17.000 figuras y contando
Los hermanos Édison y Eddy de la Guerra guardan en sus vitrinas una pequeña fortuna invertida en figuras de colección. Su patrimonio en juguetes está valuado en US$ 400.000. Actualmente construyen un museo virtual.

David Paredes Periodista

Entrar a los hogares de los hermanos Édison y Eddy de la Guerra es transportarse a un mundo de colección. Cada espacio está decorado con miles de figuras inspiradas en personajes de películas acción, series animadas y juguetes a distintas escalas. Las piezas exhibidas cuentan una historia: la de estos dos únicos coleccionistas inspirados por la nostalgia de su infancia.

Édison es odontólogo de profesión, pero se dedicó durante 25 años a trabajar en la industria farmacéutica. Tiene experiencia en mercadotecnia y su gusto por la pintura y el cine. Su colección de miniaturas reposa en su casa, en una urbanización al norte de Quito. Toda la vivienda está destinada a la conservación, exposición y almacenamiento de sus más de 15.000 piezas, que tienen un valor aproximado de US$ 400.000.

Armó su museo casero en 2020. Instaló 21 vitrinas y mesas especiales donde coloca los tableros de sus juegos de mesa, rompecabezas y piezas únicas que fueron pintadas a mano. Cada espacio está diseñado para que no penetre el polvo y está iluminado con luz fría para que la pintura no se dañe. 

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Él se considera un coleccionista de toda la vida. De niño recolectaba piedras de distintas formas y colores y las colocaba en las repisas de su cuarto. Entre sus figuras tiene juguetes de su infancia, como un King Kong que le regaló su padre cuando era niño.

A sus 50 años reconoce que su pasión también fue heredada. Su padre coleccionaba trenes y su madre nacimientos. Ambos lo motivaron para que se convierta en un “guardián de recuerdos”, como él se describe.

“Todo coleccionista se basa en la nostalgia. Las piezas se convierten en recuerdos que quieres guardar de manera permanente y que formen parte de su vida, asegura Édison de la Guerra.

Su padre era fanático del cine. Lo llevaba todas las semanas a ver las películas que se estrenaban en Quito. Así descubrió el universo de Star Wars, Batman, Superman y Los Cazafantasmas. En su colección hay figuras de esas cintas y de otras que con el tiempo se hicieron de culto.

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“Empecé a coleccionar con más conciencia y propósito desde 2000, cuando tenía 25 años. Ya trabajaba y tenía un sueldo que me permitía destinar un presupuesto a la compra de figuras”, asegura Édison.

Trabajaba como profesor adjunto de la cátedra de anatomía, en la Facultad de Odontología de la Universidad Central del Ecuador. En esa época destinaba el 25% de su salario para su hobby. La primera figura que compró fue la de Jack Sparrow, personaje de la película Piratas del Caribe, interpretado por Johnny Depp.

La ‘joya de su corona’ es un Yoda de escala real (1-1), de la película El Ataque de los Clones, de la franquicia Star Wars.

Édison invirtió US$ 1.600 por ella. Su costo inicial fue de US$ 800, pero se duplicó al importarla al país, con el pago de impuestos y envío. Es tan especial que solo hay 10.000 unidades en todo el mundo y él es dueño de una.

“Cuando la compré entendí que no estaba adquiriendo simplemente una figura, sino una pieza digna de museo. Su rareza, originalidad y presencia visual justifican por completo la  inversión", dice.

También tiene otras piezas de alto valor que dan calidad al nivel de su colección. En miniaturas tiene un Doctor Doom, personaje del universo Marvel, que tiene una capa blanca y que, para los expertos, es una auténtica joya.

“Esa miniatura es muy buscada. Hay pocas figuras en el mercado y su precio puede llegar hasta los US$ 300”, comenta. Pero su favorita es una de las Tortugas Ninja autografiada por el creador de la serie animada. En una subasta por internet, la pieza podría alcanzar los US$ 400.

De She-Ra a una colección especial de Barbies

Su hermana Eddy de la Guerra, de 43 años, también es coleccionista. Ella empezó de una manera diferente y se inspiró en una amiga de su padre. No recuerda su nombre, pero sí su trabajo. Era una azafata que viajaba por todo el mundo y tenía muchas muñecas de She-Ra, personaje de la serie animada Los Amos del Universo.

“Me llevó a ver su colección y era enorme. Tenía una pared entera con estas figuras. Me dijo que escogiera una como regalo. Había tantas opciones, pero yo me decidí por la clásica, la que tenía espada y su escudo”, recuerda Eddy. @@FIGURE@@

Ese personaje de ficción reúne características con las que se siente identificada. She-Ra es guerrera, líder de una rebelión y muy femenina. Todo lo que ella buscó ser desde que era niña.

Ese gesto hizo que se interesara por este personaje y que iniciara con su colección, que ahora tiene más de 2.500 piezas. Las figuras son de personajes de DC, Marvel, Hot Toys y Barbies.

Todas sus figuras están valoradas en más de US$ 20.000. Su pieza más rara es una Barbie de 1957 que su hermano le regaló. La adquirió en una subasta y pagó US$ 1.200. Está exhibida en una vitrina en el comedor de su casa, junto a las otras 55 muñecas edición especial.

La mayoría son representaciones de personajes del cine. Hay ejemplares exclusivos como la de la actriz mexicana María Félix que, en 2023, su año de lanzamiento, costó US$ 90, pero en subastas llegó a US$ 300. @@FIGURE@@

Eddy adquiere sus figuras de contado. Prefiere no endeudarse a la hora de comprarlas. Cuando no alcanza a adquirirlas en preventa o en la semana de lanzamiento, se pone como objetivo tener un fondo exclusivo para después buscarlas en páginas web especializadas o en subastas.

Ella combina su profesión con su pasión. Es abogada y directora general académica en la Universidad Andina Simón Bolívar. Al igual que su hermano, también heredó su gusto por el cine. De su padre conserva un tren a escala de la marca alemana Märklin. Este juguete recibe mantenimiento una vez al año en Alemania. Es la encargada de su conservación y reparación.

El tren reposa en una mesa de nogal de la misma marca, amado en una de las habitaciones de su casa. Su funcionamiento no es tan sencillo. Para que se mueva esa vieja locomotora se requiere al menos una hora de preparación. Los rieles de la línea férrea deben estar completamente limpios para evitar que se descarrile o se dañe.

“Todo funciona. Tiene piezas y repuestos originales. Le construimos todo un pueblo alrededor de el para que tenga vida y sea más divertida la experiencia”, asegura.

Alrededor de este juguete hay casas, riachuelos y lagos. Cada vagón tiene personas en miniatura que son adquiridas en Europa. Diseñaron un mundo para que el regalo que su padre les hizo de niños tuviese vida propia.

El coleccionismo a un nuevo nivel

Édison reconoce que cuando empezó a coleccionar, las compras que hacía eran impulsivas. No medía el riesgo a la hora de contactar a un vendedor o ir a un local. Durante estos 30 años en que adquiere las figuras a escala fue estafado e incluso le clonaron su tarjeta de crédito en Argentina. También se puso en riesgo al acudir a establecimientos en zonas peligrosas.

Le pasó en el barrio de Tepito, en Ciudad de México. Acudió a un local con un amigo. Adquirió una figura especial, pero había una condición: que no hablara y que no revelara que tenía dólares en sus bolsillos.

“Fue un momento tenso. Mi amigo me recomendó que no dijera nada, que él se encargaba de la negociación. Además, era un barrio peligroso”, dice.

Con los años, Édison desarrolló un método para armar su muestra. Lo que empezó como hobby se transformó en un estilo de vida. Construyó un museo que cuenta miles de historias y que evoca nostalgia.

Los hermanos de la Guerra aprendieron que, con una metodología, podían darle un valor cultural e histórico.

“Mi hobby empezó a convertirse en una inversión cuando mi dormitorio dejó de ser solo un dormitorio y se transformó en una pequeña galería. Seguía comprando piezas, seguía reorganizando espacios y, cada cierto tiempo, me encontraba moviendo muebles para poder exhibir mis muñecos”, asegura Édison. @@FIGURE@@

El punto de quiebre llegó en 2009, cuando sus figuras de acción y las miniaturas no podían convivir en una sola área. Para preservarlas de mejor manera las guardaba en cajas de herramientas, porque eran más resistentes.

Ese año sacó su calculadora y se dio cuenta de que había gastado una parte significativa de su patrimonio en el coleccionismo. A partir de ahí entendió que esto no era solo pasión: era también una inversión cultural, económica y, con el tiempo, museográfica.

Desde entonces ha gestionado su muestra con una estructura más profesional: presupuestos anuales, planificación del espacio, conservación y ahora, incluso, destinando porcentajes específicos para la construcción y adecuación de un museo.

“Fue una transición natural: la colección creció, pero también aumentó la responsabilidad de cuidarla y darle valor”, asegura. @@FIGURE@@

Desde 2020, Édison destina al menos US$ 2.000 anuales a la conservación de sus juguetes. Contrató un seguro y su casa tiene videovigilancia.

Además, en 2023 terminó una maestría en Comunicación Transmedia, en la Universidad Simón Bolívar. Su tesis fue la creación de un museo virtual, en el que cada miniatura y juguete a gran escala cuenta su historia. Por ahora está en desarrollo, pero ya hay algunos ejemplares publicados.

En 2026 seguirá preparándose, porque su objetivo es que el museo le genere réditos económicos. Viajará a España a continuar con su formación  con el fin de poder construir su nuevo sueño. (I)