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Restaurant Monobolón Quito - Ecuador
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Lo que ha tenido que atravesar la guayaquileña Gissella Campuzano para hacer crecer su cadena de restaurante es para frotarse los ojos. Infatigable trabajadora, se desenvuelve en el mundo del Comercio Exterior desde hace 20 años. Madre de tres hijos, migró a Suecia un tiempo, después de sufrir un secuestro exprés. Regresó, se instaló en Quito y empezó a hacer bolones. Hoy, acaba de inaugurar su sexto local en la ciudad.

15 Abril de 2023 22.18

Sentados en el local del sector de El Bosque, Gissella Campuzano, la fundadora de MonoBolón, pide traer dos tazas de café bien cargado para acompañar lo que sería una extensa conversación, que, por momentos, al desempolvar algunos recuerdos hicieron que se le quebrara la voz y derramara unas lágrimas. Pero solo contadas, la mayor parte del tiempo, esta madre guayaquileña de tres hijos es un torrente de alegría, sonrisas y anécdotas.  

Su vida laboral empezó desde muy temprano. A los 19 años quedó embarazada y la necesidad la obligó, después de dar a luz, a buscar trabajo. Un anuncio en el periódico le llamó la atención y postuló, claro, a la antigua, a competir con “otras 800.000 personas que estaban atrás de tres puestos (risas), de las cuales eligieron 100 para el proceso, luego quedamos 50, después 10 y al final quedé yo con otras dos personas”. Era una empresa dedicada al Comercio Exterior. Desde ahí, han pasado dos décadas aprendiendo y creciendo en este mundo y donde hizo de todo, desde mensajera hasta Gerente Comercial, cargo que desempeña actualmente en la multinacional uruguaya Plus Cargo. 

En este tiempo, su trayectoria profesional se desarrollaba en medio de varios acontecimientos personales. Cuando su primera hija cumplió 18 años, se divorció; para ese momento ya tenía dos hijas. Tiempo después, conoció y se enamoró de un sueco. Era 2010. “Vivimos casi un año en Ecuador, pero él tenía una necesidad urgente para regresar, pero yo no me quería ir de acá. Terminamos la relación, pero coincidió con que me secuestraron siete horas. Intentaron violarme y, no sé si fue Dios, pero en ese momento me hice del dos, les dio asco y me soltaron. Me quedé súper nerviosa. Entonces, le dije al sueco que me iba con él. Vendí mis cosas y nos fuimos con mis dos hijas”. 

En el país europeo, a empezar de cero. Durante ocho meses se dedicó a aprender el idioma y recibió un certificado que le permitió realizar una pasantía en una escuela. “Les gustó como era con los niños así que me dieron un empleo como ayudante de la tutora de la clase. Después conseguí un trabajo en una disco, era un club que tenía algunos ambientes. Ayudaba en el guardarropas, en la caja, limpiaba baños, recogía vasos de las mesas. Hice cosas que no las había hecho ni cuando era joven”. 

Restaurant Monobolón Quito - Ecuador
Foto: Pavel Calahorrano

Al ver en la televisión una publicidad de una institución pública sueca algo se movió en ella. La cuña se trataba de un hombre que tenía una servilleta donde había el dibujo de una bicicleta, él siempre miraba esta servilleta y la guardaba en su billetera; hasta que un día pasa por una vitrina y ve la bicicleta exhibiéndose; el mensaje decía: 'no te quedes con la idea, ven y cuéntanos”. El dibujo en la servilleta de Campuzano mostraba un trabajo en DHL. La institución la ayudó a ingresar a cambio de un trabajo de tres meses. “Les dije que si les gustaba lo que hacía, me daban el empleo”. Aceptaron. Durante ese tiempo transformé algunos procesos, me agradecieron y me dijeron que me llamarían. Me fui muy triste a la casa a llorar. Estaba casi segura que me había ganado el empleo. Después de un tiempo, me llamaron a dar el empleo, me emocioné, me lo gané con los dientes”. 

Desafortunadamente, en su parte sentimental las cosas iban muy mal, al punto que fue el detonante para regresar. La relación tóxica en la que se convirtió su relación, la obligó a armar maletas, pese a lo logrado. “Llegó a un punto en que sentía que corría peligro, por eso, preferí venirme. Me quedé en Quito, donde una amiga que me abrió las puertas por un corto tiempo. Yo no tenía nada. Tuve que volver a empezar de cero. Y solo tenía el objetivo sacarme la madre para que mis hijas tuvieran sus estudios”. Poco a poco, fue abriéndose nuevamente campo en el Comercio Exterior. Acumulando experiencia y con vivencias, a veces, no tan positivas, finalmente llegó a Plus Cargo en 2019.  

Restaurant Monobolón Quito - Ecuador
Foto: Pavel Calahorrano

AMOR POR EL BOLÓN

Cada vez que iba a Guayaquil, se volvía a enamorar de su comida. Y el bolón era su debilidad principal. Por eso, intentó llevar a Quito la representación de una conocida marca. Pero fue infructuoso. Ante la negativa, y pasada la tristeza, limpió sus lágrimas y decidió hacer sus propios bolones. Pasó ocho meses haciendo pruebas y degustaciones entre sus allegados. Así, junto a su actual esposo, empezaron a hacer bolones para la venta los viernes. Transcurría 2015 y cada uno llevaba a sus respectivos trabajos una cantidad para comercializar. Crearon el nombre y la marca, por lo que poco a poco, gracias también a la venta en calle con una impulsadora, fueron dándose a conocer, todavía sin una idea de llevarlo a un negocio de envergadura. 

Entonces, la suerte -¿o el destino?- empezó a sonreirle. Una de las personas que compraba habitualmente bolones de viernes resultó tener una alto cargo en Comandato del Centro Comercial Iñaquito (CCI). Él le permitió instalar un pequeño stand dentro del local para que pudiera vender el productos los sábados y domingos. Después, en un pequeño local que había cerca de su casa se había abierto un centro para beber té, de propiedad de una ciudadana china. Al cabo de un tiempo, ella se fue a su país, pero antes le ofreció venderle el negocio. Fue la primera apuesta de inversión que hizo, pero no tenía los US$ 40.000 que pedía la china. Ante la urgencia, la asiática le dijo que le diera lo que tuviera. Así consiguió el negocio por  US$ 9.000, dinero que le había sobrado después de haberse ido de paseo a París, donde su esposo le pidió matrimonio al pie de la Torre Eiffel. 

“Para mí fue una oportunidad, porque a todos los emprendedores nos cuesta dar ese paso. Creo que fue algo importante en mi vida. Pero las cosas no salieron como pensé, nada de lo que había en el negocio nos servía para la producción y venta de bolones. Encima más, la gente del edificio me hizo la vida imposible porque decía que el local no era para esa actividad. Entonces, se abrió otra oportunidad de alquilar un local en plena avenida República del Salvador. Tenía que pagar mucho por arriendo, pero tomé el riesgo”. 

Desde ahí, Campuzano alterna sus actividades como ejecutiva de Comercio Exteriro, con liderar, ya no una cafetería, sino una cadena de restaurantes que da empleo a alrededor de 40 personas, entre los distintos locales de MonoBolón y la empresa Gastroquil que creó, donde se procesa y se deja todo a punto en cuanto a los productos para la venta. A los locales de la República del Salvador, se suma el del sector de El Bosque, el de Cumbayá, el del Plaza Granados, el del Quicentro Sur y, el nuevo que acaba de inaugurar en el CCI. 

El objetivo ahora es tratar de crecer. “Quiero abrir un local más en Quito e ir para Cuenca. Muchas personas me han pedido franquicias, así que estoy preparándome para eso. No digo que lo voy a hacer, pero, si lo hago, quiero estar lista profesionalmente, lo quiero hacer muy responsablemente. Porque en toda esta historia, la fidelidad de nuestros clientes nos ha llevado hasta donde estamos. Y nos sentimos orgullosos cuando vemos que nos agradecen y motivan a seguir adelante, como el cantante Elvis Crespo, que en sus redes  sociales se muestra comiendo un MonoBolón”. (I)

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