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'Manuel Antonio Muñoz Borrero: los años desconocidos', nos aproximan un poco  más a lo que fueron sus años en Colombia, esa patria a la que quiso como propia

27 Mayo de 2024 09.27

Una nueva obra literaria quebrará el silencio que rodeó al pasado de Manuel Antonio Muñoz Borrero, el ecuatoriano que salvó la vida de cientos de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, y que varias décadas después de su fallecimiento, tras descubrirse sus secretos, se convirtió en el verdadero héroe de este país en el siglo XX. Se trata del libro 'Manuel Antonio Muñoz Borrero: los años desconocidos', del escritor, historiador y diplomático Gonzalo Ortiz Crespo.

Mientras Gonzalo Ortiz se desempeñaba como embajador del Ecuador en Colombia, en una de sus inmersiones bibliófilas, descubrió que la tesis doctoral de Manuel Antonio Muñoz Borrero, que estudió derecho y se graduó con honores en la Universidad Nacional de Bogotá, que se casó con una dama de alcurnia de esa ciudad y que conformó el personal de la legación ecuatoriana presidido por Alberto Muñoz Vernaza, su padre, que había sido enviado como ministro plenipotenciario del Ecuador ante el Gobierno de Colombia en 1913, versaba sobre las relaciones bilaterales de las dos naciones y se encontraba publicada en la Universidad Nacional por sus méritos académicos.

Justamente en 1913, el general Leonidas Plaza, presidente de la República, encomendó a Alberto Muñoz Vernaza, padre de Manuel Antonio Muñoz, designándolo como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del Ecuador, que se negociara y firmara un tratado que pusiera fin a los reiterados conflictos de límites entre ambos países. Ese tratado, conocido por los apellidos de sus firmantes como Muñoz Vernaza-Suárez, dio por finalizada la misión diplomática de Alberto Muñoz Vernaza en Bogotá.

Dice Gonzalo Ortiz en su texto introductorio: “Descubrí un ejemplar de este valioso y desconocido trabajo en la biblioteca Luis Ángel Arango. Tras mi hallazgo, y una vez que di noticia del mismo, se ubicó un segundo ejemplar en el Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana del Ecuador, probablemente el que el propio autor o, mejor, su padre -quien, como jefe de misión firmaba toda la correspondencia-, envió en su momento a Quito.”.

Pero había más secretos que saldrían a la luz en esta incursión histórica de Gonzalo Ortiz en tierras colombianas, por ejemplo que Manuel Antonio Muñoz Borrero contrajo matrimonio con Carmen Van Arken Mallarino pocos días después de su graduación de abogado y que pasó diecisiete años en Colombia, ejerciendo funciones diplomáticas en un período complejo en el que los dos países rompieron relaciones y Colombia retiró a su personal de Quito. Sin embargo, el gobierno ecuatoriano dejó en la legación de Bogotá a Manuel Antonio Muñoz como encargado de los archivos, el cargo de menor jerarquía en la carrera diplomática, aunque en ese momento resultara crucial para los dos países por la delicada situación por problemas limítrofes. 

La historia de amor entre Manuel Antonio Muñoz Borrero y Carmen Van Arken tendrá además su propio hilo conductor: tras su divorcio en Suecia en 1934, habrían de pasar más de treinta años para que la pareja volviera a encontrarse y permaneciera junta hasta la muerte de Manuel Antonio en 1976.

En el libro de Gonzalo Ortiz se reproducen también las “Notas de viaje a Bogotá”, realizadas por un joven Muñoz Borrero en el largo periplo que vivió entonces, 111 años antes, entre Cuenca y la capital colombiana a la que llegó luego de haberse transportado en caballos, tren y barco.

Notable y valioso documento histórico el que entrega a los lectores Gonzalo Ortiz Crespo, develando nuevos secretos y pasadizos que aún permanecían en penumbra alrededor de la vida de Manuel Antonio Muñoz Borrero, reconocido por el Estado de Israel en 2011 como Justo entre las Naciones por su labor humanitaria, llena de coraje y desprendimiento para salvar la vida de cientos de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. 

'Manuel Antonio Muñoz Borrero: los años desconocidos', nos aproximan un poco  más a lo que fueron sus años en Colombia, esa patria a la que quiso como propia y que en sus momentos más duros en Estocolmo, cuando el Ecuador le había cancelado su nombramiento de Cónsul Ad-Honorem y su situación económica y su carrera diplomática se venían abajo, le tendió siempre su mano generosa. (O)

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