Sobre el recuerdo, el olvido y el amor
Qué bonito es darle vida a algo, que por un tiempo fue de un ser amado. Y meter la mano en el bolsillo, y encontrar su esencia guardada.

Tengo un armario lleno de ropa, pero más que ropa son recuerdos. Son todas las cosas que estaban en casa, de una persona que ahora extraño. Es una tristeza pegada a los olores, texturas y recuerdos. Recuerdos que vuelven a la vida con cada prenda: las voces, los momentos divertidos, los no tan divertidos. Cada día visto algo que fue heredado. Una camisa, un sombrero, unos guantes. Se sienten como si me acompañan, como si ellas eligieran acompañarme. Igual soy yo la que elige vestirlas, para tenerlas más cercanas.

Hoy llevo una chaqueta heredada, que aún guarda el pintalabios de mi abuela. Y, al recordarla, no he encontrado otra salida, que llorarla y dedicarle estas palabras. Porque… qué bonito es darle vida a algo, que por un tiempo fue de un ser amado. Y meter la mano en el bolsillo, y encontrar su esencia guardada. Hoy cumpliría 96 años, y la recuerdo con su pintalabios. 

También guardo una colección de libros, un tatuaje y un sofá. Guardo además un peluche sucio y una maceta seca. Guardo sus cosas, porque es como guardarlas a ellas. Sus sonrisas, su amor y hasta su mal genio. Las recuerdo en sus cosas, pero también en su ausencia. En los momentos que me faltan y en el sufrimiento que me dejan. Uno vive siempre que nos recuerden, y yo las recuerdo con mi armario lleno. (O)