Forbes Ecuador
18 Agosto de 2025 08.40

Matías Guevara Ruales

Estos cuencanos manejan un emporio eléctrico de US$ 17,5 millones

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En los años setenta, Juan Montero empezó con un local de cables en el centro de Cuenca. Hoy, el grupo familiar diseña y comercializa soluciones eléctricas. El heredero del negocio mira hacia el futuro con un plan que ayude a Ecuador.

Carlos Montero relata con nostalgia la historia de su padre. Todo empezó hace 48 años, a pocos pasos del Parque Calderón, en el centro de Cuenca. En un local pequeño su papá, Juan Montero, se propuso atender la creciente demanda de equipos eléctricos de una ciudad en plena transformación industrial.

En ese momento, el Ecuador vivía una época de abundancia y desarrollo, cuenta este empresario. Empezaba el primer auge petrolero. Medidas como la Ley de Fomento Industrial estimulaban la inversión en fábricas y plantas productivas. El PIB crecía a un ritmo sin precedentes, con tasas anuales que alcanzaron el 14 % en 1973 y el 11,2 % en 1974, según datos del Banco Mundial. Para 1981, la manufactura ya aportaba cerca del 20 % del valor de la producción nacional, de acuerdo a estadísticas del Banco Central del Ecuador.

"Mi papá vio una oportunidad —dice Carlos—, pues en esa época se empezaron a crear muchas pequeñas y medianas industrias en Cuenca: cerámica, ropa, cuero, leche. Y, obviamente, esas industrias necesitaban material eléctrico como cables, arrancadores, motores, protecciones y para eso tenían que acudir a Quito o Guayaquil".

La propuesta de valor de este emprendedor fue simple: acercar la oferta de equipos eléctricos a las plantas productivas que los requerían. Así, se ganó al naciente mercado industrial de una de las mayores ciudades del país. El negocio creció poco a poco, pero de forma sostenida. Juan hacía equipo con su esposa, Verenice Alvarado, quien dirigía las finanzas de la compañía mientras él se encargaba de la parte comercial. Juntos construyeron una vida estable y próspera para su hijo, Carlos.

Pero en el momento menos pensado, la tragedia sacudió sus vidas. Juan falleció repentinamente cuando Carlos tenía seis años, en un accidente. La moto era su pasión —una que Carlos también heredó—, pero le costó la vida.

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Tras el fallecimiento de Juan, fue Hernán Alvarado —hermano de Verenice y tío de Carlos— quien tomó las riendas del negocio. Ingeniero de profesión y con un instinto para los negocios, la nueva cabeza imprimió su sello. La compañía incursionó en el segmento de media tensión y amplió su alcance hacia proyectos de mayor escala y complejidad técnica.

Durante la década de 1980, el negocio creció de forma acelerada y sus productos se volvieron cada vez más variados y especializados. Los clientes, que al inicio requerían únicamente cables y tableros básicos, comenzaron a demandar equipos de mayor tamaño y tecnología, muchos de ellos importados del extranjero. La operación rebasó la capacidad del pequeño local y Hernán trasladó las oficinas principales a la calle Gil Ramírez Dávalos, donde funcionan hasta el día de hoy.

"Me acuerdo yo de niño", dice Carlos, con la mirada extraviada en el techo. "La empresa hacía muchas importaciones de transformadores de Brasil, inmensos. Yo me paseaba por ahí, por las bodegas". Aquel niño que jugaba entre gigantes metálicos no podía imaginarse que, en esa misma bodega, ya se escribía el siguiente capítulo de la empresa familiar.

Años después, Hernán, atraído por una oportunidad en Argentina, decidió mudarse y dejar la dirección en manos de su hermano Gerardo. Entre tanto, Carlos terminó el colegio y comenzó la universidad. Se formó como tecnólogo eléctrico en el Instituto Técnico Superior Salesiano y luego cursó una ingeniería comercial en la Universidad del Azuay.

Al mismo tiempo, Carlos comenzó a trabajar junto a su tío Gerardo y su madre, quien aún estaba al frente del departamento financiero. "Yo trabajo ahí desde los 19 años —dice—. Estudiaba por la noche y en el día estaba en la empresa". Aprendió de ventas, importaciones y finanzas. Con los años asumió más responsabilidades, hasta llegar a liderar el área comercial a finales de los años noventa.

Uno de los primeros desafíos que enfrentó en ese rol fue la crisis financiera que condujo al feriado bancario. "Recuerdo en el año 98, si no estoy mal —explica—, nos pusieron cupos para las importaciones, antes de la dolarización. Justo en esa época estábamos creciendo en productos importados. No sabíamos qué hacer". 

Carlos Montero - grupo Juan montero - cuenca
Carlos Montero es el gerente comercial de Almacén Juan Montero y gerente general de Novalighting. 

Frente a las restricciones de acceso a divisas para pagos al exterior, implementadas para evitar fugas de capital en medio de la crisis, Carlos buscó alternativas para estirar cada dólar disponible. Esto lo llevó a China. Allí encontró proveedores que le permitieron adquirir más equipos a menor costo. El negocio diversificó su cadena de suministro, su oferta de productos y su base de clientes.

"Antes, íbamos a una empresa y simplemente veíamos necesidades de productos que el cliente podía tener —recuerda Carlos—, y eso era todo (...) Hoy en día, las fábricas tienen sus departamentos de ingeniería, gente muy bien preparada y buscan soluciones para sus problemas y para mejorar su productividad. La demanda se ha especializado y nosotros hemos tenido que especializarnos también". 

El Grupo Juan Montero tuvo que mudar de un modelo de compraventa simple a un servicio más completo. Antes importaban y vendían equipos eléctricos. En la actualidad, cuentan con su propio equipo de ingenieros —cuatro en Cuenca, tres en Quito y dos en Guayaquil— capaces de diseñar esquemas eléctricos completos adaptados a las necesidades de cada proyecto.

Su matriz está en Cuenca y tienen más de 300 distribuidores a escala nacional. Ofrecen productos importados de Estados Unidos, Brasil, Colombia, Chile y China, todos con certificaciones de organismos internacionales como la Comisión Electrotécnica Internacional. Además, cuentan con una tienda enfocada en productos industriales en Quito.

Algunos segmentos emergieron en las últimas dos décadas: la iluminación pública, residencial y decorativa, así como sistemas industriales cada vez más especializados. Para manejar su línea de proyectos de iluminación, establecieron una empresa filial llamada Novalighting, en 2017. En conjunto, Novalighting y Almacén Juan Montero registraron US$ 17,5 millones de ventas en 2024, según datos de la Superintendencia de Compañías.

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El grupo empresarial lleva a cabo proyectos como la modernización del sistema eléctrico del hospital oncológico de cáncer de SOLCA, en Cuenca, la iluminación exterior del campus de Balzay de la Universidad de Cuenca y el alumbrado público de la avenida 9 de octubre, en Guayaquil. En ese sentido,  el sector público representa, según Carlos, la tercera parte de las ventas del Grupo Juan Montero.

"Cuando yo empecé, todos mis clientes eran mayores que yo. Es tiempo de ver gente más joven otra vez, gente nueva que venga con nuevas ideas, con ganas de aventura, de buscar nuevas líneas, nuevas ideas, nuevos clientes". Sus planes de crecimiento para los próximos años son ambiciosos: posicionar una marca propia, llegar de forma más directa al consumidor final, vender sus productos en otros países. ¿Y luego? Continuar con el legado familiar.

Actualmente, Carlos es el gerente comercial de Almacén Juan Montero y gerente general de Novalighting. Su hermano menor, Mateo, dirige el área financiera desde que Verenice se retiró durante la pandemia. Y la siguiente generación ya empieza a mostrar interés por el futuro de la empresa.

Carlos tiene tres hijos. María José —la mayor— vive en Italia y está casada. María Alejandra —la segunda— está por obtener una maestría en negocios en España. Y el menor, que lleva el nombre de su abuelo, estudia Administración en la Universidad San Francisco de Quito.

"Almacén Juan Montero era una empresa pequeña cuando mi papá murió. Pero lo importante de su historia es que él vio un nicho en el mercado." Y esa visión, esa capacidad de reconocer oportunidades que otros no ven, es lo que sostiene ese sueño. (I)

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