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Pablo Jacobe. Socio de McKinsey para Uruguay y Paraguay. Fotos: Nicolás Garrido
Negocios

El fin del dinero "casi gratis", los dos riesgos de la IA y el país como laboratorio del mundo: la visión del nuevo socio de McKinsey para Uruguay

Andrés Oyhenard

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Pablo Jacobe, socio y manager de la consultora McKinsey hizo un balance del desembarco de la firma global de consultoría de gestión en Uruguay y de las oportunidades para el desarrollo del hidrógeno, entre otros temas

26 Agosto de 2025 10.00

La consultora McKinsey lleva tres años con oficina propia en Uruguay, aunque el trabajo con clientes locales comenzó mucho antes. Hoy son unas 25 personas que atienden tanto a empresas privadas como a organizaciones de la sociedad civil. Pablo Jacobe, socio y manager para Uruguay y Paraguay, lidera la operación de la consultora desde abril. "El desembarco ha sido muy bueno, ya tenemos una base de clientes locales que servimos de forma bastante consistente", explica.

El ejecutivo, de origen argentino y con una década en la firma, pasó los últimos años en Santiago de Chile antes de mudarse con su familia a Montevideo. "Me gusta mucho Uruguay, me gusta mucho la gente. Culturalmente siento que hay más cercanía entre argentinos y uruguayos que la que había con Chile. En lo personal estoy muy contento", confiesa.

McKinsey se presenta en el país como una firma integral. "La gente nos conoce como una consultora estratégica, pero hacemos mucho más. Trabajamos en tecnología, inteligencia artificial, transformaciones operacionales, proyectos con el sector público. Nos gusta que nos piensen como alguien que ayuda a resolver los problemas que enfrentan las compañías u organizaciones", explica Jacobe.

Una de las fortalezas, asegura, es que la firma opera globalmente como una sola unidad. "No trabajamos como oficinas satélite independientes. Eso nos permite traer expertise de cualquier parte del mundo. Si necesitamos a un gurú de un tema en Europa o Asia, lo traemos a resolver un problema local".

Pablo Jacobe. Socio de McKinsey para Uruguay y Paraguay. Fotos: Nicolás Garrido
Pablo Jacobe. Socio de McKinsey para Uruguay y Paraguay. Fotos: Nicolás Garrido

Pioneros en inteligencia artificial

"Fuimos de los primeros en adoptar la inteligencia artificial. Lo que realmente cambió ahora es la inteligencia artificial generativa: los modelos como GPT. En McKinsey ya tenemos agentes que realizan tareas que antes hacían nuestros equipos de investigación o analistas. Un informe que antes llevaba una semana de trabajo, hoy un agente lo puede resolver en minutos", destaca.

En paralelo, acompaña a clientes que todavía están dando los primeros pasos. "Muchos no saben cómo escalar ni cómo implementar. La tecnología está lista, pero hoy todavía se ve más como una herramienta que aumenta capacidades que como un reemplazo total. Lo que más vemos son dos riesgos: por un lado, que la organización no adopte la herramienta, y por otro, que se acumulen pilotos que no generan impacto real en el negocio. Un copiloto que redacta una minuta de reunión puede ser útil, pero no mueve la aguja. Lo importante es priorizar por impacto y no perder de vista la dimensión humana de la transformación", enfatiza. 

 "Uruguay puede mostrarse como un laboratorio de innovación y transición energética para el mundo"

El camino de la transición energética 

La transición energética y el hidrógeno verde fueron parte del impulso inicial para abrir la oficina en Montevideo y siguen siendo un eje de trabajo para McKinsey. "Seguimos full comprometidos con el tema. Tal vez perdió algo de foco global por cuestiones geopolíticas, pero creemos que va a seguir siendo clave. Los compromisos de las empresas son de largo plazo: descarbonizar 30% al 2031 o llegar a net zero al 2050 siguen vigentes. Y los efectos del cambio climático están a la vista", sostiene el ejecutivo.

En ese marco, Uruguay tiene un diferencial. "Tiene conciencia medioambiental, está haciendo inversiones a través de Ancap y HIF en hidrógeno verde, y puede ser un laboratorio del mundo por su escala. Probar, por ejemplo, una cadena de suministro basada en camiones a hidrógeno y mostrar que se puede. Incluso la cantidad de autos eléctricos que hay en Uruguay supera ampliamente a países vecinos como Argentina o Brasil, e incluso a Chile", compara. A su juicio, el país cuenta con escala adecuada, capacidades técnicas y apoyo político para avanzar en esa dirección.

El fin del dinero "casi gratis"

El financiamiento es otro desafío. "Se terminó la época del dinero casi gratis, hoy el financiamiento es más selectivo. Pero los buenos proyectos siguen encontrando capital. Se evalúan con una tasa de corte más exigente, pero hay recursos disponibles", indica el manager de McKinsey.

Para ejemplificar, mencionó la industria forestal. "Son inversiones a 20 años como mínimo, y Uruguay lo ha hecho. Para proyectos de transición energética pasa lo mismo: no se miran a dos o tres años, sino a 20, 30 o 50. Para ese tipo de iniciativas el capital existe, tanto de fondos de inversión y private equities como de financiamiento bancario, que suele pedir una parte de equity".

Con ese horizonte, la oficina local busca consolidarse como socio estratégico de largo plazo. "Podemos traer lo mejor de McKinsey al país, conectando expertise global con desafíos locales. Uruguay tiene la chance de mostrarse como un laboratorio de innovación y transición energética, y nosotros queremos ser parte de ese proceso", finalizó Jacobe. 

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