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La gobernabilidad esperada para este momento de transición se esfuma de a poco. La polarización renace con fiereza. El tiempo escaso y el "eleccionismo" lo trastocan todo.

3 Julio de 2024 16.06

Somos hijos de la muerte cruzada. Ella tomó el control en nuestro paisito desde mayo 23. Culminará su dominio con la resurrección presidencial de febrero 25. Algo más de año y medio, que no se parece a ningún otro momento histórico. Y 7 meses que restan desde hoy que tampoco se parecerán a nada.

La muerte cruzada dislocó los tiempos “regulares” del ejercicio del poder: planes, estrategias, resultados esperados. Lo cargó de múltiples expectativas e incertidumbre. Un período así, colgado sin raíz, obliga a matizar, a dosificar y esperar distinto. Vivir la excepcionalidad, la anomalía, tiene un piso, un sentido y un techo. No se puede pasar sobre ella sin lastimarse.

Por si fuera poco, la fase muestra otra signo: elecciones. En los 7 meses se ejecutarán -con circo de por medio- campañas para captar el poder a cualquier precio. En realidad se iniciaron en abril con la consulta popular. Hoy contamos ya con 6 prospectos insaciables, algunos de los cuales no tienen ningún chance de ganar, pero igual exponen su “deseo de servir”. Y probablemente de “negociar”.

Lo menos que se esperaba en este fase corta e intensa es claridad de prioridades y ejecutorias. Programas estratégicos proporcionales a la circunstancia. Pero no. Se ha gobernado como si se dispusiera de una eternidad. No se ha visto plan acotado y sistémico, con resultados visibles y actores enlazados para una transición. La Asamblea, tampoco exhibe una agenda pertinente. Actúa reactivamente desde una mayoría que mira la vida con un solo ojo… impunidad y retorno del que sabemos. 

Por mala lectura del momento o por impericia o por intereses electorales, o por todas ellas, el Presidente ha entrado en un momento de peligroso debilitamiento. Tiene abiertos excesivos frentes: con la Vicepresidenta, con las mayorías del Congreso, con los indígenas, los trabajadores, los jubilados, los ecologistas… Hacia el exterior persiste la herida abierta con México. Y la imprudente crítica contra presidentes de América Latina. Extraña conducta de alguien que se jactaba de evitar confrontaciones y hablar solo cuatro palabras justas. 

A esta soledad y vulnerabilidad en camino, habría que añadir las promesas no cumplidas a cabalidad o contradichas con datos del propio estado: seguridad, empleo, petróleo, electricidad. También las graves denuncias estancadas -sabotaje, traición, participación narco en contratos. Y alguna señal de intolerancia y cruce de temas familiares y estatales.

Celeridad sin atropellamiento

Pero no todo son limitaciones. El esfuerzo en seguridad ha sido notorio: prisión a capos claves, incautación de droga, requisas de armas, baja de violencia en muchos espacios, control de cárceles, reducción de minería ilegal. La resolución del tema de subsidios -papa caliente en otros gobiernos- parece que funciona. Los créditos FMI han vuelto (con sus odiosos ajustes). El riesgo país decrece y aumentan las ilusiones de inversión y empleo. La naturaleza, lastimosamente ha sido mezquina: deslaves, vías cortadas, muertes, damnificados, recursos adicionales.

Recordemos, la muerte cruzada planteaba crear condiciones para una mejor gobernabilidad. Significaba al menos: reducción del enfrentamiento y acuerdos básicos sobre prioridades. Hoy queda poco, pues las elecciones han quebrado el espinazo del país. Todo viene calculado y disfrazado, y de espaldas a la ética y al interés común.

La oposición tampoco logra agendas ni acuerdos de fondo. Está enfrascada en luchas menores, en shows efectistas, en figuraciones personales y en negociaciones abiertas o encubiertas, en torno a las elecciones venideras. Pero sabe que en estas aguas oponerse a Noboa deja réditos políticos

Aun queda tiempo y Noboa aún dispone de capital político. Su oscurecimiento no es irreversible. Resulta esencial repotenciar los 7 meses que quedan, a pesar de que su equipo resbala. Dos recomendaciones se han levantado en estos tiempos: selección de prioridades urgentes, nítidas y viables para la transición (electricidad, petróleo, seguridad, empleo), y bases, solo bases, para los cambios estructurales de futuro, por los que claman los ciudadanos.

Y claro, la sugerencia recurrente: una fresca política de comunicación. Que tome el pulso al país, que escuche y se asesore, que no esquive, que informe realizaciones y obstáculos, que no encubra propaganda política y electoral.

Precisamos -incluso como antídoto al eleccionismo- un espacio de serenidad y prioridades diáfanas para estos tiempos anómalos. No se trata de que le vaya bien o mal a Noboa. Se trata de que el país tenga una hoja de ruta y no naufrague otra vez.   (O)

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