La sesión de fotos con los dos "mininos" de la Vice Embajadora del Reino Unido fue toda una odisea. A Fiyero y Minnie simplemente no les gusta los flashes, así que hubo tiempo de sobra para conversar con ella, mientras sus mascotas entraban en confianza poco a poco. No se logró mucho, pero el carisma de Gemma Sykes lo compensa todo. Así narró cómo lo dos gatos llegaron a su vida:
"A Fiyero le adopté para no estar sola. Me puse a buscar en Facebook y encontré paginas de adopción. Lo pensé mucho porque quería estar segura de que podía darle el tiempo que necesitaba. En fotos se veía tan tierno que me decidí. Cuando lo vi, dije 'este gato es bello, lo quiero'. Me lo entregaron vacunado y esterilizado. Le puse de nombre Fiyero, por el personaje de un libro y del musical Wicked, que me gusta mucho.
"Este gato tiene una personalidad única, no compagina con su apariencia, parece delicado, es hermoso, pero es medio tonto (risas), piensa que es perro. Cuando entro a la casa siempre está esperándome, le gusta jugar, que le tire los juguetes para traérmelos de regreso. Le encanta que le rasque la panza, es cariñoso, amable, coqueto, le gusta llamar la atención. Cuatro meses después, en mayo del 2021, decidí darle compañía, porque lo veía muy solo, pensaba que estaba un poco deprimido.
A Minnie la recogí en Machachi, me la entregaron en la calle de auto a auto, estaba en muy mal estado, desnutrida, la llevé a la veterinaria, en pocas semanas ya estaba bien, Le puse ese nombre por flaquita y pequeñita. Le gusta sentarse a mi lado y estar pegadita a mi, no es muy amigable con las personas, es muy miedosa, cuando alguien llega a casa se esconde hasta que se vayan.
"Ellos me ayudan a relajarme. Hay estudios que dicen que el ronroneo tiene una frecuencia más alta que te ayuda, tranquiliza, a mí me da ternura, me calma, por ejemplo, si estoy enfadada, o estresada y le ves al gatito haciendo una gracia se te va todo, es una distracción. Cuando llego a casa no me dejan en paz hasta que les dé de comer.
"La primera vez que tuve que dejarles, les encargué a mis vecinos, se portaron malcriados, se escondieron detrás de un armario y no salieron hasta que regresé, me tocó desarmar el closet, estaban llenos de polvo. Ahora les dejo en un hotel y el cuarto de ellos es más grande que el cuarto de hotel donde yo me hospedo en EE.UU. (risas).
"Cuando regreso se hacen los indiferentes, tengo que volver a ganarme su atención. De vez en cuando hacen travesuras. Para evitar que me rasquen los sofás he puesto cintas en todos los muebles y sillas. Son mi compañía, los adopté para no estar sola, si llegas a la casa y trabajas muchas horas como es mi caso, ellos consiguen alborotar la rigidez de mi vida. Ellos se irán conmigo cuando me toque dejar Ecuador". (I)