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Liderazgo

'Creo que todavía hay tiempo de formar una generación que se reconecte con el mar y que lo proteja'

Mónica Mendoza Saltos

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Daniela Hill es la directora de la Fundación Amiguitos del Océano, que tiene programas en comunidades costeras y ecoclubes en Ayangue y Ballenita, en Santa Elena. Es bióloga, da clases de buceo y ha sido considerada una heroína local.

30 Septiembre de 2022 01.28

Daniela Hill Piedra creció con el mar y mirando por televisión como recorría los océanos Jacques Cousteau. Desde pequeña era fanática del investigador y oceanógrafo francés, quien dedicó su vida a estudiar el fondo marino, y ella conoció a través de su cámara 'el mundo bajo el agua'. Además, vivía en una familia marinera, su padre fue parte de la primera promoción de oficiales y tripulantes que zarparon en el Buque Escuela Guayas, la insigne embarcación ecuatoriana. Nació en La Spezia, una ciudad de Italia, ubicada a orilla del mar, hace 39 años, cuando su padre trabajó allá con la Misión de Construcción de Cobertas de la Armada Nacional. Aunque se siente ciudadana del mundo. 

El sector Las Puntas, en Ayangue, en Santa Elena, es su playa preferida. Desde la parte alta hay una panorámica espectacular de la ensenada del balneario. Ahí se reunió con Forbes para esta entrevista y hacer la sesión de fotos, mientras se escuchaba el golpe del mar sobre la roca. Se enamoró de la zona en 2000, cuando estudiaba Biología en la universidad, donde se especializó en invertebrados marinos. Aprendió a bucear porque quería confirmar lo que le enseñó Cousteau. Luego creó SeaLife Diving, un servicio de buceo basado en el cuidado del medio ambiente. Desde 2017 trabaja con la Fundación Amiguitos del Océano en proyectos de educación y conservación, con niños y niñas de zonas costeras. Cree que todavía hay tiempo de formar una generación que se reconecte con el mar y que los proteja. 

¿Cómo comenzó la relación con el mar?

Mi inspiración fue Jacques Cousteau. Creo que esa sensación que hay debajo del agua nos marca, no solo a los que hacemos buceo, surf, apnea o algún tipo de deporte en contacto con el océano. Cuando te sumerges hay un momento realmente de introspección, reflexión y observación, es muy interesante ver las cosas mientras estás debajo del agua.

Eres pequeño en esa inmensidad del océano.

Sí, una vez me topé con una ballena y la tuve a dos metros enfrente, hicimos contacto visual y fue un momento superemocionante. Uno dice en toda esta inmensidad toparse con este ser gigante, que si le da la gana de echarse un chapuzón y cae encima, uno se puede morir. Compartir este espacio con este ser maravilloso es superrecargador, los animales tienen una fuerza y energía impresionantes. Es ahí cuando te das cuenta de la conciencia de los animales (los ojos se le humedecen), te ve y parece que te dice no pasa nada. Mi corazón se llenó de energía. Estábamos en el sector de El Pelado, en Ayangue, con mis alumnos, y se la escuchaba, se la veía y mi corazón explotó.

¿Por qué no hay conciencia de la destrucción del planeta?

Somos la especie más evolucionada pero la que más destruye. Me pregunto qué pasó, tal vez la tecnificación y la evolución de la sociedad, más que la especie, es algo que nos ha ido separando de la naturaleza. En Ecuador tuvimos tantas culturas que convivían con el mar, esta es la ruta de la Spondylus y nuestros ancestros buceaban para sacarla del fondo del mar, pero ahora está amenazada.

¿Te preguntas en qué momento hubo el quiebre?

Es algo que trato de descubrir con antropólogos y, debe estar en la historia, algunos dicen que tiene que ver con la colonización; antes éramos más navegantes, más pesqueros, artesanales y había comunión con el mar, y por eso el respeto. Pero cuando nos colonizan, nos hacen trabajar más en la tierra y dar la espalda al mar. Entonces, ahora mi misión es que retomemos la mirada hacia el mar y que no le demos la espalda.

¿Se puede hablar de cambio climático y cuidar el planeta sin cuidar el océano?

No, es un tema que ha estado escondido, no difundido. Cuando las personas hablan de cambio climático exclusivamente se vienen a la mente los bosques, los árboles, son organismos que producen oxígeno y capturan CO2 y lo mismo hace el océano. Si vemos una foto del planeta Tierra desde el espacio, es más azul que verde o café. Lo que la mayoría de las personas no conocen es que en el océano también hay plantas, macroalgas y microalgas que hacen la misma función que cualquier árbol. En enero de 2021 comenzó una década del océano donde se trata de hacer más investigación para dar más luces a las personas, con data científica de la importancia de los bienes y servicios del océano.

Según un estudio de la Escuela Politécnica del Litoral (Espol), en los meses de confinamiento por la pandemia las principales playas del Ecuador recuperaron características propias de su estado natural, ¿eso es posible?

Cuando fue el confinamiento se pararon muchas industrias y fue la oportunidad de darle un respiro al planeta, no solo ocurrió acá, en India se registró la presencia especies que se pensaban extintas. Es un poco repensar, no podemos perder la fe. Hay un principio oceánico que habla de esta conexión intrínseca con el mar, no solo cultural o geográfica, hay algo en el agua que realmente se mueve en nosotros.

Los datos de la Fundación Amiguitos del Océano señalan que más del 60 % de niños del programa no sabía nadar, ¿qué refleja eso?

Hace siete años, cuando salí de la función pública, empecé a tener una experiencia con mi hija Ornella y a trabajar en el proyecto Amiguitos del Océano. Estuvimos en 36 comunidades y trabajamos con más de 10.000 niños, desde 2018 hasta inicios de 2020, y tenía curiosidad de saber si sabían nadar o no, asumir que porque viven frente al mar todos lo hacían, pero la realidad es otra. El 63 % de esos niños no saben nadar y el 31 % son hijos de pescadores. En Valdivia les preguntaba a los niños cuándo iban a la playa y dijeron solo en Carnaval.

¿Eso demuestra que si no lo conoces no lo cuidas ni lo respetas?

Que hay una falta de conexión. A veces veo al océano como un ser vivo, pero también lo veo como un novio y soy tipo Cupido, si no te interesa conocer de él, si no te emocionas, no vas a cuidar la relación que tienes con él.

Pero hay gente que lo conoce, que viene en cualquier temporada, pero tampoco lo cuida. 

Lo conoce por fuera, le gusta la sensación que tiene estar cerca de este ser, pero realmente no sabe el daño que le está haciendo por desconocimiento, y es ahí cuando reflexiono sobre el sistema educativo. Decidimos trabajar con escuelas públicas porque nos dimos cuenta de que se utilizan sistemas obsoletos. Hay gente que dice que vive en Quito y no sabe cómo conectarse con el mar, la gente no sabe que el Machángara forma parte de la cuenca del río Esmeraldas, que llega al océano. La conectividad es la que debemos tener presente.

¿Qué es ciencia ciudadana?, ¿promueven explorar el mar y limpiarlo? 

Es una manera de acercar a las personas a la ciencia y que sean parte de la generación de un conocimiento para el cambio.

¿Eso implica limpiar el mar?

Limpiar el mar no es una solución, es una acción que se requiere y es urgente. Pero la solución debe venir desde la fuente, ¿quién la consume?, ¿quién la produjo? y todos somos corresponsables. Retomando el concepto de ciencia ciudadana, es generar conocimiento: esta basura de dónde viene, por qué llegan a esta playa; involucrar a los ciudadanos sin conocimiento de ciencia para que colaboren en el monitoreo de la capa superficial del mar.

¿A cuántas personas ha llegado la Fundación Amiguitos del Océano?

Comenzamos en 2017 con el programa de educación ambiental en escuelas fiscales de 36 comunidades, pero con la pandemia repensamos el trabajo y decidimos quedarnos en una sola comunidad, en Ayangue, para poder trabajar en Educación Oceánica para comunidades sostenibles; este programa tiene un aval de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la Unesco. Tenemos 366 familias, que son casi 1.000 personas, y hemos identificado nueve sectores, que se dedican más al turismo, y el proyecto es impartir referentes del cuidado ambiental y cómo su actividad está influenciada por el océano. Después hay una fase de capacitación para soluciones. El objetivo es que en cinco a ocho años la comuna tenga todos los conocimientos para poder replicarlos en otras zonas, es un proyecto piloto para reducir la contaminación por plásticos y ver ese proceso transformador en una comuna.

¿Estamos a tiempo para formar una nueva generación que cuide los mares?

Todavía no pierdo la fe, siempre pienso en que no podemos ser egoístas en solo pensar en lo que estamos viviendo ahora, qué vamos a dejar a nuestros nietos o tataranietos, qué mundo nos dejaron, en qué condiciones nos lo dejaron.

¿Hay un 'top' de basura recolectada?

En general son plásticos de un solo uso, porque esto depende del sitio donde se recoge la basura, según la comunidad, la incidencia y su ubicación geográfica. Por ejemplo, si hablamos de Playas, que está en una zona de incidencia del golfo de Guayaquil, con Posorja y Puná, toda la basura viene de esa área; en el puerto de Santa Rosa vemos muchos utensilios pesqueros; en Ayangue hay más botellas y artículos que dejan los turistas.

¿Qué es el kit oceánico que sacó la Fundación, una cajita feliz como la de McDonald's?

(Risas) Es una caja oceánica. Cuando hicimos la pausa en la pandemia, nos acogimos a conceptos globales de los océanos que la Une(I)sco lanzó en 2019, un documento que se llama Cultura Oceánica para todos, con siete principios. Entonces, me surgió la idea. ¿Por qué no hacemos un kit de educación oceánica? Desarrollamos una metodología que tiene componentes para hacer como una exploración de cada principio. Consta de un cuaderno de trabajo, con diferentes maneras de aprender, juegos con QR, investigación, material y ecorregalo.

¿Cuáles son algunos de estos siete principios del océano?

Por ejemplo, el sentido de conectividad con el océano, que es una gran masa en el mundo; que influye con la atmósfera; que ha inspirado a la gente; que solo se ha explorado en menos del 5 %. Se busca que cada principio se ponga en práctica para que el agente se acerque al mar y los niños desde 7 años puedan entenderlo.

¿Cuáles son los siete principios de Daniela? 

La coherencia para mí es básica. Me gusta la conectividad con el océano, el sentido comunitario, el movimiento, hay que fluir. La transparencia, porque el agua es transparente. La pasión con la que hago las cosas y compartir. (I)

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