Apenas se cruza la puerta, el aire huele a innovación. En una oficina donde se toman a diario decisiones estratégicas, ella resalta por su capacidad para anticiparse al futuro. No llegó allí por casualidad. Lo hizo en un mundo donde las cifras aún muestran una brecha laboral de género. Según el BID, a pesar de representar un 48 % de la fuerza laboral mundial, las mujeres representan el 22 % en el sectro del petróleo y el gas.
¡Quinto sueño cumplido!
Todo esto, mientras el Foro Económico Mundial proyecta que para 2025 se abrirán siete millones de empleos en áreas como inteligencia artificial, ciberseguridad e internet de las cosas. En ese terreno, donde la tecnología marca el pulso del progreso, forjar un camino como mujer exige más que talento, exige agallas. Y ella las tuvo. Esta es la historia de Ruth Zambrano, una mujer que entendió cómo funciona el futuro y decidió programarlo a su manera.
Cuando Zambrano —de 43 años— habla de su infancia en Portoviejo, Manabí, lo hace con orgullo. Recuerda a su abuela, cuando le enseñaba a leer antes de que pisara una escuela. Fanática de los libros desde niña, amaba las novelas románticas y de misterio cuando otras niñas aún descubrían las bases de la lectura. A los 15 años fue a un intercambio estudiantil en Alemania. Allí, además de aprender un nuevo idioma, adquirió estructura, algo que hasta ahora es su guía.
Es ingeniera en Electrónica y Telecomunicaciones por la ESPE, y tiene una maestría en Gestión de Petróleo y Gas en la Universidad Heriot-Watt, de Escocia. Ruth recorrió un camino poco habitual para una mujer ecuatoriana. En noviembre cumplirá 20 años en SLB (antes Schlumberger), una de las compañías tecnológicas más importantes del sector energético. Es la segunda de sus hermanos, la del medio, y aprendió desde pequeña a hacerse escuchar. Es la manabita que jugó las piezas de su vida con curiosidad, inteligencia y pasión.
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Cuando Ruth regresó de Alemania, quería dedicarse al arte, pero su madre le dijo que mejor buscara otra carrera. "En Ecuador no se puede vivir del arte", aseguró. Aunque reconocía el talento y la pasión de su hija, le insistió en que el arte podía ser un hobby, pero no una profesión principal. "Tú necesitas una carrera que te brinde independencia económica como mujer".
A esta empresaria también le gustaban las matemáticas y la física, y antes de irse a Alemania estudió en el bachillerato físico-matemático. En casa era la única mujer y afirma que era muy rebelde: su madre solía chocar con ella y su padre era más conciliador, cuenta. Fue él quien decidió acompañarla a la Universidad Central en Quito, la única en ese momento que ofrecía la carrera de Artes. Sin embargo, el panorama fue impactante para ella: un paro estudiantil, gases lacrimógenos, paredes grafiteadas y aulas deterioradas. Ruth no se sintió identificada. "Yo aquí no me quedo".
Entonces, su padre le propuso visitar otra universidad, la ESPE, en Sangolquí. Desde el momento en que cruzó sus puertas, sintió que encontró su lugar. El campus estaba impecable, el césped bien cortado, estudiantes concentrados bajo los árboles, aulas limpias y ordenadas... todo estaba en su punto. "Este es mi lugar en el mundo". Fue allí donde decidió estudiar ingeniería. Primero se inscribió en mecánica, pero con el tiempo descubrió que la electrónica le apasionaba más y cambió de especialización.
Durante su tesis de grado, Zambrano fue llamada a una entrevista —a las 7 de la noche— con Schlumberger. Pensó que era una broma de sus compañeros. No recordaba que postuló a algún cargo, pero decidió asistir. Llegó en jeans manchados tras un día de trabajo en el Comando Conjunto. La conversación con la reclutadora, Liliana, lo cambió todo. Hablaron por una hora sobre sus aspiraciones, su gusto por la ingeniería electrónica y su deseo de aplicar esa tecnología en el campo médico.
El vínculo fue tan fuerte que, contra todos los protocolos, le ofrecieron el trabajo esa misma noche. "Los procesos de reclutamiento de SLB son de dos y de tres entrevistas, se pasa por fases. Y a mí me ofreció trabajo ese primer día", recuerda. Tuvo hasta la medianoche para aceptar un puesto como ingeniera de campo en una plataforma ¡en Australia! "Salí de la entrevista y me regresé y la hice llamar. Le dije: 'Sí, acepto', y me respondió: 'Bueno, te paso la oferta de trabajo, la necesito firmada y esperamos que te gradúes'". Culminó sus estudios en enero de 2005 y llegó al otro lado del mundo en noviembre de ese mismo año. Su aventura profesional apenas comenzaba.
Cuando recibió la oferta para irse a Australia, su papá tuvo incertidumbre. "No, ¿cómo que te vas a ir a Australia?", le decía y pensó lo peor. En ese entonces, no había tanta información disponible en internet ni acceso fácil a teléfonos móviles. Esta mujer joven y decidida no tenía plena conciencia de la magnitud de lo que implicaba ese primer trabajo, solo sabía que quería demostrar de qué estaba hecha.
A lo largo de esos años, Schlumberger se convirtió en su escuela y su respaldo. Siempre sintió que la compañía la trató bien. Cuando su padre enfermó, ella se encontraba en offshore, en medio del mar. Su jefe la llamó para avisarle y gestionaron un helicóptero para evacuarla. Coordinó trasbordos, vuelos y hoteles hasta que logró llegar desde Carranza, en Australia, hasta Portoviejo. Tras ese episodio pidió un cambio, ya que estar a dos días de distancia de su familia le resultaba más difícil. "Lloraba en el avión sin saber cómo estaba mi papá", recuerda...
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