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Murder in Monaco: un baño blindado, millones en juego y una muerte con interrogantes

Pancho Barreiro Editor LifeStyle

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El nuevo documental de Netflix reconstruye la muerte de Edmond Safra en 1999 y revisa las teorías del caso. Una historia de dinero, poder y paranoia ocurrida en uno de los lugares más seguros del mundo. ¿Por qué tiene resonancia en Argentina?

16 Diciembre de 2025 17.34

Este miércoles 17 de diciembre Netflix estrena Murder in Monaco, un documental que vuelve sobre uno de los episodios más inquietantes del mundo financiero global: la muerte de Edmond Safra, el banquero multimillonario que apareció sin vida en su residencia de Mónaco en diciembre de 1999.

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A más de dos décadas del asesinato, y con una causa judicial cerrada, la plataforma pone nuevamente el foco sobre una historia que combina poder, dinero, paranoia y silencios incómodos en uno de los enclaves más seguros (y herméticos) del planeta.

Safra murió por asfixia durante un incendio provocado en el baño totalmente blindado de su departamento en Montecarlo, mientras se encontraba acompañado por personal de enfermería. La justicia monegasca concluyó que el fuego fue intencional y responsabilizó a uno de sus enfermeros, Ted Maher, quien confesó haber iniciado el incendio en un intento fallido de convertirse en “héroe”. Caso cerrado. Al menos en los tribunales.

A partir de archivos, testimonios y reconstrucciones, el documental plantea las distintas variantes que rodean el asesinato: las inconsistencias de la versión oficial, el contexto de amenazas y miedos que rodeaban a Safra, y las preguntas que aún hoy sobreviven alrededor de una muerte ocurrida en un lugar diseñado para que nada -o casi nada- se filtre.

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Al momento de su muerte, en diciembre de 1999, Edmond Safra acababa de acordar la venta de su imperio bancario (Republic National Bank of New York y Safra Republic Holdings) al grupo HSBC por una suma estimada en más de US$ 10.000 millones, una de las operaciones financieras más relevantes de la época. Según estimaciones de Forbes, el patrimonio personal de Safra rondaba entonces los US$ 6.000 millones.

Murder in Monaco no llega para reabrir formalmente la causa, pero sí para revisar sus pliegues y poner en escena una de las historias más emocionantes del True Crime de finales del siglo XX.

Los ejes del documental

El documental ordena el relato alrededor de tres teorías: la del enfermero, la mafia rusa y la que apunta, con mayor cautela, al rol de la viuda, Lily Safra. No se trata de hipótesis nuevas ni de acusaciones judiciales, sino de líneas narrativas que el propio material reconstruye a partir de archivos, testimonios y contradicciones que el expediente nunca terminó de disipar.

La primera es la versión oficial. Ted Maher era uno de los enfermeros personales de Safra y quien confesó haber provocado el incendio. Según su declaración, el objetivo no era matar al banquero sino generar una situación de riesgo para luego “rescatarlo” y ganar así reconocimiento y poder dentro del círculo íntimo.

Ted Maher es una de las voces del documental
Ted Maher es una de las voces del documental

La serie repone esta teoría con detalle, pero subraya su fragilidad psicológica y logística: un plan rudimentario que termina con la muerte de un hombre obsesionado con la seguridad, dentro de un baño blindado, en un departamento custodiado. La pregunta no es si Maher actuó, sino si actuó solo.

La segunda teoría se apoya en el contexto internacional que rodeaba a Safra. El documental recuerda sus vínculos con el sistema financiero ruso de los años noventa, un período atravesado por privatizaciones opacas, mafias emergentes y denuncias por lavado de dinero.

Safra había colaborado con autoridades estadounidenses señalando movimientos sospechosos y, según reconstruyen distintas fuentes periodísticas citadas en la serie, vivía bajo la convicción de estar amenazado. Murder in Monaco no afirma una conexión directa entre Rusia y el incendio, pero plantea el marco: un banquero que sabía demasiado.

La tercera línea es la más delicada y la que el documental aborda con mayor prudencia: la figura de Lily Safra. No hay imputaciones ni acusaciones explícitas, pero sí interrogantes. El material repasa decisiones tomadas en las horas posteriores a la muerte, movimientos patrimoniales y silencios que, para algunos observadores, resultaron llamativos.

Lily y Edmond J. Safra en su ceremonia de boda civil en Ginebra, julio de 1976. (Fundacion Edmond J. Safra)
Lily y Edmond J. Safra en su ceremonia de boda civil en Ginebra, julio de 1976. (Fundacion Edmond J. Safra)

Tras el asesinato, una parte sustancial de la fortuna de Edmond Safra fue destinada a la Edmond J. Safra Philanthropic Foundation, mientras que otra quedó en manos de su esposa, Lily Safra, quien con el paso de los años consolidó un patrimonio propio estimado por Forbes en alrededor de US$ 1.300 millones.

Sin imputaciones judiciales ni acusaciones formales, el documental incorpora estos datos no para señalar culpables, sino para subrayar una evidencia incómoda: detrás de una muerte ocurrida en un baño totalmente blindado, también había una herencia monumental, un poder económico excepcional y un silencio cuidadosamente administrado.

Esta teoría expone una tensión clásica en los grandes casos de poder: qué se hereda, quién controla el relato y cómo se administra el silencio cuando el dinero y la tragedia se cruzan.

Lily Safra, la heredera con acento porteño

En Argentina, la historia de Edmond y Lily tiene una huella concreta que va más allá del misterio de Mónaco: los herederos que quedaron en este lado del mundo. Lili María Watkins (su nombre original) nació en 1934, en Porto Alegre, Brasil, pero su familia se trasladó a Buenos Aires cuando era joven.

Y fue en la capital argentina donde conoció a su primer esposo: Mario Cohen, un empresario argentino dedicado a la industria textil y la fabricación de medias de nylon. Con él tuvo tres hijos: Eduardo, Adriana y Claudio.

Tras el fallecimiento de Lily en 2022, sus hijos Eduardo y Adriana Cohen Watkins emergieron como figuras relevantes en el ranking de fortunas de Argentina. Según Forbes, ambos figuran con un patrimonio estimado en US$ 1.100 millones, fruto de la herencia familiar que provino mayoritariamente del imperio financiero de Edmond Safra y de los activos que Lily custodió hasta su muerte.

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De los tres hermanos, Eduardo Cohen es el más visible públicamente: coleccionista de arte, empresario inmobiliario y propietario de proyectos culturales y comerciales como el anticuario Arita. Su perfil combina discreción y participación en espacios sociales ligados a la alta cultura y la filantropía. Su hermana Adriana, por su parte, mantiene un perfil más bajo.

Esta presencia en el corazón de la élite económica argentina ubica a los Cohen Watkins como una de las familias más ricas y discretas del país. Según el rankings Forbes, su patrimonio los ubica en el puesto 22 de los argentinos con mayor fortuna.

En términos culturales y simbólicos, la relevancia de los Cohen en la Argentina también remite al vínculo íntimo de Lily con el país: no solo como madre de argentinos, sino como benefactora indirecta a través de actividades filantrópicas, coleccionismo y redes que cruzaron fronteras.

Ese anclaje contribuye a que un documental como Murder in Monaco -aunque se centre en Mónaco y una muerte enigmática- también despierte interés en una audiencia latina que reconoce en esa herencia un capítulo propio de la historia económica argentina.


 

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