Desde hace 50 años son conocidos por Induvit, marca especializada en la fabricación de vidrios de seguridad. Pero detrás del nombre está el conglomerado familiar Romero, liderado por la tercera generación y conformado por tres empresas: Romeral, Cristales Laminados y Temperados (Crilamyt) y Tecnividrio 2000. Juntas dan empleo a 200 personas y facturan entre US$ 6 y 8 millones anuales.
Pero aunque las cifras muestran un estado saludable del negocio, la pandemia, a decir del gerente General de Empresa Romeral (cobija a Induvit como marca comercial y Romeral como servicios de instalación), Cristian Romero, les “pegó durísimo”. De hecho, la facturación fluctuaba entre los US$ 12 y 15 millones y el grupo tenía otras firmas: una importadora, una transformadora y una productora de vasos de vidrio. Al impacto, se sumó la decisión de varios socios (familiares) de caminar por su propia vía.
Sin embargo, Cristian, y un primo que trabaja en el área técnica de Crilamyt, no abortaron la misión y son los únicos que continúan con el legado de su abuelo, Luis Guillermo Romero Salas, quien, entre sus varios negocios, en 1946 empezó a importar vidrio porque se dio cuenta de la demanda que había en el país, “Mi abuelo fue un visionario, muy pragmático. Comenzó trayendo vidrio y, años después, cuando otros importadores aparecieron, dio el salto hacia el procesamiento del vidrio. Los primeros negocios que hizo fueron para atender a las ensambladoras de vehículos. Omnibus BB empezó a fabricar los carros Andino y luego Chevrolet e Isuzu. Así nació Induvit, para el abastecimiento de toda la ventanería de vehículos. Posteriormente se creó Crilamyt, porque las ensambladoras exigían que el parabrisas delantero no sea templado sino laminado. Y después se fundó Tecnividrio 2000”.
Hoy, la empresa familiar se enfoca en un 85 % en la producción de vidrio estructural, un 10 % en producto para la industria automotriz y el 5 % para la línea blanca. Una vez pasado el momento más complejo por el Covid-19, los objetivos de la compañía son ambiciosos. Por eso, el año pasado realizó una inversión de US$ 4 millones en modernizar una planta que ya llevaba 30 años. Parte de esa modernización fue la instalación de un nuevo horno de templado (US$ 1,8 millones), considerado por el ejecutivo, como “el más grande y moderno de Ecuador, que nos permitirá optimizar las operaciones. De esta manera, podremos aumentar los porcentajes en las líneas automotriz y blanca, porque tenemos un potencial muy fuerte”.
Y no solo eso, Colombia y Perú ya son parte de su plan de expansión para el futuro cercano, debido a que a las infraestructuras cada vez se les exige mayores y mejores especificaciones de vidrio. Ahí, la nueva planta juega un papel importante. “Vamos a fortalecer el abastecimiento de vidrio estructural. La tecnología instalada ahora nos permite hacer productos especiales, para los edificios que requieren de certificaciones amigables con el medio ambiente y que requieren vidrios eficientes”. (I)