Su carrera profesional está marcada por desafíos que exigieron disciplina, obstáculos que templaron su carácter, resiliencia y decisiones de precisión.
Nació en Quito hace 34 años. Su abuela fue quién lo empujó hacia la lectura, los debates y la historia, sembrando en él una inquietud intelectual que marcaría su futuro. “Siempre fui curioso, me fascinan los libros de historia, quería entender la Segunda Guerra Mundial. Luego Galeano se volvió una guía para mí.
Desde chico me gustaba pelear, argumentar, mi mamá decía que era abogado desde los cuatro años”, recuerda entre risas.
Su infancia estuvo marcada por idas y venidas entre Ecuador y Chile, su padre es chileno. En el colegio se consideraba ‘un estudiante del montón’. El Modelo de Naciones Unidas, fue el escenario que descubrió en Felipe su habilidad de debatir sin miedo. A los 16 años defendió a Cuba frente a delegaciones más experimentadas. “Contra todo pronóstico ganamos mejor discurso, mejor resolución y mejor delegación”. Ese día entendió que su futuro estaría ligado al argumento y la estrategia.
Esa seguridad para hablar, analizar y cuestionar son un eco directo de su abuela, quién lo entrenó sin proponérselo. Largas conversaciones que lo obligaron a pensar más allá de lo evidente.
Noticia relacionada: De Instagram a facturar US$ 1,1 millones
Estudió Derecho en la Universidad de Los Andes en Santiago. Allí se enfrentó a un entorno conservador, hermético y exigente. ‘Fue difícil, tuve que adaptarme, pero sin perder mi autenticidad y mi mirada crítica”.
Trabajó desde muy joven. En segundo año fue asistente legal en un estudio especializado en litigios y libre competencia. Luego, en una firma londinense organizando juicios y expedientes.
Todo apuntaba a una carrera clásica en tribunales, pero sus prácticas obligatorias con el Estado marcaron un quiebre. “Descubrí lo que significa hacer mucho con poco. Aprendí a reinventarme con recursos mínimos, desafíos enormes y realidades duras”. Ese aprendizaje fue clave para lo que vendría después.
El salto al mundo corporativo
Un profesor de la universidad le abrió la puerta a CMS, una firma global de asesorías empresariales. Entre sus clientes estaba Accenture, a la cual Felipe casi atendía con exclusividad. “Entre con temor, pero ese mundo me atrapó, era una lógica de negocio distinta”.
Un año y medio después, Accenture lo contrató como analista del departamento legal en Chile. A los 27 años negociaba directamente con gerentes legales de bancos, retailers y financieras. Esa exposición temprana le permitió a crecer, sin tiempo para dudas. Fue gerente legal encargado por ocho meses, en ese periodo decidió especializarse en ciberseguridad e Inteligencia Artificial.
En marzo de 2025 asumió la gerencia legal para Chile y, además, lidera el equipo disciplinario que trabaja en tecnologías emergentes para México, Colombia, Argentina y Perú. “Salí de mi zona de confort”.
El liderazgo que no sigue manuales
Accenture opera en 50 países, trabaja con más del 70% de las empresas Fortune. En 2024 generó ingresos globales de US$ 65.000 millones, de este monto más del 50% corresponde a Estados Unidos, Canadá y Latinoamérica. En Chile, su portafolio se concentra en banca, minería, retail y multinacionales como Walmart y Unilever.
A este ecosistema, Godoy lo resume con una metáfora futbolera. “Los abogados somos el portero. Estamos en la última línea, esperando que no pase el gol”.
Su estilo de liderazgo es riguroso, metódico y profundamente estratégico. Negocia contratos que pueden durar seis meses o más y enfrenta procesos complejos sin comprometer el riesgo corporativo “El último año fiscal cerramos un contrato de US$ 200 millones. En 2026 consolidaremos al menos dos megadeals de similar tamaño”.
Asegura a Forbes Ecuador que encontró un espacio donde pudo conectar su criterio legal con la lógica del negocio, con la precisión que exige una empresa de capital abierto, donde los accionistas requieren claridad sobre niveles de riesgo y retorno. @@FIGURE@@
Fuera de la oficina, la montaña es su terreno de resistencia. Ha corrido 58 kilómetros con 5.000 metros de desnivel en Córdoba, Argentina, y sueña con conquistar el Cotopaxi, el Chimborazo y El Altar. “La altura ahora me pasa factura”, bromea.
Regresa a Ecuador una vez al año. Su ritual empieza con ceviche de camarón y empanadas de verde y no puede terminar sin un buen hornado.
Hoy vive en Las Condes, en Santiago, con su perro adoptado. En su velador siempre hay un libro de Ernest Gombrich, Emmanue Carrére o Eduardo Galeano. “Mi abuela sigue siendo mi brújula moral”. (I)