Forbes Ecuador
Andrea Jaramillo Quito - Ecuador
Liderazgo
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Esta ecuatoriana de 33 años vive en Boston y cumple varias facetas: enfermera de investigación clinica, de hospiciio y cuidados terminales; consultora de una startup del sector de bienestar y voluntaria de una granja orgánica. Además, es parte de la Sociedad de Enfermeras Científicas, Innovadoras, Emprendedoras y Líderes (Sonsiel). Esta organización suma más de 500 miembros en la actualidad y sigue reclutando personas que crean en valores como intentar equivocarse, conversar con la gente y ser generosas con las ideas.

06 Junio de 2022 16.33

Andrea Jaramillo tiene las ideas claras y las transmite con el ejemplo. Vive en Boston junto con su esposo, un médico ecuatoriano con quien comparte alegrías y desafíos. En una de las ciudades más importantes de EE.UU. va descubriendo habilidades que pone en práctica a diario, sin temor al error y consciente de que cada aprendizaje le abre nuevas puertas, ya sea como enfermera, como consultora o como una ciudadana preocupada por la igualdad.

De padre ecuatoriano y madre estadounidense, esta joven ha experimentado lo que significa ser migrante. También conoce de cerca el valor de romper esquemas y sabe lo importante que es respetar los ciclos de la naturaleza. “Vivimos en la sociedad del supuesto verano eterno, queriendo producir todo el tiempo, pero nos podemos quemar. La naturaleza nos enseña que somos seres de ciclos, seres de producción y de inviernos. Si no honramos el invierno, dejamos de ser sustentables”.

Enfermera, consultora de una startup, voluntaria.¿Cómo combina todas sus facetas?

Decidí romper esquemas de lo que significa ser enfermera y abrirme a varias posibilidades. Conozco a varias enfermeras que han hecho eso y ha sido muy lindo; esta decisión que tomé me ayuda a tener un trabajo sustentable, controlo mi tiempo, hago lo que quiero hacer y abro mis posibilidades. Ser enfermera es mucho más que el cuidado a pacientes; somos expertas en empatía y en innovación, específicamente en design thinking. La empatía es el primer paso para saber qué necesita una persona, para entender qué necesita el paciente. Enfermeras y enfermeros tenemos una experticia muy valorada y podemos aportar en crear nuevas tecnologías, por ejemplo.

¿Cuántos años lleva en el mundo de la enfermería?

Cinco años, pero me tomó casi 10 entender todo el proceso. Mi mamá es estadounidense, migré a EE.UU. con ella y mi papá, pero tuve que esperar casi seis años para obtener mis papeles. El sistema está tan roto que me demoré en legalizar mi situación. Esa experiencia cambió la perspectiva que tenía sobre ser migrante, desde perder privilegios hasta empezar desde cero en otras realidades. Mientras tanto, fui voluntaria en el Instituto Nacional de Salud en Boston, como intérprete. Allí supe lo que hacía una enfermera.

¿El Instituto Nacional de Salud fue el primer paso para empezar su carrera?

Así es. Yo hablaba inglés, pero tuve que aprender más y esforzarme. Tomé clases en un colegio de la comunidad y apliqué para estudiar enfermería, una carrera que dura cuatro años. En ese camino tuve retos como entender el sistema de educación; fue difícil porque tenía 25 años y los demás eran más jóvenes. Lo chévere fue ir encontrando oportunidades y conectar con personas con ideas y ganas similares.

¿Ha cumplido sus expectativas?

Por completo, se han abierto muchas oportunidades. Cuidar, ser parte de un equipo y romper jerarquías son conceptos y acciones muy importantes para mí.

¿Cómo es el liderazgo en el mundo de la enfermería?

El liderazgo en general es permitir que otras personas vean que son capaces de hacer cosas, que son capaces de ser parte de algo. Para romper jerarquías hay que actuar de manera horizontal, compartir y colaborar con los demás, cuidándonos, más aún en la pandemia. Me siento parte de una comunidad en la que crecemos juntos todos, todos tenemos voz, todos salimos adelante.

¿Una democracia perfecta?

(Risas) Ese es mi sueño, que todos tengamos una voz y seamos visibles, que todos aportemos. Al final del día la persona más importante es el paciente, no son el médico ni la enfermera. Ese paciente debe recibir dignidad, tenemos que cuidar su espíritu.

¿Qué dificultades ha enfrentado?

No ha habido mucha visibilidad. En investigaciones médicas, por ejemplo, solo el 2 % de los consultados son enfermeras. Somos personas con mucha experiencia y no se ha escuchado nuestra voz, no se nos ve como expertas. A pesar de que no se nos toma en cuenta en las decisiones, trabajamos para que se nos escuche en el sistema de salud, en la comunidad. Salud no solo es medicina, es también justicia social. Podemos ser activistas al respecto, podemos aportar en la innovación ayudando en el desarrollo de un dispositivo médico.

¿Cómo empezó en la consultoría?

Muchas veces hay proyectos o ideas de personas que no saben cómo funcionan ciertos temas dentro de un hospital. Hay quienes pueden desarrollar un dispositivo o una app, pero no saben cómo aprovecharla en la vida de un hospital. Los enfermeros usamos el 90 % de las tecnologías, pero pocas veces nos preguntan si sirven o no. Entonces, que valoren nuestro conocimiento, que nos vean como un experto es muy importante. Por eso también soy consultora en temas de salud para una startup llamada Healthero, que se enfoca en la industria del wellness (meditación, terapia del bosque, salud mental, etc.). Es chévere por las innovaciones para la salud.

¿Cómo se contactaron?

La fundadora es una diseñadora gráfica a la que conocí en las hackatones que organiza Sonsiel. Allí nos hicimos amigas y me pidió que le ayudara a entender el uso de ciertos equipos médicos.

Hablemos de Sonsiel. ¿Cuál es el rol de esta organización y cómo se involucró?

Es la Sociedad de Enfermeras Científicas, Innovadoras, Emprendedoras y Líderes. La creadora es Rebecca Love, una mujer increíble, y yo soy parte de las fundadoras. Es una familia, una comunidad que se apoya, que quiere que todas brillen, nos ayudamos entre todas y no hay jerarquías. Hemos ganado visibilidad y nos ha invitado la ONU, nos auspició Johnson & Johnson, escribimos un libro con nuestras historias llamado El manual de las enfermeras rebeldes. Somos ya más de 500 miembros. La mayoría está en EE.UU., pero también en África y Canadá. Quiero trabajar más de cerca con América Latina.

¿Un gremio revolucionario? ¿Cómo conquistan nuevos miembros?

Sí (risas). Primero se aprende a romper los esquemas de lo que se cree que es el éxito. Hablamos de no tener miedo, de darse permiso de que algo no sea perfecto. Valoramos el hecho de intentar, probar, saber lo que nos llena, conversar con la gente, ser generoso con las ideas. La gente puede acercarse de manera voluntaria como enfermeros, también como auspiciantes.

A muchos emprendedores les pasa eso de no querer compartir sus ideas…

Así es. Hay que protegerse, usar la ley, pero también hay que compartir las ideas porque si no, ¿cómo vamos a crecer?Hay mucha gente dispuesta a ayudar, gente que se emociona. El camino es más duro cuando uno está solo, pero si uno comparte es distinto, es lindo.

También incursionó en la agricultura urbana…

Soy voluntaria en una granja urbana en Boston desde hace seis meses. Quería algo que me enraizara, algo espiritual. Todos los jueves hago un desayuno para la gente de la granja, luego vamos al sitio y preparamos la tierra, sembramos, cosechamos y vendemos. Si alguien no puede pagar, la ciudad les da un voucher para que accedan a los alimentos de la granja. La salud y los alimentos tienen una conexión muy importante. Este voluntariado me ayuda mucho, me da fuerza, me llena, la naturaleza es parte de nosotros.

¿Valora mucho la naturaleza?

A la tierra hay que cuidarla para que se mantenga productiva, si se la trabaja siempre sin darle descanso se daña. Pasa lo mismo con nosotros, con nuestro cuerpo, hay que cuidarlo. Vivimos en la sociedad del supuesto verano eterno, queriendo producir todo el tiempo, pero nos podemos quemar. La naturaleza nos enseña que somos seres de ciclos, seres de producción, de veranos y de inviernos. Si no honramos el invierno, dejamos de ser sustentables, hay que honrar los ciclos para poder continuar con nuestros propósitos. (I)

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