Seguramente has escuchado muchas veces el término "riesgo país" en los noticieros o en las redes cuando se habla de inversiones, deuda pública o política económica. Pero, ¿qué significa realmente y por qué debería importarle a un ciudadano común, a una empresa o incluso a un emprendedor?
El riesgo país no es otra cosa que una medida de la confianza —o desconfianza— que los inversionistas internacionales tienen en la capacidad de un país para cumplir con sus obligaciones financieras. En otras palabras, es una forma de medir qué tan riesgoso es prestar dinero a un país o invertir en él.
En el caso de Ecuador, el indicador de riesgo país se ubicó en 684 puntos (octubre 2025) según el Banco Central del Ecuador. Hace exactamente un año, en octubre de 2024, el riesgo país rondaba los 1.297 puntos. Esto significa una reducción de 613 puntos, equivalente a una mejora del 47 %, un reflejo del renovado optimismo de los mercados hacia la estabilidad económica y política del país.
¿Y cómo se llega a ese número?
El riesgo país se calcula con base en tres grandes factores:
1. Solidez económica: crecimiento del PIB, inflación, balanza de pagos y reservas internacionales.
2. Estabilidad política: credibilidad de las instituciones, respeto a los contratos, continuidad de políticas públicas.
3. Capacidad de pago: nivel de endeudamiento y cumplimiento histórico de obligaciones financieras.
Los mercados internacionales monitorean permanentemente estos indicadores. Si perciben que un país atraviesa inestabilidad política o fiscal, su riesgo país sube. Cuando hay señales de orden, disciplina y crecimiento, el índice baja.
Ahora bien, ¿por qué debería importarnos? Porque el riesgo país afecta a todos, aunque de formas distintas.
* Para el Estado, un riesgo alto significa que deberá pagar más intereses cuando emite bonos o busca financiamiento externo.
* Para los bancos y empresas, eleva el costo del crédito internacional, encarece los seguros de inversión y reduce el apetito de capital extranjero.
* Para los ciudadanos, se traduce en mayores tasas de interés, menor inversión productiva y, en consecuencia, menos empleo y crecimiento.
El riesgo país, entonces, no es solo una cifra lejana publicada por analistas en Wall Street: es un termómetro que refleja la salud económica, política y reputacional de un país ante el mundo.
Reducirlo no depende de un decreto ni de una fórmula mágica, sino de políticas públicas responsables, estabilidad institucional y credibilidad en el largo plazo. Cada decisión que fortalezca la transparencia, la seguridad jurídica y la sostenibilidad fiscal contribuye a recuperar la confianza.
En definitiva, el riesgo país es el espejo donde el mundo observa cómo nos comportamos como nación: si cumplimos nuestras promesas, si cuidamos nuestras cuentas y si generamos confianza para que el capital —y las oportunidades— fluyan hacia Ecuador. (O)