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No voy a discutir si Adam Smith tiene o no tiene razón. Lo que sí sé claramente es que, en estos tiempos de tecnología y digitalización, esa mano invisible trabaja noche y día. La oferta y la demanda pactan como BFF, sin siquiera tomar en cuenta mi opinión.

10 Noviembre de 2021 23.13

Aunque ustedes no lo crean, yo también hice seis semestres de Finanzas en la San Marino. Metafóricamente hablando, porque, en realidad, no era la San Marino, ni fueron seis semestres, ni yo era la peliteñida. Y más que nada porque yo sí caché algo algo de Macroeconomía y Microeconomía, en mi paso por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), sapiencia que me ha permitido saber cómo se calcula una tasa de crecimiento y no terminar de secretario particular de la Marce (no Aguiñaga). 

Fue cuando conocí la famosa -entre los economistas- teoría de la mano invisible de Adam Smith. Previamente, para mí, Adam Smith era el líder de Los Magníficos (The A-Team). Supongo yo que dejar volar mi imaginación durante las clases fue lo que alejó de mí la posibilidad de que el Dios de la Economía me transfundiera de lleno su sabiduría invisible y así lograr una comprensión de la ciencia económica al 100%. En todo caso, con alrededor del 60% me alcanzó para pasar los semestres e iluminarme en lo que Smith quería decirnos con su teoría. Según él, la libre competencia es lo mejor que le puede pasar a la economía, ya que el juego entre oferta y demanda es suficiente para que se alcance el equilibrio y los precios se fijen naturalmente. 

No voy a discutir si tiene o no tiene razón, porque es bien sabido que cuando le preguntan a un economista cuánto es 2+2, este responde bajito: “¿A qué desea usted que sea igual?”. Lo que sí sé claramente es que, en estos tiempos de tecnología y digitalización, esa mano invisible trabaja 24/7 con mi bolsillo, como si fuera un cajero automático. 

A continuación, algunos ejemplos de cómo, sin querer queriendo, la oferta y la demanda pactan como BFF, sin siquiera tomar en cuenta mi opinión:

Hoy, curiosa, coincidencial y providenciamente, como en alguno de los #StandUpEconomy anteriores, juega nuestra Tri. No puedo ir al estadio porque hay una mano invisible que me pide que escriba más notas, pero de ninguna manera voy a dejar de ver el partido, así que mi yo hincha (demanda), conocedor del pequeñísimo precio del Canal del Fútbol (oferta), de solo US$ 6,99 al mes, se emociona, y listo, ¡lo tengo contratado! Son apenas US$ 6,99, así que, si eres rico, rico te quedas, si eres pobre, de igual manera.

El sábado pasado quería ver la trompetiza del 'Chito' Vera en la UFC. Nada más y nada menos que en el Madison Square Garden de Nueva York (oferta). Tenía todo listo, estaba perfectamente acomodado, miraba las peleas preliminares y, en la última, me saqué la camiseta para ya entrar en calor (demanda), ¿y qué pasó? ¡toma!, únicamente se podía ver los quiños estelares por Star+, a un insignificante precio de US$ 9,99 al mes. KO por la mano invisible. 

El domingo, en cambio, en el chat del que soy miembro, de exglorias del fútbol amateur, llamado “Vuelve el picadito”, ya no solo se llenó, en vivo, como cada jornada deportiva, de comentarios de todos los colores y temperaturas, de los partidos de las ligas española, inglesa, francesa, alemana, argentina, vietnamita, turmekistana, mejor dicho, donde ruede el balón. Sino que también se escribió y leyó toda clase de improperios, de un lado, y alabanzas, del otro, acerca de la serie sobre Maradona, “Sueño bendito” (oferta). Yo, maradoniano desde el tuétano (demanda), por supuesto que no podía dejar de asistir a la cita. US$ 5,99 mensual para verlo por Amazon Prime Video. La mano de Dios se hizo presente de nuevo. La? que te parió.   

Al ya irse terminando el año y como dicta la tradición, estoy haciendo planes para empezar desde el 1° de enero mi régimen de ejercicios (demanda). Y navegando por el universo digital, voy encontrando un sinnúmero de aplicaciones ad hoc (oferta). Cada una más vistosa que la otra, más eficaz, más prometedora (para en tan solo pocas semanas marcar tu 'six pack' y verte mejor que La Roca), más integral (incluyen nutrición, consultas al entrenador y hasta porras, en caso de ser necesarias). Y claro, yo ya me puedo ver en la playa, en bañador rojo, corriendo por la arena, orgulloso de mi espartana figura. Pero la mano invisible vuelve a deslizarse. El anzuelo es el gratuito, pero a medida que requieres más rutinas de entrenamiento o servicios adicionales, no te queda otra opción que hacerle cardio al bolsillo. 

Y, por último, y retomando, pues sí, casi termino la carrera de Economía, me faltaron unos cuantos puntillazos para el descabello, pero especialmente, una redacción de periódico se me cruzó y terminé hechizado por el mundo de las letras y las teclas. De cierta forma, también fue una mano invisible la que me arrastró hasta aquí y, sin ella, muy difícilmente podría contarles que acabo de pagar US$ 5,99 por mes por el Spotify Premium, solo para evitar escuchar comerciales mientras pongo mi súper playlist. Y que estoy muy tentado a pagar US$ 29,99/mes, para saber cuál es la mano invisible que me 'stalkea' en Linkedin. (O)

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