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La religión de Comte es una devoción científica, en la cual no hay cabida para lo incorpóreo o volátil. Su aporte al desarrollo del pensar humano es profundo, pues al margen de que coincidamos o no con el sociólogo, sí que tiene validez analítica.

15 Mayo de 2024 13.36

Partamos de la formulación comteana que condiciona el sentido real e inteligible de un hecho o acontecimiento sociales a que su proposición sustentatoria pueda ser reducida indefectiblemente a un enunciado fenomenológico verificable, no solo imaginado. Esta propuesta, en palabras de A. Comte, implica que “el verdadero espíritu positivo consiste, ante todo, en ver para prever, en estudiar lo que es, a fin de concluir de ello lo que será”. El francés basa la noción socio-filosófica en la invariabilidad e inamovilidad de las leyes de la naturaleza. Se aprecia el influjo que brindó al pensador su paso por la Escuela Politécnica de París.

En concordancia con lo anterior, Comte emprende en una clasificación de las ciencias. La misma es propuesta en atención a lo que considera su progreso histórico. Recordemos que nuestro autor, en buena medida, aborda su doctrina con una visión sociológica analítica del pasado influyente en el presente, el cual se proyecta al futuro. Un paréntesis necesario. Para M. Foucault, el hombre como “sujeto de la historia” no es el reflejo de una subjetividad antropológica, sino la génesis de prácticas sociales y discursos que dan lugar a distintas formas de subjetividad. Según lo afirmáramos en un ensayo publicado, esa aproximación permite “objetivar” al hombre, definir sus técnicas de poder e identificar el modelaje de sus propias vidas.

La clasificación en cita sigue el siguiente orden: (i) matemática y astronomía; (ii) física y química; y, (iii) biología y sociología. La sistematización de Comte es orgánica y sistemática. Según el historiador español de la filosofía J. Marías, el agrupamiento se basa también en lo que Comte estima ha sido el desarrollo del saber humano y consiguientes “afinidades especiales entre sí”. Esto, concatenado a la escalada – desde el estadio teológico hacia el metafísico, para culminar con la sociología – que permite acceder al conocimiento estricto de la realidad sociohistórica. El análisis del escenario social habilita penetrar en una visión cabal del rol de la política, que Comte lo resume en el logro de “orden y progreso”. Cuando la política abstrae su quehacer de los imperativos definidos por los agentes comunitarios, para centrarlos en estimaciones figuradas por el poder, se resquebraja la orientación y alineación sociales.

Si bien el positivismo de Comte tiene connotaciones filosóficas, su influencia en el ámbito sociológico se aparta de estrictas consideraciones de tal carácter. El pensador otorga importancia a la observación factual de los fenómenos y su ponderación objetiva. Esta es tal vez la mayor contribución del positivismo en el campo del percibir humano, pues el pragmatismo permite al hombre inclusive filosofar, mas hacerlo desde una perspectiva menos teórica que la metafísica pura.

Elemento esencial del positivismo comteano es su teorización alrededor de la religión. De hecho, su agnosticismo recoge también una practicidad propia de la genialidad de aquellos seres superiores que “se atreven” a ir más allá de convencionalismos. Nos referimos a las afectaciones originadas en enseñanzas que las masas vulgares dejan de razonarlas. Los conceptos extáticos gestados en los estadios teológico y metafísico del avance humano y de su saber, adquieren características de praxis efectiva. Ello desde que Comte rechaza a dios y a la naturaleza como supuestos superiores al hombre… y desarrolla su “Religión de la Humanidad”. Culto, por cierto, que deja de tener características contemplativas o arrancadas del sinsentido, pero plasmadas en evidencias sociales tangibles. Algunos autores califican a la doctrina de Comte de “sociolatría”, que para nosotros es cualificación ilustrada.

En el credo referido, el maestre es el “Gran Ser”… el hombre del ayer, del presente y del futuro. Junto con el “Gran Medio”, el espacio, y el “Gran Fetiche”, la Tierra, se conforma la Trinidad positivista. El dogma de fe para Comte es “El amor como principio, el orden como base y el progreso como fin”. Así, su ética es de carácter social en tanto compromiso alejado de lo abstracto, sustentada en principios y valores perceptibles en el mundo verídico, distinto del teológico que abusa de la ingenuidad y oscurantismo del hombre masa.

Base primordial de la Religión de la Humanidad es el “espíritu positivista”. Llama a honrar a los grandes hombres, es decir a quienes con sus actos han aportado al bienhacer de la humanidad a lo largo de la historia. No a dios imaginario alguno. La religión de Comte es una devoción científica, en la cual no hay cabida para lo incorpóreo o volátil. Su aporte al desarrollo del pensar humano es profundo, pues al margen de que coincidamos o no con el sociólogo, sí que tiene validez analítica. (O)

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