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Khaby
Columnistas
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Los 'trend' en el mundo de las redes sociales pueden significar una opción de ingresos mensuales para quien se atreve a dejar de lado la timidez. En este trabajo digital, quien más atrae, más gana. Una tarea nada fácil.

30 Septiembre de 2021 01.17

El don del baile nunca se me dio, como debería ser por el solo hecho de haber nacido en esta parte del planeta. Tieso para la salsa. Desgarbado para el reggaetón. Suma cero para la cumbia. Una vergüenza para la comunidad latina. Pero, ¿y para la ecuatoriana? No tanto. Me defiendo en una que otra reunión familiar, cuando llega el momento del zapateo al ritmo de la música nacional. Y debo decir que, modestia aparte, la electrónica tampoco me viene mal. Es solo cuestión de dejarse llevar por el punchis, punchis, punchis... Fire awaaaaaay! Fire awaaaaaaay! Aunque ya cuando aparecen en la pista los capos del 'shuffle', ahí sí me retiro por la sombrita. 

Como se entenderá por estos antecedentes, intento no carcajearme de prójimos que, al igual que yo, no son diestros para el contoneo de brazos y caderas. Sin embargo, hace unos días, lo hice. Me vi obligado a googlear sobre un tal “Tilín”. Porque, lugar donde iba: “Oeeee, Tilín”; conversación que mantenía: “Vaya, Tilín”; red social que abría: “A la &#%$#, Tilín”. De la noche a la mañana, el niño peruano se convirtió en tendencia, viralizado gracias a su baile para ganarse una moneda, mientras un familiar le animaba con frases pegajosas, muy pegajosas. 

Después de esto, y de ver una serie de otras tendencias bailables, me sentí tentado a inscribirme en uno de los tantos cursos, talleres, programas de alto rendimiento, clases magistrales con 'coaches' magistrales, etc., que juran por Michael Jackson que te enseñarán a rentabilizar a lo grande tus 'reels' y 'tik toks'. Estuve tentado, porque realmente he soñado con verme desfilar en la alfombra roja de la gala del MET de Nueva York, vestido de Mama Negra, o en el Festival de Venecia, como lo hiciera el ahora archifamoso Khaby Lame, un joven senegalés de 21 años, que vive en Italia, que pasó de desempleado a ídolo cotizado, cuando se le ocurrió la brillante idea de dejar en evidencia, y sin decir una sola palabra, al contenido de cuanto video ridículo pulula por las redes en búsqueda de pegarle al chiripazo viral y saltar al Olimpo de las nuevas estrellas, fugaces y no tan fugaces, de Internet. 

Pero... no, Tilín. Y no es que dude de los conocimientos, experiencia y carisma de quienes me invitan a convertirme en un 'rockstar' digital, sino que me di cuenta de que, en el fondo, en el fondo, no hace taaaanta falta eso. En el mundo loco de las redes sociales, lo único que necesitas es esa idea que al resto le hace pensar “¿Cómo no se me ocurrió a mí?, ahí estaba”, o ese 'blooper' grabado en el momento exacto que te abra las puertas a que el planeta te conozca o simplemente ese contenido que, aunque nadie sepa a ciencia cierta por qué, todos lo quieren compartir. 

De hecho, en algún momento, llegué a preguntar a varios “influenceres” locales, cuál era su cotización para una pequeña mención en sus redes. La verdad, había para todos los gustos. Desde los que me pedían US$ 100 por una mención, hasta los que me querían desplumar con US$ 1.500 por cuatro tuits. Supongo que, la fama y el número de seguidores es directamente proporcional al valor de sus frases. ¡Cuatro tuits! Esto es US$ 1.500 por 1.120 caracteres, lo que da a razón de US$ 1,34 por cada letra o espacio. En términos hipotéticos, si yo fuera un famoso a medio gas, este artículo, de ser mención de algo que no fuera su humilde servidor, me estaría significando unos US$ 5.425. Me estoy desperdiciando. Tengo una nueva perspectiva y me pregunto ahora cómo hacer para contemplar esta opción y redondear mis ingresos mensuales.

Por lo que, si bien nunca seré reclutado para un 'flashmob' en la Plaza Foch o en la Plaza Grande o en Plaza Sésamo, no estoy cerrado a la posibilidad de seguir aprendiendo sobre estas nuevas formas de empleo a cuenta propia. Y, por ende, dejar la rigidez y lanzarme al 'trend' del baile del Rasputín con la esperanza de captar las miradas de todos, todas y todes. Al fin y al cabo, como cada cosa en la vida, es cuestión de ir dando pasos, aunque no perfectos, exitosos, como Tilín. ¡Buena, Tilín! ¡Gracias, Tilín! ¡Chulla vida, Tilín! (O)

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