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Como país, volvemos a tener una nueva oportunidad de decidir en democracia el futuro que imaginamos. Nadie más lo hará por nosotros. Es tiempo de defender ese país maravilloso en el que queremos vivir en paz, mediante el poder que nos otorga la libertad del voto. No lo desperdiciemos una vez más.

07 Junio de 2023 16.01

Recuerdo como si fuera ayer ese fin de semana de mayo de 1981, cuando mi padre y yo emprendimos un viaje a Guayaquil por transporte terrestre. Salimos del improvisado terminal de buses de Cumandá y comenzamos esa travesía nocturna que nos llevaría por el callejón andino. Hicimos una parada en Santo Domingo De Los Colorados (ahora De Los Tsáchilas), cruzamos Babahoyo y, luego de 8 horas, respiramos la brisa del río Guayas que nos daba la bienvenida al Puente de la Unidad Nacional, el acceso a Guayaquil. Aquello era como una aventura macondiana infantil.

Para mi familia, en ese momento, esos viajes representaban la exploración de oportunidades de negocios, y para mí era una experiencia lúdica que soñaba por las noches antes de que sucediera. Significaba encontrarme con mis primos y experimentar el inusual calor que contrastaba con el frío de la sierra andina. Parecía un fin de semana ideal. Incluso se rumoreaba que se iba a abrir la señal del partido en el que la selección de fútbol ecuatoriana enfrentaba a Chile por la clasificación al Mundial de España 82. Todo parecía perfecto, pero todo cambiaría en cuestión de horas.

En los días previos, el Ecuador vivía una tensión social, política y económica. La euforia de la reciente democracia, liderada por el joven presidente Jaime Roldós, se había disipado en pocos meses debido al descontento popular causado por el aumento del precio de la gasolina, el incremento de los precios de los bienes básicos y otros ajustes ocasionados por la guerra con Perú. Además, había un creciente malestar social que presagiaba un caos.

Durante la mañana, veíamos por televisión el discurso de un impopular presidente, interrumpido constantemente por silbidos y gritos inapropiados. Contemplábamos impávidos el desfile militar que se transmitía a nivel nacional desde Quito, donde se condecoraba a los héroes de guerra. En medio de la confusión, solo puedo recordar el "Viva la Patria" con el cual Roldós terminó su discurso antes de ser abucheado y despedido hostilmente por la multitud.

Mientras se transmitía el partido de fútbol, la programación de televisión se interrumpió para informar de última hora que el avión presidencial se encontraba extraviado. Se temía lo peor y minutos después se confirmó con el anuncio de la trágica muerte del presidente Roldós. El resto es historia.

Desde 1981 hasta la fecha, el Ecuador ha tenido 14 presidentes, lo que significa un promedio de 1 presidente cada 3 años. Una espiral de refundación cada 36 meses. Durante estos 42 años, muchas cosas han cambiado: la población se ha duplicado, la deuda externa ha crecido 13 veces, las exportaciones de petróleo se han duplicado, el Ecuador ha perdido más de 27 mil kilómetros cuadrados de su territorio después de la guerra, la producción del país medida por el PIB ha crecido 5 veces, la esperanza de vida se ha incrementado en 15 años, y el sucre ha sido reemplazado como moneda oficial del Ecuador por el dólar de los Estados Unidos.

Ahora que políticamente el país vuelve a poner la "aguja de su reloj en cero" con los actuales acontecimientos sociales, es oportuno recordar que estamos recibiendo la oportunidad de subirnos a un nuevo tren de cambio, y debemos hacerlo con ilusión democrática y sabiduría. Es verdad que, parafraseando a Vargas Llosa, "la democracia es imperfecta, pero no conozco un mejor sistema que éste frente a una dictadura".

Como país, volvemos a tener una nueva oportunidad de decidir en democracia el futuro que imaginamos. Nadie más lo hará por nosotros. Es tiempo de defender ese país maravilloso en el que queremos vivir en paz, mediante el poder que nos otorga la libertad del voto. No lo desperdiciemos una vez más. Coincido con C.S. Lewis, quien asegura que "no puedes volver atrás y cambiar el principio, pero puedes empezar desde donde estás y cambiar el final". (O)

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