Con Barney, esta empresa B impulsa su crecimiento
Jhoanna Rosales fundó en 2010 Vertmonde, junto a su madre y su hermana. La firma gestiona residuos eléctricos y electrónicos de firmas privadas e instituciones públicas; además ofrece servicios complementarios y envía la basura electrónica a Alemania, Bélgica, EE.UU. y Malasia. Cada mes procesa 80 toneladas. Entre 2021 y 2022 invirtió US$ 245.000 en nueva tecnología y procesos. Para este año proyecta ventas por US$ 850.000.

Cientos de decodificadores apilados y empacados, controles remotos desarmados, impresoras y sus respectivos cartuchos de tinta, cables enredados y desenredados. Baterías de vehículos híbridos, restos de teléfonos celulares y hasta televisores de los años 70. Estos y más desechos electrónicos se encuentran en la planta de reciclaje de Vertmonde, en Quito, la empresa fundada por Jhoanna Rosales junto con su hermana, Belén, y su mamá, Ximena, en 2010.

Jhoanna es una Ingeniera Ambiental, especializada en residuos sólidos, que hizo una pasantía en Fundación Natura y que se convirtió, con el paso del tiempo, en una emprendedora de triple impacto. La CEO de esta firma certificada como Empresa B habla de reciclaje con autoridad. Cuenta cómo fueron los inicios en el garaje que una prima de su mamá les facilitó para que recolecten y desarmen equipos electrónicos que la gente desechaba como si fuera papel o cartón. “Vertmonde es una causa familiar que nace como un plan piloto para recolectar electrónicos. Juntas los desarmábamos y encontramos que existían materiales que se podían reutilizar”.

Para entender mejor el tema de la basura electrónica, Rosales viajó en ese mismo 2010 a EE.UU. Allá aprendió algunos procesos y los tropicalizó para un mercado como Ecuador, en donde, según su criterio, aún falta aprender del tema. Una de las primeras acciones fue salir del garaje a una planta de 800 metros cuadrados. 

La recolección de equipos electrónicos en desuso fue aumentando y en 2011 Vertmonde hizo su primera exportación a Estados Unidos. El proceso dejó varias enseñanzas. Rosales comprendió que el reciclaje no sería sencillo y que la rentabilidad sería mínima o nula. Entonces supo que debía trabajar solo con empresas y que debía generar servicios complementarios para generar ingresos. “Desde el inicio trabajamos con el modelo B2B, de empresa a empresa. Recolectamos basura electrónica de empresas y hoy tenemos 500 clientes únicos al año, es decir empresas a las que llegamos una sola vez cada cierto tiempo y nos vemos años después”.

Otro puntal fue contar con licencias y certificaciones “Eso nos ayudó mucho, nos dio una imagen de seriedad. También hemos establecido alianzas con empresas como Ricoh, Xerox, HP o Samsung para recoger los toners de sus equipos”, cuenta, mientras recorre la planta arrendada de 2.500 metros cuadrados ubicada en el nuevo Parque Industrial de Quito, en la vía a Píntag. Hasta allá llegan camiones con 80 toneladas de basura electrónica al mes, que provienen de empresas privadas, pero también de instituciones públicas. De la Aduana y del Servicio de Rentas Internas (SRI), por ejemplo, llegan equipos incautados, decomisados u olvidados por importadores, que son destruidos y luego sus materiales pasan al proceso que Rosales llama “electrónica circular”, que equivale a la economía circular, pero en este caso de equipos electrónicos.

Procesar basura electrónica es caro, añade. En 2021 la empresa invirtió USD 180.000 en una máquina  'crusher e-waste' (a la que el personal, femenino en su mayoría, le llama Barney por sus colores naranja y rosa). Es una máquina única en el país, para destrucción y procesamiento de residuos electrónicos. Y el año pasado se destinaron USD 65.000 para iniciar el nuevo proceso de reuso y remanufactura de equipos electrónicos.

La emprendedora recalca: “No compramos residuos, solo recibimos y procesamos. El reciclaje es el impacto que nos propusimos desde el inicio”. ¿Y cómo generan ingresos? “Estos vienen por servicios complementarios como servicios de recolección en empresas, almacenamiento y otros servicios como manejo y destrucción de activos, por la recolección de toners. Esos servicios generan los ingresos para cubrir los costos de reciclaje”.

También suman las exportaciones. Basura electrónica se envía a Bélgica y Alemania, donde hay plantas refinadoras de metales. A Estados Unidos exporta cobre y aluminio; y en Malasia compran plástico. El año pasado, Vertmonde tuvo ingresos por US$ 733.000; el 50 % fue por exportaciones. Este año la meta es llegar a ventas anuales por US$ 850.000.

Al mirar lo recorrido, Rosales recuerda que el propósito es que estos residuos no terminen en la naturaleza “y si con eso existe un ingreso económico, es fantástico. Hemos tenido que luchar, dar a conocer el tema, participar en la elaboración de la legislación. También me emociona que las 20 personas con las que trabajamos tengan ingresos a partir de una idea en favor del ambiente”.

Este año la meta de la empresa es impulsar más el tema de remanufactura y rentar equipos recuperados. “Es una forma de actualizar equipos en empresas pequeñas, por ejemplo, con bajo presupuesto. Además evitamos que nuevos productos lleguen al mercado, con todos los recursos que eso implica”. (I)