Standard & Poor's (S&P) sorprendió a los mercados al anunciar, el viernes 17 de octubre, la degradación de la calificación crediticia de Francia desde AA− a A+, con perspectiva estable. La decisión, que se produjo antes del calendario inicialmente previsto para fines de noviembre, refleja una creciente preocupación por la capacidad del gobierno de Sébastien Lecornu de contener el déficit y estabilizar la deuda pública en medio de una crisis política sin precedentes.
El fenómeno de la política ya no solo golpea la credibilidad de gobiernos como el de Javier Milei o Donald Trump sino ahora también al corazón del orgullo francés, uno de los líderes históricos de Europa que desde ayer se ve con el mismo nivel crediticio que el de sus vecinos del otro lado de los Pirineos como España y Portugal.
En su comunicado, la agencia explicó que la rebaja responde al "reiterado bloqueo parlamentario y a las recientes series de votos de censura" que han paralizado los intentos de consolidación fiscal. El gesto de S&P coincidió con una semana clave para el gobierno, que apenas había logrado superar las mociones de desconfianza gracias a la abstención del Partido Socialista. Para ello, Lecornu debió ceder en un punto central del programa de Emmanuel Macron: la reforma previsional, ahora suspendida. La decisión implicará un costo fiscal adicional de € 400 millones en 2026 y de € 1.800 millones al año siguiente.
El impacto sobre la deuda y el déficit
Según el Financial Times, S&P proyecta que la deuda francesa escalará desde el 112% del PIB en 2024 hasta 121% en 2028, mientras que el déficit fiscal difícilmente bajará del 5% en los próximos dos años. La agencia considera poco probable que el país alcance el objetivo del 3% del PIB en 2029, compromiso asumido con la Unión Europea.
A corto plazo, S&P espera que el gobierno cumpla su meta de déficit del 5,4% del PIB para 2025. Pero advierte: "En ausencia de medidas adicionales de reducción del déficit, la consolidación presupuestaria será más lenta de lo previsto".
Aunque el anuncio fue un viernes a última hora, la reacción de los mercados fue inmediata. El diferencial entre los bonos franceses y los alemanes —el conocido "spread"— se amplió a 0,8 puntos porcentuales, frente al 0,5% previo a la disolución parlamentaria de junio. Si bien las tasas de interés a 10 años retrocedieron levemente en los últimos días hasta el 3,3%, Francia paga hoy por endeudarse casi lo mismo que Italia, país históricamente más riesgoso dentro del euro.
"La pérdida del grado AA refuerza la tendencia de degradación gradual que comenzó en 2012, cuando Francia perdió su triple A. Hoy el país comparte rating con Portugal, España y Eslovaquia", recuerda Le Monde.
Crisis política y pérdida de confianza
Más allá de las cifras, S&P fue contundente en su diagnóstico político. La agencia aseguró que Francia atraviesa "su mayor inestabilidad desde la fundación de la Quinta República en 1958", al subrayar que Macron ha debido nombrar seis primeros ministros en tres años. Lecornu, actual jefe de gobierno, había presentado su renuncia el 6 de octubre —y fue reubicado en el cargo apenas una semana después— en un intento por preservar una mayoría parlamentaria muy frágil.
El contexto electoral agrava el panorama. El país se encamina a comicios presidenciales en 2027, y la fragmentación del Congreso "limita la capacidad del Ejecutivo para aprobar un presupuesto o emprender reformas de consolidación", según la agencia. La incertidumbre política también golpea el ánimo del sector privado: la tasa de ahorro de los hogares alcanzó 18,6% de sus ingresos, casi cuatro puntos más que antes de la pandemia, y las empresas posponen inversiones ante el riesgo de nuevos impuestos.
La respuesta oficial
El ministro de Finanzas, Roland Lescure, intentó transmitir calma y compromiso fiscal. "Esta decisión es un llamado a la claridad y la responsabilidad. Nuestro objetivo sigue siendo llevar el déficit al 4,7% del PIB en 2026 y por debajo del 3% en 2029", afirmó en declaraciones a Franceinfo. Lescure subrayó que el proyecto de presupuesto presentado al Parlamento el 14 de octubre "debe ser aprobado para alcanzar esas metas".
Sin embargo, la credibilidad del Ejecutivo luce erosionada. El debilitamiento político amenaza con encarecer aún más los costos de financiamiento. Analistas de UBS Global Wealth Management recordaron que varios fondos institucionales, sujetos a reglas internas que les impiden mantener activos con calificación inferior a AA, "podrían verse obligados a vender deuda francesa", añadiendo una presión adicional sobre los mercados.
Perspectivas y desafíos
El mensaje de S&P es claro: Francia deberá combinar disciplina fiscal con estabilidad política para recuperar la confianza de inversores y agencias. Pero con una economía que crece apenas 0,7% este año y 1% en 2026, y con un Parlamento más dividido que nunca, el margen de maniobra del gobierno parece cada vez más estrecho.
El desafío de Lecornu, y por extensión del presidente Macron, consiste en demostrar que todavía es posible gobernar en medio del caos. De lo contrario, aunque no será el primero, Francia corre el riesgo de consolidar su transición hacia una economía de deuda estructuralmente alta y credibilidad erosionada ante los mercados europeos.
Fuente: Le Monde, Financial Times, Reuters