Ikigai es un término japonés que se traduce como “propósito vital” o “sentido de vida” y responde a una filosofía en la que convergen las pasiones y los talentos de las personas, con el objetivo de encontrar la razón de su existencia. Es una herramienta que ha ganado popularidad en las nuevas generaciones, quienes buscan dedicar su tiempo a las actividades que aman.
Por ejemplo, levantarnos el lunes con una sensación de plenitud es una de las tantas promesas y por lo que cada vez este concepto gana más adeptos. María Gabriela Paredes Jaramillo es una de sus principales promotoras en Ecuador y ha creado una empresa en torno a esta idea. El “piloto automático” es su enemigo e Ikigai Studio ya cuenta con un portafolio de más de 29 productos, entre notepads, resaltadores, velas, cartas de afirmaciones, pads, entre otros.
“Mi negocio es pandémico y es mucho más profundo de lo que parece. En marzo de 2020 nos frenamos, tuvimos que estar en la casa y todos vivimos un slow down. Mientras estudiaba y trabajaba me di cuenta que no sabía qué estaba haciendo con mi vida, estaba en piloto automático. Tenía 21 años y no quería que mi vida pasara de ese modo. Fue un despertar bastante prematuro, pero me impulsó a encontrar mi Ikigai”.
Ahora tiene 24 años y su empresa está despegando. Logró relacionar sus cuatro pilares (misión, pasión, vocación y profesión) y ya factura más de US$ 1.000 mensuales. “Transformé todo este concepto en una agenda porque soy amante de la papelería. Tengo una colección de agendas desde que tengo uso de razón y quería relacionar estas dos cosas”. En octubre de 2020 sacaron su primera preventa y en 27 días agotaron su stock de 1.000 planners. “Ni siquiera avancé a llegar a Navidad y supe que mi emprendimiento tenía potencial”.
Su modelo de negocio es online. Las ventas son 100 % digitales y no posee puntos de venta físicos. Cuenta con su propio servicio de reparto y su principal canal de marketing son las redes sociales. En Quito e Ibarra se concentra su nicho de negocio y esta periodista de profesión apuesta por la producción nacional. “Toda la papelería es ecológica, nada de plásticos ni químicos ni blanqueadores. Usamos colores pasteles y el residuo del bagazo de la caña de azúcar para hacer el papel”.
Una anécdota que nos compartió esta quiteña es que su monto de inversión inicial fue de US$ 0. “No tenía dinero e hice una campaña de expectativa gigante. La preventa era pagada en su totalidad y con la entrega en 30 días. Con ese dinero pude hacer las primeras agendas”. Estas tienen un costo de entre US$ 12 y US$ 33. (I)
Mira la entrevista completa aquí:
