendo el Chimborazo, en la mitad de la montaña me di la vuelta, la gente me criticaba, que era mucha montaña para mí, de que no tenía las agallas para subir corriendo. No puedes dejarte alimentar de lo que la gente te dice, debes estar consciente de que lo que haces es lo correcto. Me di la vuelta porque empecé a tener deja vu de gente que se caía y sabía que la montaña me estaba dando un mensaje. Lo que la montaña te quiere decir es clave para evitar accidentes.

Dicen que el corazón es el que empuja la última milla. ¿Es así en tu caso?

Totalmente. En 2018 casi nos morimos en la montaña, estábamos colgados en una pared, a menos 40 grados de temperatura, tenía congelamiento de los pies. Empecé a sentir a mi hijo como si me acariciara la cara y me decía 'papá, te necesito'. Regresaba a ver y no estaba. Luego, otra vez, lo volvía a escuchar. Me di una cachetada y me decía a mí mismo concéntrate. La familia siempre está ahí, siempre te lleva a otro nivel. Para mí quedó claro que no puedo morirme en la montaña, ese no es mi propósito, siempre quiero regresar a casa, quiero ser abuelo algún día, ver a mis nietos correteando. Simplemente hago mi trabajo de la mejor manera posible y correr en las montañas es mi trabajo.

¿Por qué no le pusiste Karl a tu hijo?

Puchas, me acabas de dar con el dardo en la frente. No quería que él viviera con una presión. No quería que se sintiera que tener este nombre le iba a cargar peso en la vida. Además, toda mi vida, donde voy me dicen '¿cómo dizque se llama?, deletréeme el nombre'. Al final tiene que ver también con la integración, quería que tuviera un nombre más fácil, donde pudiera integrarse a la sociedad. Mis hijos Julián y Martina rompen un poco el paradigma. Mi esposa me decía que lo pusiéramos Julián Karl, y dije no, Karl se acabó. Eso de las generaciones ya no, vivimos en otro mundo.

¿Presionas a tus hijos para que sean como tú?

No los presiono; sin embargo, sí los educo. Un día, por ejemplo, Julián tenía clases de natación, estaba distraído. Y le decía 'tienes que enfocarte, divertirte, pero enfocarte, esto que no ves como una oportunidad puede ser una, sácale provecho a esa hora en la piscina'. Trato de no forzar mucho, no es que si no nadas rápido ya no vas a ver tele una semana. Es muy frágil irse por vivir en los ojos de un hijo lo que tú quieres que él alcance. Y a la final es la vida de él, si quiere el piano o las matemáticas en lugar de deporte, no me importa mientras lo haga bien. Lo que quiero es que vea mi mundo. Hace poco había hecho una torre con sus juguetes. Mi esposa le dice '¿qué haces?' y él le contesta 'estoy haciendo el Makalu que papá va a subir'. Sin decir nada, se puede influir mucho en los niños. El buen padre no presiona, pero sí inspira.

¿Te crees más latino o más suizo? 

Totalmente más latino, por más que no parezca físicamente, es algo que está en mi sangre, en mi pensar, en mi manera de ver la vida. Los trofeos y los récords no sirven de nada en la vida si no construyes valores. Para mí esa parte es muy latina. Sin embargo, sí tengo la parte suiza, cuando subo en velocidad a la montaña soy muy preciso, quiero saber todo a la perfección, quiero saber qué tiempo estoy haciendo, hago los entrenamientos muy meticulosamente, anoto todo, soy una persona de muchos números, me gusta ser eficiente y ahí me sale lo suizo. 

¿Cuántas horas le dedicas a las redes sociales o las evitas?

Es algo que te consume muchísimo tiempo y, según mi punto de vista, ese tiempo es el que me falta en general. Entonces dejo mis redes sociales a gente que me ayuda. Pero, claro, como todos, a veces me doy un momento en el día para chequear.

Más allá de tu trabajo, ¿qué te gusta? 

Me encanta la jardinería, soy un apasionado de los árboles. Corto el césped, siembro, cosecho. Los animales también me gustan, tengo siete perros. Y otra pasión es pasear con la familia en la montaña, que mi hijo vea de dónde salen la leche, las papas, lo sacrificado que es el trabajo de la gente de campo. El deporte de élite no es fácil, necesitas entre 20 y 30 horas de entrenamiento a la semana porque todos contra quienes compites quieren ganar, es normal. No obstante, hay caducidad. Tengo que lograr mis objetivos hasta un cierto punto y ahí se acabará. (I)

loading next article
10