Forbes Ecuador
22 Agosto de 2025 22.00

Daniela García Noblecilla Periodista

La familia que encontró un tesoro en medio de tunas y cabras

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En un paisaje árido de 7.000 hectáreas se levanta Tunas y Cabras, un hotel que combina cabañas rústicas y bloques modernos, naturaleza y servicios de lujo, con la intención de mostrar una faceta distinta del turismo en Ecuador.

El camino es rocoso y polvoriento. A los costados, la vista es siempre la misma: tunas y cabras. Las primeras, cactus que crecen como plaga, cargados de frutos espinosos; las segundas, eternas acompañantes de este paisaje seco que parece no tener fin. De pronto, en medio de las 7.000 hectáreas áridas, aparece un oasis, un hotel de lujo que rompe con todo lo que uno espera encontrar en estas tierras.

En Tunas y Cabras hay árboles altos, pasto verde, animales que se pasean libres y una calma que envuelve. La entrada es un gran portal que da paso a una recepción elegante y casi transparente, con paredes de vidrio que dejan ver el entorno. La bienvenida es cálida, un equipo sonriente ofrece una bebida fría, refrescante, como una pink lemonade pero con el sello de la casa. También hay artesanías y la guía para arrancar la experiencia.

Tunas y cabras Imbabura - Ecuador
La piscina principal del hotel cuenta con un bar que ofrece bebidas durante el día y noche.

El viaje hasta este rincón toma alrededor de 30 a 45 minutos desde la laguna de Yaguarcocha, en la provincia de Imbabura; la vía tiene unos 15 kilómetros de recorrido. También se puede arribar desde el Carchi (dos horas y 100 km). Y al llegar, la sensación es la misma, la de entrar a un lugar que parece improbable, un refugio de lujo plantado en medio de la nada.

El hotel nació con pequeñas cabañas de piedra y madera cubiertas de enredaderas, esas que parecen fundirse con el paisaje y que aún hoy se mantienen como testigos del inicio de este proyecto familiar. La inversión inicial para Tunas y Cabras, hace 15 años, fue de US$ 100.000. Pero el tiempo y el crecimiento lo fueron transformando. Poco a poco, la arquitectura dio paso a nuevas formas, bloques modernos, amplios y luminosos, con ventanales de piso a techo. Así, el lugar brinda dos almas: la más tradicional es para quienes buscan la calidez rústica de las cabañas originales; y la más contemporánea, pensada para quienes prefieren el diseño minimalista y los espacios modernos. Anualmente, la empresa invierte alrededor de US$ 300.000 en mejoras y expansiones.  

Hoy son 40 suites en total, con capacidad para alojar entre 80 y 100 personas. Algunas cuentan con jacuzzi privado desde donde se puede contemplar el horizonte; otras, más sencillas y económicas, prescinden de él, pero todas tienen aire acondicionado. Juan Fernando Acosta, brand manager del sitio, explica que el costo promedio para dos personas —incluye hospedaje y desayuno— es de aproximadamente US$ 300 la noche. Dentro de este precio, no se incluyen actividades adicionales.

Cada rincón se conecta por senderos, pequeños caminos que cruzan jardines, bordean árboles, plantas de sábila y conducen a las diferentes áreas del sitio. En el centro del hotel está la piscina principal, enorme, casi olímpica, de un verde azulado que provoca sumergirse. Alrededor, camas para todos los gustos, unas al aire libre, otras cubiertas por techos. Un espacio para broncearse, descansar o admirar el paisaje. 

A un costado está un hidromasaje con una imponente llave de agua que se convierte en el punto perfecto para relajarse. Muy cerca, el bar ofrece bebidas frescas en una zona donde el sol pega con fuerza durante gran parte del día. En total, son cuatro piscinas, una de ellas es un rooftop con un paisaje que atrapa a cualquiera. 

Tunas y cabras Imbabura - Ecuador
Esta es una de las 40 suites que tiene Tunas y Cabras.

La experiencia está en la posibilidad de vivir cada día de manera distinta. Allí, puedes correr o pedalear en los 3,5 kilómetros de senderos diseñados para quienes no quieren salir del complejo o dejarse llevar en un safari en jeep que recorre cañones escondidos dentro de la hacienda. "La idea es que el huésped no tenga necesidad de irse, aquí encuentra todo, hay movilidad eléctrica con scooters y bicicletas de alta gama, un spa donde la experiencia más buscada es sumergirse en una tina de sábila fresca". 

Cada mañana, bandadas de golondrinas sobrevuelan los jardines, mientras pavos reales y gallinas de guinea se pasean libres. Y cada día, la exhibición ecuestre permite conocer de cerca caballos traídos de distintas partes del mundo. "No hay turismo masivo, aún cuando el hotel recibe hasta 100 huéspedes, cada persona encuentra su propio espacio y no se topan". 

El restaurante principal destaca tanto por su arquitectura como por lo que ocurre dentro. La estructura es imponente, con ventanales de vidrio que dejan entrar la luz del desierto. En su interior, el espacio tiene mesas largas, sillas tapizadas en tonos suaves y un techo alto del que cuelgan arreglos de flores secas, como si fueran racimos suspendidos en el aire. Todo respira amplitud, frescura y un aire cosmopolita. 

La cocina, en cambio, sorprende. El rack de cordero acompañado con salsa de chocolate y menta o un ceviche tropical en leche de tigre con coco y hierba luisa rompen cualquier expectativa. Es un menú pensado para todos los paladares. "Lo que ofrecemos aquí es una cocina cosmopolita. ¿Por qué? Porque tenemos de todo. Un ecuatoriano que quiere un ceviche, un francés que busca algo más internacional. Lo que hacemos en cocina es un mix de platos del mundo, pero siempre con un enfoque ecuatoriano en sabores y productos. A cada preparación le ponemos un sello local". 

comida
Rack de cordero y ceviche tropical. Fotos: Pavel Calahorrano

Parte del giro de negocio de esta hostería es que cada año, cerca de 20 fines de semana se reservan para bodas de destino que atraen entre 50 y 100 invitados extranjeros, quienes se hospedan en el hotel y aprovechan servicios como peluquería, spa y gastronomía. Los salones pueden recibir hasta 250 personas y las áreas exteriores, con carpas y jardines abiertos, se convierten en escenarios naturales para celebrar. "Es también una forma de promocionar Ecuador al mundo", explica Acosta. El plan más básico bordea los US$ 180 por invitado. Dentro de las 60 hectáreas de la hacienda, dos se dedican al hotel. 

Tunas y cabras Imbabura - Ecuador
La mayoría de habitaciones y cabañas cuentan con un jacuzzi dentro de sus instalaciones. 

La historia de Águila Sociedad Civil y Comercial, la empresa que administra Tunas y Cabras, empezó hace casi 30 años con el sueño del padre de Juan Fernando Acosta: mostrar al mundo la belleza de Ecuador. Su primer proyecto fue Polylepis Lodge, en la Reserva Ecológica El Ángel, con apenas dos cabañas de madera y paja que fueron creciendo poco a poco gracias a la reinversión de cada ganancia anual. 

Su padre, visitador médico de profesión, recorría el país y se maravillaba con cada rincón, convencido de que Ecuador era "divino, divino, divino". Ese amor por la naturaleza lo llevó, años más tarde, a abrir Tunas y Cabras en una antigua hacienda agrícola familiar. La primera construcción se levantó con piedra traída del río Chota, símbolo de su apego a los recursos cercanos. Y en la última década, con la segunda generación al frente, el proyecto dio un giro, un hotel que hoy conjuga tradición y modernidad en cada bloque. (I) 

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