Las empresas que operan en América Latina atraviesan un escenario con niveles de incertidumbre cada vez más altos. Las presiones económicas, políticas y ambientales se combinan, alteran los planes de inversión, reconfiguran cadenas de suministro y obligan a los directorios a diseñar estrategias de resiliencia que no siempre resultan efectivas. Así lo reflejan los resultados de la Encuesta Global de Gestión de Riesgos 2025 (GRMS), elaborada por Aon plc, que muestra los principales desafíos actuales y los que anticipan los líderes empresariales de la región para los próximos tres años.
Según el relevamiento, los riesgos vinculados a la fragilidad económica, la inestabilidad política, la vulnerabilidad climática y los cambios regulatorios afectan las operaciones inmediatas de las compañías, pero también pueden transformarse en ventajas competitivas si se logran encarar con estrategias sostenidas.
"El aumento del riesgo comercial y operativo en América Latina pone de manifiesto una nueva realidad: la volatilidad y la incertidumbre son ahora constantes para las empresas", explicó Natalia Char, head of Commercial Risk para Latinoamérica en Aon. En su visión, ya no alcanza con resistir: hay que utilizar las disrupciones para robustecer la estrategia empresarial.

Las amenazas que enfrentan hoy las compañías de América Latina
Entre los diez principales riesgos actuales en la región, el más importante es la interrupción del negocio. Las causas se multiplican: eventos climáticos extremos, crisis geopolíticas, dependencia de rutas comerciales internacionales e infraestructura deficiente. En países como Argentina, Brasil, Chile y México, que basan buena parte de su economía en exportaciones, los cortes en la cadena de suministro no solo provocan pérdidas económicas. También dañan la confianza de los clientes y generan tensiones con proveedores clave.
En ese contexto, muchas empresas comenzaron a diversificar sus redes de abastecimiento, a invertir en tecnologías de trazabilidad logística y a diseñar planes de continuidad más sofisticados. Algunas incluso incorporaron seguros de interrupción contingente, un instrumento que les permite afrontar imprevistos sin poner en riesgo sus operaciones.
El segundo riesgo más mencionado en la encuesta de Aon son los cambios regulatorios o legislativos. Este factor, que se conecta de forma directa con la inestabilidad política, genera un clima de incertidumbre que afecta decisiones estratégicas. Las compañías, al no saber qué tipo de medidas fiscales o laborales podrían implementarse en los próximos meses, ralentizan sus inversiones y adoptan una lógica de planificación por escenarios, monitoreando el mapa político con más atención que antes.
En tercer lugar, aparece una amenaza que gana peso a nivel global: los ataques cibernéticos y las filtraciones de datos. Con una adopción creciente de plataformas digitales y herramientas de inteligencia artificial, la superficie vulnerable a los ciberataques se amplió. A pesar de esto, solo el 15% de las organizaciones encuestadas declaró que cuantifica su exposición a este tipo de incidentes. La reacción, hasta ahora, fue mayormente reactiva, aunque empieza a notarse un giro hacia estrategias más anticipatorias.
Otros riesgos actuales incluidos en el informe son la fluctuación en los precios de las materias primas, la desaceleración económica, el riesgo político, el flujo de caja insuficiente, la competencia intensificada y los eventos climáticos extremos.

Qué anticipan los empresarios de América Latina para 2028
La proyección hacia el mediano plazo muestra un leve corrimiento de prioridades, pero también una ratificación de ciertas tendencias que ya se asoman en el presente. Para 2028, el principal riesgo que visualizan las empresas latinoamericanas vuelve a ser el ciberataque o filtración de datos, por encima de cualquier otra amenaza. En segundo lugar, se ubica el aumento de la competencia, seguido por la escasez de materiales o la volatilidad de precios en las materias primas.
Los cambios legislativos, la interrupción operativa y el riesgo político también figuran entre los principales focos de preocupación. Pero lo que marca un punto de inflexión es la posición que ocupa el cambio climático, que ya no se presenta como una amenaza remota. Según el estudio de Aon, 8 de cada 10 empresas de la región sufrieron alguna pérdida económica por fenómenos meteorológicos o desastres naturales en los últimos 12 meses.
Se trata de un dato que refuerza la necesidad de encarar políticas de adaptación con urgencia. En ese sentido, muchas organizaciones están destinando más recursos a infraestructura preparada para eventos extremos, modelos climáticos de predicción y seguros paramétricos, que ofrecen respuestas ágiles ante desastres. Así buscan proteger tanto sus activos como la continuidad de su producción.
Por último, el estudio de Aon incorpora un elemento que empieza a crecer en la lista de preocupaciones: la inteligencia artificial. Aunque no figura aún entre los riesgos inmediatos, los empresarios proyectan que su uso masivo puede derivar en brechas tecnológicas, pérdida de empleos y nuevos dilemas éticos. A esto se suma la posibilidad de que amplifique vulnerabilidades en ciberseguridad.
De cara a lo que viene, las empresas que operan en América Latina no solo deben gestionar sus riesgos actuales con visión estratégica. También tienen que anticipar transformaciones más profundas, que modificarán tanto la forma de producir como los marcos regulatorios en los que se insertan. El desafío ya no es adaptarse, sino anticiparse.