Zachary Folk Colaborador
Durante más de medio siglo, Giorgio Armani fue sinónimo de sobriedad elegante. De líneas limpias, telas nobles y una estética que desafió e impuso tendencias. Su muerte, a los 91 años, deja un vacío difícil de llenar en el universo de la moda. Ya no habrá más siluetas moldeadas por su ojo clínico ni trajes que digan tanto con tan poco. Queda su obra, inmensa, como un legado que sigue hablando en cada prenda.
La empresa de Giorgio Armani fue la encargada de confirmar la muerte del diseñador a través de un comunicado. En el texto lo describieron como "su creador, fundador e incansable impulsor" y destacaron que falleció "en paz, rodeado de sus seres queridos". También remarcaron que trabajó hasta el final y que sus empleados siempre lo llamaron "el señor Armani" como muestra de respeto y admiración.
En los últimos meses, el diseñador atravesó complicaciones de salud que lo obligaron a ausentarse de sus dos últimos desfiles durante la semana de la moda de Milán en junio, donde se presentaron las colecciones masculinas primavera-verano 2026. En ese momento, su entorno había informado que se encontraba en convalecencia en su casa.
Nacido en Piacenza el 11 de julio de 1934, soñaba con ser médico, pero el destino lo llevó a La Rinascente, los grandes almacenes milaneses donde comenzó como escaparatista. Allí descubrió el poder del vestir. Más tarde diseñó para Nino Cerruti, hasta que en 1975 fundó su propia marca junto a Sergio Galeotti, tras vender su auto por US$ 10.000. Un año después lanzó su línea femenina, y en 1980 dio el salto a la fama internacional al vestir a Richard Gere en American Gigolo. Ese traje desestructurado de Armani cambió la idea de masculinidad elegante y relajada, conquistando Hollywood, Wall Street y las pasarelas del mundo.
Pero su imperio fue mucho más que ropa. Expandió la marca hacia los perfumes, los accesorios, el maquillaje, la decoración, la gastronomía y la hotelería. Armani fue sinónimo de estilo de vida. Su nombre se imprimió en frascos de perfumes, vajilla, sábanas y menús gourmet, sin perder nunca la coherencia estética. Mantuvo siempre una imagen tan cuidada como austera. Sus jeans, sus camisetas negras, su bronceado permanente y la sonrisa tranquila que escondía un carácter férreo definieron su figura pública. Cada tienda suya fue diseñada con una estética minimalista que replicaba también en sus hogares. Todo respondía a una misma lógica: la elegancia sin ruido.
Cuidó cada detalle de su empresa. Armani nunca permitió que su marca pasara a manos de conglomerados. Fue el propietario y director creativo hasta el final, sin delegar decisiones estratégicas. Esa actitud lo alejó del perfil habitual de la industria y le valió un respeto que pocas figuras lograron sostener durante tantos años. Solía repetir: "Diseño para la gente real. No hay ninguna virtud en crear ropa y accesorios que no sean prácticos". Esa frase resume el legado que deja. Armani no inventó un estilo: lo encarnó. Cada decisión empresarial, cada colección, cada espacio diseñado con su firma respondía a esa búsqueda de una elegancia relajada y sin artificios.
También dejó una huella clave en el vestir profesional femenino. Con pantalones y blazers pensados para mujeres reales, logró una mezcla precisa entre autoridad y fluidez. Sin rigideces masculinas ni diseños impuestos desde una lógica ajena, sus prendas instalaron una nueva normalidad en las oficinas y en las pasarelas.
Entre quienes vistieron sus diseños figuran nombres como Sophia Loren, Julia Roberts, Anne Hathaway, Zendaya, Robert De Niro, Leonardo DiCaprio y Timothée Chalamet. Sus creaciones fueron constantes en alfombras rojas, películas taquilleras y editoriales de moda.
Al momento de su muerte, su patrimonio personal estaba estimado en US$ 12.100 millones, lo que lo ubicaba en el puesto 208 del ranking global de millonarios de Forbes en 2025. Un imperio levantado sin socios financieros y sin vender una sola acción.
Con información de Forbes US