"Puedes ser la víctima de lo que te pasa o tomarlo como tu mejor trofeo y usarlo de inspiración para todo lo que haces". Lo dice Mónica Crespo, atleta, entrenadora, cofundadora de Fit & Flex y madre de tres hijos. Esta deportista cuenta que luego de su último embarazo decidió que su familia sería el motor de su vida para su desarrollo profesional y personal.
Tuvo tres empleos, trabajaba jornadas de 14 horas y, sin un título universitario, abrió su cadena de gimnasios que hoy suma 25 locales en siete ciudades del país. Cree que la resiliencia y la disciplina son pilares esenciales para llegar al éxito.
Desde muy pequeña mostró una afinidad natural por el deporte. Representó a Pichincha en torneos de atletismo y participó en múltiples disciplinas durante su infancia y adolescencia. Su impulso competitivo era innegable, le gustaba ganar y se esforzaba por hacerlo. Esta pasión se transformó en interés por el entrenamiento físico y gracias a esta afinidad comenzó a dar clases como entrenadora a los 19 años. Luego lanzó Kanéa, un estudio de pilates, junto a su esposo Gonzalo Calisto, atleta de aventura, socio de vida y negocios.
En 2010 recibió una herencia de parte de sus padres en vida. Aunque sus recursos eran limitados y ya tenía hijos, decidió utilizar ese dinero con su pareja y montar un gimnasio. Usaron la marca "GYM" con las iniciales de sus nombres. La inversión bordeó los US$ 230.000. Esta decisión la consolidó como entrenadora profesional, mientras impartía clases en la Universidad San Francisco de Quito. Además, se preparó con certificaciones internacionales para mejorar sus habilidades docentes. Así empezaba a darse a conocer en la industria del fitness.
Mientras todo esto sucedía, esta mujer emprendedora comenzó a construir su presencia en redes sociales, mucho antes de la pandemia. Hoy tiene casi 60.000 seguidores en Instagram y gracias a esa visibilidad Nike la contactó y le invitó a certificarse como entrenadora. Uno de los retos, recuerda, consistió en dar una clase ante cerca de 200 personas en un estadio en Panamá. Aunque su equipo confiaba en que destacaría por su experiencia, uno de los jueces interrumpió su rutina y le pidió que se bajara del escenario.
Crespo pensó que fracasó, que ese objetivo que persiguió por tanto tiempo, se le había escapado. Fue ahí cuando tuvo un momento de claridad: "¿por qué dejo que todo esto me presione tanto? Me estoy comiendo mi sueño", pensó en ese momento. Fue la única entrenadora en aprobar la certificación y desde entonces lleva más de diez años junto a la empresa de ropa deportiva. "Me sentí chiquita, es una marca tan grande. Pero llegar a entender que soy igual de grande fue espectacular".
Desde ese momento, su carrera tomó un nuevo rumbo y nació Fit & Flex. Trabajar con una firma global le dio el impulso y la confianza para escalar aún más. De un 'gym' con 80 personas, pasó a abrir una sede de 700 metros cuadrados en el centro comercial Scala, con más de 1.000 clientes. Esta expansión significó invertir alrededor de US$ 200.000 en apenas dos años.
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Actualmente, Mónica y su esposo dirigen siete establecimientos de su marca y 18 más operan como franquicias. Sus cuatro principales locales generan en conjunto ingresos de alrededor de US$ 500.000 al año. En el caso de los franquiciados, estos requieren una inversión que oscila entre US$ 10.000 y US$ 12.000 para adecuaciones y US$ 25.000 para equipos, formación y método. Un punto clave es que no cobra regalías.
Las membresías varían según el plan elegido y la estructura de precios contribuye a la variación de ingresos mensuales según la zona y la temporada. Esta deportista señala que una sucursal pequeña puede generar entre US$ 9.000 en meses 'lentos' y hasta US$ 12.000 en meses de alta demanda.
Esta mujer terminó su carrera de pregrado a los 33 años y hoy cursa una maestría en Gestión Deportiva, con la misma motivación, su familia "Si el día de mañana les voy a exigir a mis hijos excelencia en todo, yo tengo que ser excelente en todo".
Sus sueños no terminan ahí. Recientemente invirtió US$ 15.000 en la creación de una nueva marca de ropa deportiva, llamada Dytta, junto a su hija Mickaela. También sueña con expandirse fuera del país. Tiene en la mira a Barcelona y Miami como próximos destinos para su franquicia. Apuesta por un modelo de negocios con servicio premium, una comunidad fuerte y una metodología que logró ser exitosa en el Ecuador. Este crecimiento representa el legado que quiere dejar a sus hijos. (I)