Forbes Ecuador
Verónica Buitrón (TEXTILES) Quito - Ecuador
Movimiento Inspirador
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Verónica Buitrón tiene una historia que inspira a cualquiera. Con estudios en Florencia y Chicago trabaja e investiga sobre fibras naturales, telas recicladas y otros elementos. Es una emprendedora social que desarrolló un modelo de trabajo enfocado en beneficiar a los artesanos del Ecuador. Y para rematar da clases en el Istituto Marangoni Design School, en su campus de Miami

02 Septiembre de 2023 21.40

La cultura ecuatoriana se refleja en su estética donde los colores vibran y las formas nacen. Verónica Buitrón es una diseñadora ecuatoriana que preserva las tradiciones a través de su trabajo con productos sencillos, minimalistas, funcionales y únicos, todos elaborados con tejido manual y fibras naturales. 

Ella cuenta con un diplomado obtenido Polimoda, un instituto de moda en Florencia, Italia, considerado entre los diez mejores del mundo, y pese a que le apasionaba lo que estudiaba, no logró identificarse con el mundo de la moda costosa, ni del glamour, y peor de las marcas fashion. “Me sentía fuera de lugar, en ese entonces descubrí mi preocupación por lo artesanal y las técnicas que se utilizaban. Acercarme a lo natural llamó mi atención. Estuve en crisis porque no sabía cómo conjugar los intereses entre la identidad, el diseño y mi preocupación por el medio ambiente”. 

En 2008 regresó al país con toda esta maraña de confusiones en su cabeza. Llegó a trabajar en ProPueblo, por lo que se mudó a vivir a Guayaquil. Esta fundación aglutinaba a más de 100 artesanos y se enfocaba en la comercialización internacional de productos de alta calidad. “Aquí me encargaba del diseño y la exhibición de joyas. Me encantó porque ahí entendí que cada pueblo tiene su propia técnica, aprendí las dinámicas sociales que hay detrás de un producto. Me involucré en su mundo”. 

Por su trabajo en esta organización sin fines de lucro conoció a los tejedores de Cuicuno, un poblado a media hora de Latacunga, Cotopaxi. En 2011 regresó a Quito, esta vez su cabeza estaba llena de sueños. En Cuicuno, la familia Barahona se encargaba del tejido de la tela y en Tilipulo, un poblado cercano se elaboraba el hilo, todo de fibra natural. Con ellos Buitrón aprendió el manejo de los telares, conoció sus métodos de trabajo, su entorno y dinámicas sociales. “Les hice un primer pedido, empecé a hacer pruebas, hice una primera colección de 80 bolsos, todos hilados a mano y la tela, tenía una textura especial. Los logré vender en US$ 40 a cada uno. Recién se empezaba hablar de moda sostenible”.

En este recorrido se dio cuenta de que los artesanos tenían una oferta de telas limitada, pero eso no fue un impedimento para crear Suspiro que, en un momento de meditación, vino como arte de magia el nombre.

Con esta primera experiencia, Buitrón entendió que debía reforzar sus conocimientos. Con 100 bolsos en sus maletas y con el apoyo de sus padres viajó a Chicago, EE.UU., donde obtuvo un bachelor en fine arts en The School of the Art Institute. Allí cada bolso lo vendió en un abrir y cerrar de ojos en US$ 120. Durante los dos años que permaneció en EE.UU. conoció a Chelcie Laggis, “una crack en tejidos”. Juntas aplicaron a kickstarter.com, una plataforma digital con sede en EE.UU. que financia iniciativas de corte creativo. Consiguieron US$ 18.000 y con el dinero en mano en 2014 armaron maletas y volaron a Quito, y Buitrón regresó a Cuicuno para compartir con los artesanos nuevas técnicas de tejido. “Pasamos dos semanas ahí y les enseñamos a hacer 24 patrones nuevos en un telar que por años había estado haciendo lo mismo, fue increíble. Además, aprendieron a cambiar la fibra y los hilos. Me siento muy orgullosa de eso. La tradición del tejido artesanal y el empoderamiento de las comunidades de Cotopaxi fueron claves para volver a esta marca sustentable”.

Buitrón no se quedó quieta, quería compartir sus conocimientos con estos artesanos.  Con US$ 3.000 del dinero conseguido contactó a Daniela Calmet, una experta en tinturado. “Pasamos otras dos semanas con ellos, aprendiendo cómo teñir la fibra natural en gran cantidad. Fuimos a Salinas de Guaranda, al Salinerito, que además de quesos elaboran fibra natural, también compramos tres ollas”. 

Sus ojos se iluminan al hablar de los miles de tipos de fibra vegetal que existen, tantas como las clases de plantas que hay en el planeta. Nos enumeró algunas: algodón, lino, cáñamo, cabuya, chambira, esparto, cocotero, ceiba, entre otros. Las fibras de animales se consiguen de oveja, alpaca, cabra, camello, conejo, caballo y la seda sale de la oruga.

Los siguientes años para Buitrón fueron de ensueño. Se sentía realizada profesionalmente. Vendía por lo menos 300 bolsos al año. En Ecuador los vendía a US$ 70 cada uno y en ferias de EE.UU. a US$ 140. Además, de bolsos elaboraba mochilas, monederos y estuches, para no desperdiciar nada de material. En 2016 abrió una pequeña tienda en el tradicional barrio quiteño de La Floresta. “A los artesanos les pagaba el básico de la época más un 20 % por la dificultad y calidad del trabajo. Para todos fue nuestra época de oro. Llegué a facturar un promedio anual de US$ 20.000. Mi error fue no hacer un buen marketing”. La revista Vogue plasmó en sus páginas la historia de Buitrón por sus creaciones sostenibles.

De pronto su sueño se vio truncado, a su esposo le ofrecieron un trabajo en Miami, Estados Unidos. Al principio intentó seguir con sus colecciones y venderlas en ferias de Chicago, Nueva York y Miami, pero los resultados no fueron los esperados. “Me deprimí, me afectó mucho el cambio, me sentía perdida, me dio un burn out. Pasé horas, días y semanas encerrada, con full ansiedad y fue horrible”. 

Como escape, empezó a teñir fibra en la cocina de su casa. En 2018 consiguió un trabajo en Guadalupe Design, pero un año después tuvo que dejarlo para dedicarse al cuidado de su hijo recién nacido. En esta época el Ministerio de Cultura de Ecuador abrió una convocatoria que ofrecía fondos para investigación. Aplicó y le dieron US$ 8.000 que los usó para escribir su libro “Tintes Naturales de la Sierra Ecuatoriana”. 

Este manual recoge documentación de alrededor de 26 ingredientes, materiales y procesos 100 % propios de la región, acompañado de ilustraciones y fotografías. Escribir me tomó un año, lo más difícil fue preparar y hacer las muestras de los tejidos. Fue una gran terapia, además me encantó porque tuve que ir varias veces a las comunidades a dictar talleres y socializar con ellos. Se imprimieron 300 ejemplares, cada libro vale US$ 22, todavía me faltan vender unos 50. Pero no me voy a estresar porque nunca más quiero vivir la pesadilla que viví”.

Esta emprendedora mantiene el acelerador a medio gas, para no dejar morir su sueño. Continúa elaborando sus productos, pero en cantidades y tamaños pequeños. Los vende a una tienda en Galápagos y en un centro comercial de Quito. Hablar de números resultó complicado, con una risotada confesó que reprobó en matemáticas, pero siempre obtuvo honores en materias artísticas.

Buitrón, hoy de 37 años, llegó a la conclusión de que su conocimiento no podía permanecer guardado. Ahora se dedica a impartir talleres y es profesora de textiles y materiales en el Istituto Marangoni Design School, en su campus de Miami. No se trata sólo de mitigar la huella ambiental, sino generar un impacto positivo y consiente en las nuevas generaciones, recalca Buitrón.

Estos días está en Quito de vacaciones. Al finalizar nuestra conversación sacó dos cajas grandes con material para compartir con nosotros su pasión. Con una dulce sonrisa comenta que su encuentro con métodos manuales es un constante descubrimiento. De la hoja del árbol de molle se obtiene la gama de verdes, de la cochinilla se saca la gama de morados, del achiote los naranjas, de la cúrcuma los amarillos y una cáscara verde puede detonar en un color rosado. Carismática, sin poses, jovial y de sangre liviana esta artista lanza un grito al mundo a favor del medio ambiente. “El mundo está llegando a un punto de quiebre y las consecuencias serán terroríficas. Producimos demasiada ropa. Hay estudios que señalan que toda la ropa que existe en el mundo podría vestir seis veces a toda la humanidad”. (I)

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