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Del fast food a la cima: millonarios que empezaron en cadenas de comida rápida

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Entre hamburguesas y papas fritas, magnates como Jeff Bezos forjaron su carácter. En esas cocinas, tanto el fundador de Amazon como otros descubrieron el poder de los sistemas, la importancia del detalle y la dignidad del trabajo. Hoy manejan gigantes tecnológicos, cadenas globales y fortunas descomunales.

En el verano de 1980, Jeff Bezos, un adolescente flacucho de 16 años, entró a un McDonald's en Miami, completó una solicitud y consiguió su primer trabajo. "Mi padre también había trabajado en McDonald's de joven, así que, en cierto modo, lo sentí como un rito de iniciación", cuenta Bezos. Formaba parte del equipo de cocina. Cascaba 300 huevos por día, daba vuelta las hamburguesas y limpiaba los baños. Cuando un dispensador de ketchup de casi 19 litros se volcaba en el suelo, era él quien tenía que dejar todo en orden. "Yo era el hombre de abajo", recuerda. Muy lejos de organizar una boda de US$ 20 millones en Venecia o de volar al espacio, aquella experiencia le dejó algunas enseñanzas clave. "Ningún trabajo está por debajo de vos", dice Bezos, que hoy tiene 61 años, y agrega que hay que "crear el hábito pronto y no esperar a tener un trabajo 'importante' para trabajar duro", agrega.

Su paso por los arcos dorados también sembró en Jeff Bezos una obsesión por los sistemas y le enseñó la importancia de mantener operaciones eficientes y un compromiso absoluto con los clientes. "Incluso de adolescente, pude ver que un diseño bien pensado era lo que evitaba que todo se desmoronara", afirma. "En McDonald's, cuando algo falla, lo notás al instante. Eso reforzó mi creencia de que los procesos importan, y que los buenos sistemas pueden ayudar a cualquiera a lograr resultados extraordinarios", señala.

Desde que colgó el uniforme de McDonald's, Bezos trasladó muchas de esas lecciones a lo largo de su carrera. Con ellas, convirtió a Amazon en la empresa de comercio electrónico más grande de Estados Unidos, con más de un millón de empleados y un imperio logístico que opera en más de 125 países y territorios.

"Amazon es una organización impulsada por la demanda", asegura Matthew Davis, responsable de planificación y entrega de centros de datos en Amazon Web Services. "En McDonald's, Bezos desarmó la demanda en partes: 300 hamburguesas eran 300 panes, 300 hamburguesas, 300 fetas de queso. En Amazon hacemos lo mismo. Si los clientes necesitan una cantidad determinada de gigavatios, calculamos cuántos racks necesitamos y cuántos centros de datos hay que construir. Esta lógica viene directamente de la comida rápida: ¿qué necesitás y cómo te lo podemos ofrecer de la forma más eficiente posible?", declara.

Jeff Bezos es apenas el caso más conocido dentro de un grupo reducido pero significativo de multimillonarios que aprendieron sus primeras lecciones laborales bajo las luces fluorescentes de cadenas de comida rápida. Según un relevamiento de Forbes, al menos 14 multimillonarios cobraron sus primeros sueldos en estos locales, muchas veces tras pasar largas horas friendo alimentos, limpiando baños o sacando la basura por un salario mínimo. Entre ellos está Changpeng Zhao (CZ), fundador de Binance, que dio vuelta hamburguesas en McDonald's antes de trabajar turnos nocturnos en Chevron, en Vancouver. También figura Todd Graves, que pasó por la cadena Guthrie's, especializada en tiras de pollo, antes de fracasar y lanzar su propia cadena competidora. Otro caso es el del sueco Sebastian Siemiatkowski, referente del mundo de la tecnología financiera, que trabajó en Burger King limpiando y cocinando pollo. Fue ahí, de hecho, donde conoció a quien se convertiría en su socio en Klarna, Niklas Adalberth, del otro lado de la línea de producción.

Billonarios
Los multimillonarios que comenzaron en la comida rápida.

 

Años antes de crear las bebidas energéticas Rockstar, Russ Weiner cobraba US$ 3,50 por hora en un Wendy's de California, donde se encargaba de la estación de papas fritas y del servicio al auto. Tenía 15 años y le daba vergüenza que lo vieran con el uniforme, así que viajaba en colectivo con ropa de calle, les decía a sus amigos que trabajaba en una tienda de artículos deportivos y recién se cambiaba al llegar al local. Hoy se arrepiente de haber ocultado esa etapa. "Nunca seas demasiado orgulloso para trabajar", dice. Otra enseñanza que le quedó de esos días llegó cuando un cliente le dejó el vuelto de un pedido. "Eran apenas US$ 1,50, pero el salario mínimo en 1986 era de US$ 3,50 por hora", recuerda Weiner. A pesar de lo modesto del gesto, asegura que ese momento influyó en su forma de pensar el dinero y la manera en que hoy compensa a sus empleados.

Mark Stevens, capitalista de riesgo que invirtió en compañías como Nvidia y LinkedIn, le atribuye su mentalidad de "buscavidas" a una infancia humilde en Culver City, California. A los 16 años, cobraba US$ 2,50 por hora friendo aros de cebolla y papas fritas en Jack in the Box. Ese primer empleo, asegura, le dejó aprendizajes clave. "Te enseña gestión de inventarios y atención al detalle", relata.

Mucho antes de convertirse en la décima persona más rica del mundo, Jensen Huang emigró de Taiwán y, a los 15 años, consiguió un trabajo en un Denny's de Oregón, donde lavaba platos, limpiaba mesas y baños —algunos, según él, en condiciones deplorables—. Con el tiempo, ascendió a camarero, tomaba pedidos, servía platos y llenaba tazas de café sin parar. Huang, que aseguró que ese empleo lo ayudó a superar la timidez, solía reunirse con colegas del mundo tech en uno de esos locales en Silicon Valley. Fue ahí donde, en 1993, mientras tomaban café y plastificaban menús, él y sus cofundadores imaginaron un chip capaz de generar gráficos 3D realistas en computadoras personales, y bautizaron a la empresa como Nvidia.

Aunque Huang, Bezos y otros hicieron carrera lejos de los restaurantes donde dieron sus primeros pasos, algunos decidieron quedarse y, aun así, se convirtieron en millonarios.

Es el caso de Peter Cancro, el multimillonario detrás de Jersey Mike's Subs. Cuando se enteró de que la pequeña tienda de sándwiches de Point Pleasant, Nueva Jersey, donde trabajaba desde los 14 años, estaba en venta, tomó una decisión que le cambiaría la vida. Tenía apenas 17 años y, por ley, ni siquiera podía cortar fiambres. Faltó al colegio durante una semana y salió a buscar a alguien que lo financiara. Tras hablar con varios conocidos, convenció a un exentrenador de fútbol, Rod Smith, que era vicepresidente del Ocean County National Bank, para que le prestara US$ 125.000 al 10% de interés. Décadas después, esa apuesta adolescente dio sus frutos: la marca cuenta con más de 3.000 locales y cerró un acuerdo de US$ 8.000 millones para vender una participación mayoritaria a Blackstone.

Peter Cancer Credit Jersey Mike's
Peter Cancro empezó a hacer sándwiches en Mike's Submarines en Point Pleasant a los 14 años. Compró el local tres años después y con el tiempo lo convirtió en la cadena nacional Jersey Mike's, con más de 3000 sucursales. Pero no siempre fue fácil, sobre todo a principios de invierno, cuando con suerte podían vender 500. "Llamaba a mi hermana, Cathy, y le decía: 'Creo que voy a vender y volver a la universidad'", recuerda Cancro. "Pero solo por un breve instante". Jersey Mike's.

 

Steve Ells se formó en el Culinary Institute of America y trabajó como sous chef en un restaurante de lujo, pero fue la escena taquera de San Francisco la que le dio la idea que terminaría transformándose en Chipotle. En 1993 abrió su primer local cerca de la Universidad de Denver, como un proyecto paralelo para juntar dinero y poder cumplir su verdadero sueño: montar un restaurante de alta cocina. Lo que empezó como un plan para financiar otro terminó creciendo a lo grande. Hoy, Chipotle tiene 3.800 locales y sirve más de 1.000 millones de burritos por año.

Después de recibirse en la Universidad Baker, en Kansas, el inmigrante chino Andrew Cherng empezó ayudando a su primo a manejar un restaurante chino. Poco después, en 1972, abrió junto a su padre un pequeño local con mesas en Pasadena, California. Su esposa, Peggy Cherng, doctora en ingeniería eléctrica y pionera en proyectos de reconocimiento facial en 3M, lo acompañaba por las noches y los fines de semana. Saludaba a los clientes en la puerta del restaurante, que llevaba el nombre de Panda Inn.

Ese primer local sentó las bases para lo que luego sería Panda Express, la cadena de comida rápida que Andrew y Peggy abrieron en 1983 en el patio de comidas de un centro comercial en Glendale, California. Su formación en ingeniería les dio una ventaja clave al momento de escalar el negocio: personalizaron el software de ventas y análisis, estandarizaron operaciones y diseñaron un plan de capacitación para 50.000 empleados. Pero Andrew también aportó algo que no se aprende en un aula, sino con experiencia. "Había noches en las que no teníamos ventas ni clientes", recuerda. Aquellos días difíciles lo obligaron a adaptarse. "Si algo no funciona, cámbialo. Antes no me gustaban los descuentos", reconoce, "pero he llegado a apreciar la sabiduría del dicho chino, 薄利多销 (bó lì duō xiāo), que significa 'pequeñas ganancias, grandes ventas'. El objetivo es encontrar un precio en el que los clientes sientan que están obteniendo un buen valor, lo que en última instancia conduce a más ventas", destaca. Hoy, más de cuatro décadas después, las 2.300 tiendas de Panda Express generan casi US$ 6.000 millones en ingresos anuales.

Posada del Panda Andrew Cherng 1
Andrew Cherng, cofundador de Panda Express, en un stand de su predecesor, Panda Inn, en Pasadena, California, cuando el alquiler era de tan solo $1,300 al mes. "Nos costaba mucho aumentar las ventas de almuerzos, así que empecé a ofrecer almuerzos grupales por solo $5 por persona, sirviendo porciones generosas e incluso añadiendo un plato extra si veía platos vacíos", recuerda Cherng. "Fue una estrategia que nació de la necesidad". Panda Express.

 

No todos los multimillonarios recuerdan con cariño su primer empleo. A los 16 años, Shahid Khan, hoy dueño de los Jacksonville Jaguars, dejó Pakistán y se instaló en Champaign, Illinois, con apenas US$ 500 en el bolsillo. Uno de sus primeros trabajos fue repartir pizzas para un pequeño local familiar, al que él llama "la gravera". Lo que más recuerda de esa etapa es el maltrato que recibía de los clientes, que lo insultaban, le gritaban y ni siquiera le dejaban propina. "Insultos, regaños, abusos; no creo en eso", asegura. "Ha habido gente mucho más exitosa, como Steve Jobs o Elon Musk, y les funciona. Pero no es mi estilo", agrega.

Sin embargo, todos coinciden en algo: contratarían sin dudar a alguien que haya trabajado en comida rápida. "La comida rápida es un entorno que te exige estar siempre alerta", dice Mark Stevens, el capitalista de riesgo. "Eso te hace valorar de verdad a los trabajadores por hora. Es un trabajo duro, exigente, estás de pie todo el día. No ganás mucho, pero aprendés a ser tenaz, y esa actitud te queda para siempre", concluye.

 

*Con información de Forbes US.

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