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Paola Ossa y sus mascotas Quito - Ecuador
Lifestyle
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Paola Ossa lidera una agencia dedicada al servicio al cliente que en este 2022 ha facturado US$ 360.000. Una perrita rescatada y una cacatúa son su soporte para superar el sentimiento de soledad después de que sus dos hijos se fueran a estudiar en el exterior.

03 Diciembre de 2022 07.30

En 2013, Paola Ossa fundó una agencia BTL (trabajo en el punto de venta). La inversión inicial fue de US$ 7.000 y su primer cliente un laboratorio farmacéutico oftálmico. Hoy cuenta con 12 clientes fijos y una facturación mensual que supera los US$ 30.000. Su trabajo se enfoca en consolidar estrategias y brindar apoyo a las empresas en el tema de servicio al cliente, a través de consultorías, seminarios y congresos. En esa dinámica, sus mascotas le brindan paz. 

“De pequeña, en mi casa, siempre hubo una mascota, porque mi papá era amante de los animales. Tuvimos todas las razas de perros que se puede imaginar: conejos, pollos y hasta un venado bebé (un bambi) al que le habían matado a su mamá”. Por accidente llegaron Pajarita y Maya Estefanía a su hogar.

“En 2019, una noche, al abrir la puerta del garaje casi le da un infarto del susto, algo revoloteaba en el interior, que, de pronto, cayó delante del vehículo, bajé a ver qué pasaba y vi herida a la pobre (Pajarita), me quería picar. Con una toalla la agarramos y la llevamos a un pet shop cercano para curarle, en su pata derecha tenía una pulsera con un número, lo que que significa que era de criadero. Salimos del lugar con jaula, medicinas y alimento. Los días siguientes decidimos caminar por el barrio y publicar en redes para ver si aparecía el dueño, pero no tuvimos respuesta, así que se quedó con nosotros”.

Ossa le puso el nombre, cuenta que antes de que Maya llegará a la familia, Pajarita pasaba más tiempo fuera de su jaula. En pandemia se enfermó y empezó a arrancarse las plumas, fue un verdadero drama conseguir un veterinario especializado. Ella estaba estresada, le hacía falta una pareja. El veterinario, como solución, les sugirió que le pongan un espejo, para que no se sintiera sola. Como es criada en casa, no le gusta la lluvia, el sol, ni el frío. “Muchas veces quisiera liberarle, pero me han dicho que si lo hago se muere, que no aguantaría”.

Paola Ossa y sus mascotas Quito - Ecuador
Fotos: Pavel Calahorrano

Hace un año y cinco meses Maya Estefanía llegó también por accidente a este hogar. Una vecina publicó en el chat de la urbanización en la que reside que en la vía a Nayón se vio cuando desde un vehículo se lanzó una funda por la ventana, pararon al ver que algo se movía adentro y se encontraron con una cachorra, la llevaron a la clínica San Francisco para que la revisaran, pero no podían quedarse con ella.

“Cuando vi su foto en el chat, llamé a mis hijos y nos fuimos a conocerla, era hermosa, diminuta, estaba muy asustada. Noveleros, salimos a comprarle una cama, una manta, un collar y comida. Al día siguiente la llevamos a hacer unos exámenes de sangre y se detectó que tenía moquillo, casi nos da un ataque, estuvo en tratamiento dos meses. El nombre le puso uno de mis hijos. Maya es un ángel en todo momento, tiene una energía tan positiva que contagia. Es un rabito mío, cuando estoy en la casa no se me separa ni un minuto. Siempre está pendiente de lo que hago, duerme conmigo, se acuesta y pone la cabeza sobre la almohada, parece una bebé, pero cuando tiene calor bota las cobijas. Desde el momento en que llegó a la casa me robó el corazón. Si bien es verdad que tener una mascota significa responsabilidad y trabajo, todo se compensa con lo que recibes en lealtad y cariño incondicional”.

Este año, esta ejecutiva pasó por un proceso emocional fuerte: sus dos hijos partieron a la universidad en Europa. Se quedó con el nido vacío, pero la soledad que sentía fue suplida por el amor incondicional de sus mascotas. Cuando llegamos, la primera en saltarnos encima fue ella, porque, según su dueña, ama recibir visitas y a todas les saluda con el mismo cariño. La sesión de fotos fue un poco accidentada. Maya Estefanía no se quedaba quieta ni un momento y, cuando Pajarita salió de su jaula, la quería como almuerzo. Lograr la toma perfecta fue toda una odisea. (I)

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