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Todos queremos que la situación cambie y que la economía se reactive, pero para que eso pase debemos poner de parte colectivamente.

05 Enero de 2024 14.58

¿Qué esperamos de un gobernante? Sencillamente que sea capaz de resolver problemas, que tenga la voluntad de cambiar positivamente la situación nacional y que sus decisiones obedezcan a una verdadera intención de buscar soluciones profundas, duraderas y que no apele al manido recurso de parchar un problema, dejando esa bomba de tiempo para el siguiente mandatario. Es en este contexto en el que se debe abordar un asunto que por décadas ha sido convenientemente postergado: la focalización de subsidios.

No me refiero a la supresión de esta herramienta de la administración pública, sino a una adecuada aplicación de la misma. En este momento vivimos el absurdo de que, al contrario de lo que se pueda creer, la mayoría de ecuatorianos que está atravesando por una situación difícil, subsidia a una pequeña minoría que cuenta con abundantes recursos. La lógica es sencilla: quien tiene un auto de gama alta, por ejemplo, debe tener la capacidad de asumir el costo real del combustible que ese auto consume. De igual manera, quien posee una piscina en su casa debe costear con sus propios recursos el valor real del gas que calienta el agua de este lujo que evidentemente es suntuario. 

Debemos dejar de mirar a este problema como una ayuda a las mayorías porque no resulta así. La lectura que nos debe preocupar es que el pago de los lujos de unos pocos se lo traslada a la sociedad entera que nada tiene qué ver con ese auto de alta gama o con esa piscina privada. Eso, sin mencionar el gravísimo desvío de ese subsidio que lo pagamos todos, para financiar al narcotráfico que utiliza precisamente ese combustible subsidiado para trasladar droga o procesarla.

El subsidio a los combustibles les cuesta a los ecuatorianos alrededor de 3.000 millones de dólares anuales. Una focalización adecuada que beneficiase a quienes realmente necesitan de ese apoyo, y siendo muy conservadores, implicaría que el Estado dejase de gastar la tercera parte de ese monto, por ejemplo. Es decir, estamos hablando de aproximadamente 1.000 millones de dólares que representarían un gran alivio a la caja fiscal, para la que el presidente Noboa ha creado una reforma tributaria que solo reportará ingresos por 960 millones.

Esa es la dimensión de este problema y resulta inexplicable por qué ningún gobernante se atreve a ponerle el cascabel al gato. La decisión de focalizar subsidios no requiere el pronunciamiento de la Asamblea Nacional y basta una resolución ejecutiva para aplicarla. Hacerlo es lo adecuado ante una caja fiscal vacía que necesita recursos de forma urgente. Evidentemente, no se puede minimizar el cómo ejecutar esa focalización y qué herramientas tecnológicas se pueden usar para ello, pero en este momento la decisión es lo importante. 

Queda claro, eso sí, que la focalización de subsidios en salud, educación y seguridad no es una opción. Eso implicaría un costo social muy alto para segmentos de ecuatorianos que ya están afectados porque no tienen empleo ni ingreso adecuado, pero lo que sí se debe hacer es focalizar los subsidios a los combustibles, gas y energía eléctrica.

Todos queremos que la situación cambie y que la economía se reactive, pero para que eso pase debemos poner de parte colectivamente. El incremento de los combustibles y del gas tendrán su impacto en distintas dimensiones de la economía en general, pero es lo que corresponde a un esfuerzo conjunto de la sociedad como un aporte clave para que el entorno económico nacional mejore.  (O)

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