Wall Street se enfrenta a un compromiso de inversión de 65.000 millones de dólares por parte de Meta Platforms, pero muchos analistas confiesan abiertamente que no entienden lo que están viendo.
El problema se hizo evidente cuando Mark Mahaney, de Evercore ISI, confesó el jueves en un podcast de Bloomberg que no es lo suficientemente inteligente como para comprender la visión de Meta. No se trata de una simple falta de datos; es una brecha de conocimiento sin precedentes sobre una tecnología revolucionaria. Los inversores que siguen a estos analistas están actuando a ciegas ante el mayor giro estratégico en la historia de Meta.
El objetivo es la superinteligencia personal
Meta se comprometió a invertir US$ 65.000 millones, y esa cifra cobra otra dimensión si se la analiza en relación con su enorme base de usuarios: 3.480 millones de personas activas cada mes en su ecosistema de plataformas, que incluye Facebook, Instagram, WhatsApp y Messenger. Ese número representa casi la mitad de la población conectada a nivel global.
La apuesta refleja un giro profundo que ya no se concentra solo en el control de las redes sociales. Meta busca liderar la infraestructura de inteligencia artificial.
Pero no se trata simplemente de crear un chatbot más avanzado. El objetivo final es alcanzar una superinteligencia personal: un asistente contextual que se integre por completo en la vida cotidiana, a través del celular, lentes inteligentes y dispositivos que todavía no llegaron al mercado. Esta tecnología promete transformar la forma en la que las personas interactúan con el entorno digital, al ofrecer una asistencia ambiental, constante y anticipada. Podría cambiar para siempre las reglas del vínculo entre humanos y tecnología.
El potencial de participación y de generación de ingresos que puede surgir de esta estrategia es difícil de calcular. Y ese es, justamente, el apalancamiento que Meta empieza a construir con su inversión.
En términos concretos, la inteligencia artificial desarrollada por la compañía ya demuestra que el modelo funciona a gran escala. Sus herramientas publicitarias automatizadas, gestionadas completamente por IA, generan hoy ingresos por US$ 60.000 millones al año. Además, las mejoras en los sistemas de clasificación impulsaron a Reels a alcanzar una facturación anualizada de US$ 50.000 millones, al mismo tiempo que el tiempo de visualización de videos en Instagram creció más de 30 % en comparación con el año pasado. En cuanto al uso directo por parte del público, ya hay más de 1.000 millones de personas que cada mes interactúan con Meta AI. La llegada de la superinteligencia personal podría llevar esas cifras, ya de por sí impactantes, a otro nivel.
La carrera y el riesgo real
El verdadero motor detrás de los US$ 65.000 millones que Meta planea destinar no pasa por reducir la incertidumbre sobre cuándo podrá monetizar su apuesta. El mayor riesgo es otro: quedarse atrás en la carrera corporativa por la inteligencia artificial. El peligro no está en los plazos, sino en que la competencia desarrolle plataformas capaces de cortar el vínculo entre Meta y sus usuarios.
Google, Microsoft y Amazon también están destinando cifras similares —y en algunos casos incluso mayores— a sus propias infraestructuras de IA. Alphabet, la empresa dueña de Google, proyecta una inversión de capital de entre US$ 91.000 y US$ 93.000 millones. Por su parte, la alianza entre Microsoft y OpenAI, sumada a la incorporación de inteligencia artificial generativa en Azure, ya impulsó un crecimiento fuerte en sus servicios en la nube. Superó a sus rivales y dejó en claro el efecto inmediato que puede tener una infraestructura potente de IA.
La competencia ya no gira en torno a las funciones de las redes sociales, sino a quién logre dominar la próxima generación de interfaces digitales. El celular con Android y Gemini, de Google, y el navegador con inteligencia artificial que desarrolla OpenAI son señales claras para Meta. Si esas propuestas prosperan, su principal fuente de ingresos por publicidad podría quedar en jaque.
Wall Street, por ahora, no termina de captar el fondo del asunto. Se enfoca en el costo inmediato de las inversiones, pero deja de lado una amenaza mucho más profunda: la posibilidad de que los usuarios migren, en un escenario donde la inteligencia artificial se vuelve central.
La apuesta de Meta por desarrollar una superinteligencia personal marca un cambio profundo, tanto en lo social como en lo empresarial. Para los inversores que miran a largo plazo, la lectura que hacen hoy muchos analistas parece equivocada. Los análisis superficiales no logran captar lo que realmente está en juego.
Entender esta transformación resulta clave, porque el potencial real no está en los números de cada trimestre, sino en lo que puede pasar si Meta logra integrar su tecnología en la vida cotidiana de miles de millones de personas. Eso es lo que podría cambiarlo todo.
Nota publicada por Forbes US