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Paul Auster se despidió con una novela de amor y soledad.

31 Mayo de 2024 14.12

Los buenos escritores como Paul Auster no declinan ni se rinden cuando les toca narrar la historia final de sus días; su última novela no es policial ni truculenta como las anteriores, tampoco es autobiográfica, aunque se acerca mucho a ese género, son los días finales, los del declive en la vida del narrador.

Seymour (nombre que detestaba) Baumgartner, un excéntrico filósofo, ya cumplidos los setenta años, no lograba superar la muerte de su esposa Anna Blume, ocurrida nueve años atrás cuando fue devorada por una ola gigante mientras nadaba cerca de la playa.

Baumgartner, Editorial Planeta, Barcelona 2024 fue la última propuesta literaria de Paul Auster, Newark, Nueva Jersey 1947-Brooklyn, Nueva York, 30 de abril 2024.

El personaje:

“S.T. Baumgartner, célebre autor de nueve libros y numerosas obras breves sobre cuestiones filosóficas, estéticas y políticas, apreciado miembro del profesorado de Princeton durante los últimos 34 años, un fenomenólogo de cierta edad que se ha pasado la vida en el reino de lo tangible, un viajero solitario que, hundido hasta la cintura, avanza penosamente por las misteriosas ciénagas ontológicas de la percepción humana, ha descubierto al fin la religión”.

Autor de aclamadas novelas como 'La trilogía de Nueva York' o 'Leviatán', con Baumgartner el escritor comienza con varios ejemplos que mezclan la soledad con la memoria frágil de un septuagenario que se olvida de todo y que las cosas más rutinarias las efectúa con torpeza.

Mientras escribe un ensayo acerca de Kierkegaard comienzan sus confusiones del quehacer diario, de la rutina de poner a cocer unos huevos, pero se olvida que dejó por varias horas la cacerola sobre la hornilla encendida.

Fiel al recuerdo de su esposa fallecida, los sentimientos los despierta a través de Molly, la repartidora del Courier UPS que le lleva a su casa no menos de tres libros a la semana solo para contemplar su rostro por unos pocos minutos o segundos.

Los paquetes con los libros ni siquiera los abre, se van directo a las cajas para enviar de donación a alguna biblioteca pública.

Levantarse de su sillón de lectura para atender una llamada en el teléfono fijo colgado de la pared del piso de abajo deriva en caídas peligrosas, pero no se rinde.

Paul Auster escribió su último libro con el diagnóstico de un cáncer de pulmón, su muerte estaba cercana y con un fino sentido del humor narra lo que significa llegar a la edad en que muchas veces bajas a recoger una o dos cosas y una de ellas, o las dos, olvida para qué las necesitaba.

En la cabeza de Baumgartner abundan proyectos literarios estrafalarios a los que quiere dedicarle más tiempo porque sus últimos días de vida pueden estar cercanos.

Se pregunta cuántos años de vida activa y productiva le quedan antes de que su cuerpo o su intelecto, o las dos cosas al mismo tiempo comiencen a fallarle y se convierta en un “inútil o imbécil” incapaz de escribir o de leer.

La pérdida de la memoria es parte de hacerse viejo, es olvidarse subir la cremallera cada vez que va al baño, registrar la casa en busca de unos lentes que los lleva en sus manos.

Decíamos que no es una novela autobiográfica, pero es imposible no asociar al personaje y narrador Seymour Baumgartner con el escritor Paul Auster, ambos muestran su sensibilidad por un pasado imborrable.

Tan imborrable que el personaje de la novela comienza a hurgar las carpetas y todos los papeles que habían permanecido guardados en un armario para comenzar a armar un libro con los poemas y cartas escritos por Anne Blume durante todos los años de matrimonio. 

Los recuerdos de Anne a veces resultan excesivos, como por ejemplo cuando acude a los cajones de su clóset para sacar la ropa interior que usaba, luego procedía a doblarla, ordenarla y volver a guardarla.

No se olvidaba de ella, le preparaba café y le enviaba cartas con contenido pornográfico que depositaba en el buzón para recibirlas él mismo y mantener vivo un pasado repleto de pasiones.

Tampoco renunciaba a la posibilidad de volver a casarse con la profesora de cinematografía Judith Feuer, 16 años menor que él, pero entra en profundas reflexiones de qué ocurrirá cuando con el paso de los años se convierta en un vejete, además lelo, o un Prufrock anciano, el personaje del primer poema de TS Eliot.

Los momentos más apasionantes de su infancia los resume en su primer trago de whisky a hurtadillas a los 12 años, el misterioso calor en su cuerpo con su primera erección a la misma edad y el efecto lacrimoso y pulverizador al oír a los 15 'La pasión según san Mateo', de Bach.

'Cancerland', con ese título su esposa Siri Husdvedt había anunciado que su esposo sufría de cáncer al pulmón y todo lo que significaba un tratamiento con quimioterapia que se prologaría a por lo menos dos años de sufrimiento y angustia.

Las novelas no se pueden comparar, solo se puede advertir que, al contrario de otras obras monumentales de Paul Auster, Baumgartner a ratos entra con ímpetu en algunos episodios que parecen trascendentales, pero que rápidamente se diluyen.

Esta crítica es absolutamente justificable, al escritor se le acababa el tiempo y no hubiese querido dejar su última obra inconclusa o que sea publicada post mortem, tal como ha ocurrido con otros narradores o con maestros de la música. (O)

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