Donald Trump era mi ídolo. Allá por esos tiempos cuando los 'reality show' eran el Doctor Milagro de hoy (también seguí el de las Kirubas, para qué). Era emocionante cuando el colorado aparecía en la apertura del programa a explicar el reto y ni qué decir cuando reaparecía al final para evaluar los resultados y espetar su famosa frase al más 'luser' de entre los 'luseres': You're fired! Claro, en mis tiempos de joven impetuoso, yo añadía 'maderfoca'.
Esos 'reality' levantaban pasiones, sacaban lo más visceral de uno. Se llegaba a desearle el mal, si no era el favorito personal, a quienquiera cuyo único pecado era tratar de ganarse el camellito en una de las empresas del magnate. Y Donald Trump era un capo para magnificar ese dolor de muela, con argumentos financieros que uno asentía con sís, claros, por supuestos, totalmente de acuerdos, como si habláramos el mismo idioma. Desde atrás de la pantalla, uno era capaz -y hasta tenía la autoridad- de crucificar al pobre participante, por haber hecho mal las cosas, obvias para Donald y para nosotros, o por perjudicar al que queríamos que gane. Trump era el amo.
Pasados los años, me encontré con otro programa que, aunque no tiene los tintes de 'mobbing' de El Aprendiz, sigue encendiendo mi yo de tirado a mucho lote. Es 'Shark Tank'. En la versión americana, el Señor Maravilla reemplazó, en mi gusto, al expresidente estadounidense. ¡Qué manera de comportarse como un auténtico tiburón! Se los come con yucas fritas a todos los que se atreven a desafiarlo y no presentan un plan de negocios claro y raspado. En la versión colombiana, los 'sharks' son un poco menos voraces, lo que permite a los emprendedores tener la ilusión de salir con algo de autoestima y dinero.
Sin darme cuenta, a veces me posee el ´Taz' seudo inversionista y, de pronto, me trinco, en medio del tráfico, actuando como 'shark' y cuestionando algunas prácticas de los emprendedores de la calle y alrededores. Inspirado por las horas de horas de ver a Donald, Mark Cuban, Lori Greiner, Alexander Torrenegra, Ricardo Leyva y Cía., he detectado las tres 'bad decisions' que cometemos cuando nos lanzamos a la aventura de emprender, en el Ecuador, y que, salvo excepciones, nos lleva al temido círculo de no sacar ni para las colas:
- ¿Y ahora? ¿Y ahora? ¿Y ahoraaaa? Cada vez que nos planteamos emprender, siempre nos hacemos la misma pregunta: ¿qué hacemos hoy, Cerebro? Y, el 99% de las veces, nos respondemos lo mismo: conquistar el universo, Pinky, abriendo una cafetería, local de comida o cervecería. Es regla común y quien no lo haya hecho que lance la primera empanada. Entonces, más allá de que sea buena idea o no, hay que saber identificar si eso mismo es lo que cubrirá una necesidad o, directamente, caeremos en el siguiente punto.
- Efecto manada. Claro que identificar una necesidad es tarea titánica, mucho más ahora que prácticamente hay de todo para todos. Pero ahí está la clave, caso contrario, ocurrirá que a alguien le funcionó vender chifles, al siguiente día habrá 37 vendedores de chifles; alguien logró vender cañas en cuadrados, al siguiente día 37 vendedores de cañas en cuadrados. Igual en el barrio: alguien puso una panadería y le va bien, a la semana hay cinco panaderías; alguien puso una pollería, al poco tiempo seis pollerías. Y no, no hay diferencia, todos con los mismos chifles, las mismas cañas, el mismo pan, el mismo pollo.
- Pereza creativa. Por supuesto que no es fácil poner nombre al negocio. Solo es cuestión de imaginar que si Apple se vendiera como Manzana no vendería ni un air pod. Y todos lo viven en su momento cuando deben bautizar a sus hijos o perrijos. A mí, por ejemplo, me pusieron Santiago. Y ahora encuentro Santiagos Ayalas por todo lado. Por eso pongo mi segundo apellido, para diferenciarme, no por moda ni por el justo reconocimiento a mi madrecita en el cometido. Así que, hay que dejar de ser básicos, y descartar las fórmulas comunes, que son: a) Artículo-alimento-nombre propio. Las papas de la Brittany, Los cebiches del Andy. b) Artículo-alimento-apodo. Las menestras del tuerto, Los jugos de la flaca. c) Artículo-alimento-calle/barrio. Los helados de la Marín, Los secos de la Brasil. c-plus) Artículo-adjetivo superlativo-alimento-calle/barrio. Los auténticos locros de San Juan, Los originales cevichochos de la Mena. d) Artículo-octava maravilla-producto. El palacio del tigrillo, El imperio de los bolones. e) Idioma de moda, hoy quechua.
Con estas breves directrices esperamos, yo, Donald y los 'sharks', que podamos aportar en el desarrollo de una mejor idea. Seguiré fiel a la programación para contarles más consejos y, si pasan a mi lado durante uno de los habituales trancones quiteños y me ven haciendo la señal de You're fired!, es momento de que cambien de negocio. (O)