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Vivimos una guerra extraña. Se diluye, se agazapa, se focaliza... A pesar de todo las esperanzas se mantienen

28 Febrero de 2024 14.53

Hay momentos y momentos. En la vida personal, en el trabajo, en el país. El que vivimos como Ecuador es un tanto surrealista, quiebra los esquemas a cualquiera. Nos cruza una guerrita sui géneris, extraña, impredecible. Guerrita que se prende y se apaga, de golpesitos aquí y allá. Que se diluye, se cubre de bruma, se focaliza en esquinas determinadas. Nadie sabe quién gana y quién pierde, no hay balances, ni partes de guerra. Momento expectante. Se juega el futuro. Lo que hagamos o dejemos de hacer marcará el destino. 

La inseguridad lo atraviesa todo. Con su secuela de violencia y muerte. No son percepciones ni cifras frías. Son realidades cotidianas e incluyen asesinato de niños. Siguen ahí, agazapadas, esperando, mutando… 

Y ahora se viene un nuevo peligro… la danza electoral. El circo y las apariencias lo coparán todo. El cálculo se convertirá en motor de los comportamientos. La espontaneidad dará paso al disfraz. A la venta de figuras, de poses, de mensajes, de quimeras. A la publicidad avasallante. 

Pero, y a pesar de todo, hoy luces interesantes... 

IPSOS, empresa internacional dedicada a las investigaciones de mercado, ha lanzado su encuesta de febrero 2.024 sobre Confianza de los Ecuatorianos. La misma fue aplicada en Quito y Guayaquil y consideró variables de género y generaciones. Curiosamente, pese al momento del país, refleja niveles importantes de confianzas y expectativas. Signo de una población tercamente esperanzada. 

Un primer elemento refiere a las instituciones que generan confianza. El Ejecutivo y la Fiscalía aparecen bien posicionados. Siempre más arriba que el 50%. Militares, empresa privada e iglesia también muestran puntajes positivos. En cambio, y como lo sabe todo el mundo, la Asamblea (17%), el Sistema judicial (15%) y los políticos (5%) continúan en su caída hacia la nada. 

En una visión de futuro, los encuestados apuestan al Gobierno y la Sociedad civil como los actores que sacarían adelante al país. Muestran calificaciones por sobre el 35%. Le asignan también un rol, aunque secundario, a las empresas privadas y a la cooperación internacional. 

El tema más caliente, la gestión del conflicto armado interno que vivimos, merece para un 63% de la población una apreciación positiva (23% muy buena, 40% buena). Solo un 9% la considera mala o pésima.

La consulta más interesante alude a las afectaciones producidas por la situación de guerra. Las opiniones consideran los dos extremos: afectaciones negativas y afectaciones positivas. Entre las negativas, resaltan nítidamente dos: el aumento de la violencia y el crimen, seguida del trauma sicológico y estrés de la población. En el flanco de las percepciones positivas (su solo existencia revela esperanzas) destacan tres situaciones: el aumento de la seguridad (43%), la sensación de bienestar, la mayor confianza en las FA. Extrañamente se mencionan, aunque con pesos menores, la seguridad para los pequeños negocios y el aumento del empleo. 

El miedo merece capítulo aparte. Constituye la sensación símbolo del momento que vivimos. Y hace su aparición en todos los momentos y escenarios. El miedo se ha expresado, según los encuestados, de múltiples maneras. El 61% de los encuestados, manifiesta que el significado del miedo se traduce en temor por el bienestar de la familia. Ahí radica el centro de las angustias.

Dos respuestas adicionales se subrayan. El miedo a salir de casa (33%) y la salud mental y emocional (30%). Le sigue, con cierta distancia y contradictoriamente a los efectos positivos, la pérdida del empleo o fuente de ingreso (19%)

NADA ES ETERNO

La encuesta gira, y la vida gira, por el momento, alrededor de las violencias sociales, las cotidianas, pequeñas y de puertas adentro. Y las otras, marcadas por los asaltos, el ajuste de cuentas, los sicariatos, las balaceras, las disputas de territorio. Todas las voces sugieren no encerrarse, no ceder, no dar gusto a las bandas asoladoras. Superar, en compañía, los miedos y los recelos. Exigen y aplauden la mano dura como respuesta oficial.  Saben también que no es una guerra convencional y que el enemigo se mimetiza según las circunstancias.

Es de esperar que las percepciones positivas, los enfoques optimistas y las reservas de esperanza se mantengan y crezcan. No es fácil. El paisito se caracteriza por vivir de eventos, de sucesos, de golpes de efecto, no de procesos, no de políticas de estado. Necesitamos que las expectativas se sostengan. Que su fragilidad y variabilidad congénita no las esfume.  (O)

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